A vista de pájaro, desde un helicóptero o con buenas dioptrías desde la ventanilla de un avión mañanero, la Serra Grossa (sierra gruesa) o de San Julián no deja de otorgarle al paisaje alicantino, tanto el metropolitano como el costero provincial, una peculiaridad. Situada al norte del núcleo urbano clásico, separando este de un Alicante más moderno, pareciera como si uniese dos litorales muy distintos
En efecto, si hacia el septentrión (hacia arriba) abundará lo escarpado, los acantilados, la roca marina, hacia el sur (para abajo) será la playa arenosa lo más lamido por el Mediterráneo. Puede que el que antaño casi toda la parte austral, sureña, de la provincia estuviese bajo el agua, como parte del Sinus Ilicitanus o Golfo de Elche (cuya formación comenzó entre el 4.000 y el 3.000 a.C.), sea muy responsable.
Las interioridades
Hace años, durante la confección de otro reportaje, un anciano me contaba sobre la sierra: “Y era muy peligroso ir por allí: había pozos donde no te lo esperabas, así que tenías que andar con mucho cuidado porque podías irte al hoyo…”. Se refería a las desiertas construcciones, la mayor parte subterráneas, de lo que fue la refinería de petróleo La Británica (1875-1966, sobre el ánima de una fundición).
En otros tiempos virados a sepia, incluso por estas interioridades se castigaba a los disidentes políticos. Pero del tema ya aparece cita en un anterior viaje desde estas páginas al lugar (‘La Serra Grossa, nuestra montaña olvidada’, enero de 2019). No nos detengamos más. Si acaso, recordemos su flora: “pinos carrascos, así como de cipreses, eucaliptos, matorrales, piteras, espinos negros, salados negros, efedras, lentiscos o bufalagas”.
Hacia el norte abunda lo escarpado, hacia el sur la playa arenosa
Fondo geológico
Nos interesa el recordatorio, porque los vegetales, incluso los no originarios, sino trasplantados aquí, nos orientan sobre qué sustrato geológico pisamos. De qué está hecha esta imponente mole de 173 metros de cota máxima, de dos alturas en realidad, separadas por una vaguada.
Pues se compone, como es habitual, de rocas calcáreas, calizas, principalmente producto de los sedimentos y fósiles de lo que fue el mar de Tetis, que cubrió buena parte del actual continente europeo allá por el Mesozoico (entre 251 millones y 66 millones de años), pero también como producto de la confluencia, en nuestra provincia, de las tres serranías que, juntas, conforman la cordillera Bética.
En otros tiempos, por sus interioridades se castigaba a disidentes políticos
Matices orográficos
La convergencia, pues, de las subcordilleras Prebética, Subbética y Penibética, que juntas continuarán, bajo el Mediterráneo, hasta la mallorquina sierra de Tramuntana, además de arrugar notoriamente Alicante en buena parte de sus puntos cardinales, iba a marcar tierras y vidas. Y hasta el arte y el urbanismo; de la prebética Serra Grossa se iba a sacar la piedra calcarenita llamada ‘piedra juliana’, alma de muchos monumentos arquitectónicos y escultóricos de la ciudad.
Quizá por ello a la sierra de San Julián llegó a conocérsela como ‘la cantera’. Aún, de hecho, se la denomina así, incluso a pesar de que desde 1929 dejaron de usarse sus pedruscos. Eso sí, quedó la montaña acechando la carretera que, iniciada en 1880, se suspendía en 1908 y se finalizaba en 1933 (la asfaltaban un año después). Los desterronamientos provocaron más de un susto.
Las excavaciones destaparon utensilios y construcciones de la Edad del Bronce
Los desplomes
A pesar de que evitaron los desplomes, una aberración urbanística: dos de los edificios de apartamentos y locales comerciales que en la hoy avenida de Villajoyosa dan la espalda a la montaña, uno frente al trenet (en el que se rodó parte de la multipremiada comedia alicantina ‘García’, 1977, de Enrique Nieto), otro por la Finca Adoc (‘Al fondo a la derecha’, 1982, del alicantino Domingo Rodes, posee escenas allí), debían de ser principio y final de un solo bloque.
En todo caso, gracias al trabajo sucesivo de grandes arqueólogos, como el sacerdote valenciano José Belda Domínguez (1890-1969), la sueca Solveig Nordström (1923-2021) o el alicantino (de cuna valenciana) Enrique Llobregat (1941-2003), en su tiempo pudimos ver que además del asentamiento de los íberos en la ensenada de la Albufereta, luego romano, también lo hubo en la sierra de San Julián.
Las excavaciones
Aunque hoy no queda nada, las excavaciones destaparon, además de multitud de utensilios, los restos de varias construcciones en terrazas (lo que no deja de ser algo típico íbero) y hasta parte de una muralla, veinticinco metros en total. Quizá aquello, datado sobre todo en la Edad del Bronce (entre el 3300 y el 1200 a.C., y el poblado sería aproximadamente del 1865 a.C.), se encontraba demasiado lejos de recursos indispensables para la vida.
Puede que, también, resultase más atractiva la Albufereta, como lo fue luego el Benacantil, para el asentamiento pretérito de la actual Alicante. Semillas de cereales, enebros, olivas, uvas, siguen proporcionándonos pistas sobre esta mole caliza, calcárea, pero, después de todo, dadora de vida. Y organizadora, a norte y sur, de nuestros dos tipos de litorales.