Te aseguran, muy seriamente, que la ahora retirada modelo Esther Cañadas, de origen albaceteño, se crio aquí, en el barrio de Benalúa, aunque otras fuentes te la sitúen en la Albufereta. Y también, añaden, el actor alicantino Fele Martínez y su hermano Paco, cineasta. Bueno, hasta puede ser cierto. Como sí lo es la ‘benaluidad’ del imaginero y artista plástico Remigio Soler López (1932-2016).
En todo caso, lo notas, hay un poso cultural en las referencias al barrio de Benalúa. Como si aún latiera cierto pulso por entre un vecindario que enarbola orgullosamente la memoria de su antiguo templete (de 1894, con destino a la Explanada, llegó en 1911; desapareció en 1965). Si es que aquí existió hasta, desde el 1 de diciembre de 1917, uno de los más exitosos teatros alicantinos: el salón Granados.
El mecenas melómano
El local fue un empeño personal del melómano empresario aspense José Terol Romero (1876-1947), quien en 1922 también erigiría en su localidad natal el Teatro Wagner (reinaugurado, el 16 de febrero de 1995, como teatro y sala de exposiciones, y aún activo). Ahora bien, ¿por qué elegir el barrio de Benalúa y no uno más céntrico, por donde el Teatro Principal (1847) o el Monumental Salón Moderno (1912)?
La respuesta inmediata sería la de la comodidad; el solar en el que se edificó, con fachada a la calle Doctor Just, era propiedad de Terol Romero. Además, acabó sumándole el edificio contiguo, cuyo frontispicio saludaba ya directamente a la plaza de Navarro Rodrigo. Casi al lado, el Casino de Benalúa, importantísima iniciativa cultural surgida en 1898, aunque agostada a mediados de los sesenta del pasado siglo.
Fue un empeño del empresario creador del Wagner de Aspe
Caja por Casino
Donde estuvo la entidad, abría a partir del 28 de junio de 1966 una oficina de la Caja de Ahorros Provincial (luego absorbida por la Caja del Mediterráneo). Eso sí, en el entresuelo del edificio, encima del local de la entidad financiera, comenzó a funcionar la Sociedad Cultural Deportiva La Benaluense, heredera de la anterior, como hoy puede serlo la actual y reivindicativa Asociación de Vecinos de Benalúa El Templete.
La barriada ya nacía ungida por cierto toque especial. En el siglo XIX la ciudad debía crecer, desaparecidas las murallas tras la sesión municipal del 13 de julio de 1858, más allá de ese ‘centro’ delimitado por el monte Benacantil al norte o la estación ferroviaria ‘de Madrid’ y el barranco de Benalúa al sur. En 1883, la sociedad filantrópica, pero también comercial, Los Diez Amigos, plantearía el proyecto del arbolado barrio.
Una oficina financiera sustituía en 1966 al contiguo Casino
Para la clase media
Se trataba de diseñar una barriada destinada a la clase media trabajadora, que José Guardiola Picó (1836-1909), responsable prácticamente de la remodelación de la futura metrópoli, perfiló fiel a las ideas higienistas de la época: agua, flores… mucho verdor (acacias, eucaliptos, ficus, palmeras, pinos). José Carlos de Aguilera (1848-1900), cuarto marqués de Benalúa y tercer abonado del teléfono en la ciudad, lideraba un proyecto que coronarían plaza y cultura.
Lo primero se concretaba en 1887, ocupando una manzana entera (en un área de 120 por setenta metros) y llevaba implícito lo segundo al dedicarla al escritor, periodista y político autóctono Carlos Navarro Rodrigo (1833-1903). Pero físicamente por aquí también habitó Gabriel Miró (1879-1930), en una desaparecida vivienda que hacía chaflán entre las calles Foglietti y Pérez Medina, enfrente mismo del futuro salón Granados y en la cercanía del Casino.
Gabriel Miró vivió entre las calles Foglietti y Pérez Medina
Famosos escritores
¿Otros nombres? Ricardo García López, o sea, el escritor, caricaturista y, entre otras muchas labores, cineasta (pionero del cine de animación) K-Hito (1890-1984), quien, aunque oriundo de Villanueva del Arzobispo (Jaén) y residente en Madrid, pasó su infancia en el barrio y ya no se desligó de él ni de su festera Hoguera. Ellos, y otros muchos, contribuyeron a crear el sustrato cultural benaluense.
Ya en 1889 se crea un primer teatro en el vecindario, el Polo, al que seguirá en 1901 el Ramón de Campoamor. Pero, tras estas efímeras iniciativas, el que estaba llamado a casi perpetuarse, al menos hasta los sesenta, fue el construido por José Terol Romero y diseñado por el tan prolífico como prestigioso Juan Vidal y Ramos (1888-1975), responsable de algunos de los más emblemáticos edificios alicantinos.
Paternalismo culturizante
El propio Vidal Ramos, tan aficionado, para los edificios oficiales, a las piedras calcarenitas de la sierra de San Julián, se hizo cargo de la ampliación de 1924, que aparte de conectarlo del todo con la plaza (al tiempo, con el Casino), sumó también la exhibición cinematográfica. En el fondo, una iniciativa como esta ahondó aún más en el marcado carácter cultural que los fundadores barriales, con el marqués de Benalúa a la cabeza, pretendían.
Así, este paternalismo culturizante típico de la burguesía decimonónica y de principios del siglo XX iba a crear una cita muy importante, además para las compañías teatrales provinciales e incluso de la hoy Comunitat Valenciana, con visitantes como el alicantino-mutxameler Paco Hernández (1892-1974) o la santapolera Eduarda Torá Abela (1910-1973). Y debió crear semilla, claro.