Entrevista > Álvaro Conejos / Paleontólogo (Alfafar, 10-febrero-1997)
Álvaro Conejos quedó tan marcado por la película de Steven Spielberg ‘Jurassic Park’ (1993) que tuvo claro a partir de entonces, aun viéndola por primera vez siendo un niño, que quería dedicarse a todo aquello relacionado con dinosaurios.
Experto paleontólogo, pese a su juventud, nos contará infinidad de aspectos sobre los dinosaurios, especialmente qué les hizo desaparecer, cómo eran y cuáles fueron los ejemplares más comunes en nuestro país.
Después de trabajar cuatro años en el museo de Historia Natural de la Universidad de València, hasta noviembre, prepara ahora las oposiciones para dar clases de biología. También tiene la exclusividad de haber descubierto una especie nueva -todavía sin nombre-, por medio de un ámbar procedente de Myanmar.
¿Cuál es tu formación académica?
Ya desde joven empecé a investigar qué tenía que estudiar para trabajar con dinosaurios y descubrí entonces qué era la paleontología.
Debido a que no hay una carrera específica de esa materia en España, pensé que el camino más corto para ser paleontólogo era biología o geología. Escogí la primera, en el campus de la Universidad de València en Burjassot, porque también me gustaban mucho los animales.
«Los fósiles son los restos de un ser vivo o su actividad, que quedan preservados en una roca sedimentaria»
Seguidamente hiciste un máster.
Sí, al acabar biología, en la propia universidad realicé un máster focalizado en paleontología aplicada.
¿Qué estudia exactamente un paleontólogo?
Los fósiles, que son los restos de un ser vivo -no tiene que ser de dinosaurio- o de su actividad, que quedan preservados en una roca sedimentaria.
Además de un hueso nos podemos encontrar con una hoja, una concha o incluso una huella, que no deja de ser una marca de su actividad. Nos indica que ese ser vivo ha estado allí en algún momento.
¿A qué se dedica un paleontólogo?
A excavar en el campo; lo hemos visto en centenares de películas o series. Seguidamente los fósiles encontrados los llevamos a un laboratorio de preparación paleontológica.
Primero arreglamos los desperfectos que pueda tener el fósil, pegamos las partes -porque nunca los encontramos enteros, pues llevan enterrados millones de años- y los ejemplares más vistosos y mejor conservados se exponen en las vitrinas de un museo.
¿Esa función también es vuestra?
Exacto, diseñamos la organización y disposición de los fósiles en las vitrinas de los diferentes museos de paleontología del mundo. Ese ha sido hasta hace poco mi trabajo en el Museo de la Universidad de València de Historia Natural (MUVHN).
¿Cuál fue el último dinosaurio que existió en nuestra zona?
Durante el Cretácico tuvimos bastante representación de dinosaurios en la actual España. El más relevante es el Concavenator corcovatus, en la zona de Cuenca; fue un ejemplar muy singular y bastante famoso.
Medía alrededor de seis metros de largo. Era carnívoro, con la curiosidad de tener una especie de joroba en la espalda, por eso el nombre de ‘corcovatus’.
¿Por qué desaparecieron?
Es complicado señalar un motivo, porque posiblemente hubo varios. La principal fue que hace 65 o 66 millones de años cayó un meteorito en la península del Yucatán, actual México, y provocó lo que se llama invierno nuclear.
Los cenotes, tan habituales en esa área, se piensa que son restos que dejó el meteorito al impactar contra el planeta.
¿Qué significó ese invierno nuclear?
Primero se produjo una onda expansiva, arrasando con todo lo que estaba alrededor, muchísimos incendios y un supertsunami que abarcó prácticamente todo el planeta.
El impacto del meteorito vaporizó muchísima roca de la superficie terrestre, lanzándola a la atmósfera. Todo quedó a continuación cubierto de polvo.
«En esta zona el dinosaurio más común fue el Concavenator corcovatus, que tenía una joroba en la espalda»
¿Cuánto duró ese periodo?
Se estima que la atmósfera estuvo cubierta de polvo durante unos dos años, en los cuales se murieron todas las plantas.
Sin plantas los primeros que fallecieron fueron los dinosaurios herbívoros y, con el tiempo, los carnívoros. Además, debido a que no había alimentos suficientes, no sobrevivió en tierra firme ningún animal que pesara más de veinticinco kilos.
¿Cómo le fue a la especie humana?
Nos vino muy bien, porque en esa época los mamíferos éramos muy pequeños y pudimos luego heredar el planeta. Tampoco nos afectó especialmente el hecho de que no hubiera sol, porque muchos mamíferos vivían bajo tierra.
¿Fue inevitable la caída del meteorito?
Se calcula que cada cien o ciento cincuenta millones de años cae uno de ese tamaño en la Tierra. Proceden periódicamente del cinturón de Kuiper, que está a las afueras del sistema solar.
¿Sin ese fenómeno los dinosaurios hubieran seguido dominando?
Puede que sí y puede que no, porque además estaban extendidos por todo el mundo. Pero además del meteorito, los dinosaurios llevaban sufriendo millones de años unas importantes erupciones volcánicas, las llamadas trampas del Declán (India), que estaban lanzando también muchísimo polvo a la atmósfera y que hubieran provocado, del mismo modo, el fin de los dinosaurios.
Había muchos tipos.
Muchísimos, y de multitud de tamaños, desde los que medían como un ratón a los que tenían treinta y cinco o cuarenta metros de largo.
«Tras caer un meteorito en el actual Yucatán, que provocó un invierno nuclear, los dinosaurios desaparecieron»
¿Cuál era en concreto tu trabajo en el museo?
Todos los fósiles que vienen de las excavaciones, primero pasan por el laboratorio. A continuación, les damos una entrada, es decir, los registramos en un libro o por medio digital (Excel), otorgándole una sigla, como si fuera su DNI.
Una vez lo tenemos con el número de serie nos ponemos a prepararlo, para poder estudiarlo. Seguidamente, cuando ya hemos averiguado todo lo queríamos sobre ese fósil, si es relevante y bonito, nos planteamos exponerlo.
¿Tenías alguna otra función?
Organizaba las visitas guiadas, en las que disfrutaban mucho los niños, y los talleres a colegios que acudían al centro.
He trabajado en el museo de la Universidad de València un total de cuatro años, hasta noviembre, que finalizó el contrato europeo, sin opción de continuar.
¿Qué proyectos tienes en mente?
Ciertamente me agradó tanto hacer las visitas guiadas como la divulgación científica que he pensado realizar el máster de educación y hacerme profesor.
Hay que tener en cuenta que la rama de investigación en España es muy complicada, sobre todo para conseguir una tesis, con contratos precarios de uno o dos años.
Volvamos al mundo de los dinosaurios. ¿Dónde están los mejores museos?
Si quieres ver los esqueletos mejor conservados, los americanos son los números uno en ese sentido, con museos como el de Historia Natural de Nueva York.
Asimismo, en el interior del país, en los estados de Colorado, Nevada o Montana, también hay otros muy destacados, más pequeños, pero con piezas obtenidas in situ, con recreaciones de la fauna que había en la zona hace cien o doscientos millones de años.
«He trabajado cuatro años en el museo de la Universidad de València, hasta el final del contrato europeo»
¿Y en Europa?
En Londres el Natural History Museum vale mucho la pena, al igual que el Muséum National d’Histoire Naturelle de París, el de Historia Natural, especializado en fósiles mamíferos.
El parisino cuenta también con los holotipos, los ejemplares en base a los cuales se describe una especie nueva.
¿Es verdad que has descubierto una especie nueva?
Sí, durante mi trabajo de final de máster estuve estudiando una pieza de ámbar de hace unos cien millones de años de la zona de Myanmar, la antigua Birmania.
Estaba estudiando los llamados bichos bolas, los isópodos, que se enrollan sobre sí mismos, y descubrí una especie nueva. Estoy pendiente de publicarla, no tiene nombre y es la primera vez que lo expongo en un medio de comunicación.
¿Qué características tenía?
Era un tipo en concreto de bicho bola, de morfotipo corredor, que más que hacerse bola iba extremadamente rápido. Se escondía debajo de la hojarasca, al medir unos cinco milímetros, y vivía en un bosque cercano a la playa.
¿Cómo lo encontraste exactamente?
Myanmar vive una situación política difícil, como sabemos, y nadie controla el tráfico de fósiles. El ámbar lo venden y se puede adquirir mediante subastas de internet, como eBay.
Muchas asociaciones científicas lo compran y se dedican a estudiarlo. Me llegó gracias a un museo de Barcelona.
¿Fue conocimiento o casualidad?
Aunque no tenía certeza absoluta, siempre he sabido que el ámbar de Myanmar tiene posibilidades de contener una especie nueva, porque son piezas que apenas se han estudiado. Además, los bichos bola no suelen interesar a casi nadie.
¿Qué pasará cuando lo publiques?
Posiblemente aparecerá en una revista especializada, de auto impacto, algo que siempre le interesa a un científico, pues forma parte de su currículo.
Es algo novedoso el hecho de ser una especie nueva y de un grupo poco estudiado.
«La rama de investigación en España es muy complicada, sobre todo para conseguir una tesis»
¿Tienes pensado ya algún nombre?
No, pero seguramente le ponga alguno relacionado con alguna de las series frikis que me apasionan como ‘The Big Bang Theory’ o la de dibujos animados ‘Futurama’ (ríe).
¿La evolución humana depende de la tecnología?
Desde el punto de vista de un paleontólogo, todavía es muy pronto para decirlo, porque nosotros -y también los geólogos- trabajamos con periodos de tiempo de, mínimo, doce o trece mil años.
Para que algo se considere fósil tiene que ser el resto de un organismo anterior a la última glaciación, precisamente hace unos doce o trece mil años. Hablar de si la tecnología ha influido en la evolución de las personas, teniendo en cuenta que la Revolución Industrial fue hace doscientos años, para nosotros es muy aventurado.
Por último, ¿ya has encontrado respuesta a aquello de “de dónde venimos”?
La paleontología y la biología molecular han hecho numerosos estudios respecto a si la vida se ha originado en este planeta o en otro.
Existen dos teorías, que son las más aceptadas. La primera dice que sí, que la vida se generó en la Tierra, mientras la segunda, la llamada panspermia, postula que las moléculas precursoras de la vida podrían provenir de los asteroides que iban chocando con el planeta.
«Considero que los mejores museos de dinosaurios son los americanos, como el de Historia Natural de Nueva York»
¿Los paleontólogos por cuál os declináis?
Pensamos que posiblemente sea una mezcla de ambas: las primeras moléculas se formaron en el planeta, pudiendo tener algún aporte de algo procedente de los asteroides.
Por ejemplo, el agua, que es vital para la vida, vino precisamente de los asteroides. Por lo tanto, no es descabellado suponer que alguna molécula clave para la vida procediera de ellos.