Entrevista > Miguel Molina / Productor de cine (Alicante, 5-noviembre-1973)
En la mayoría de los casos lo primero que conocemos de una película o serie son sus actores, seguido quizás del nombre del director, especialmente si es relevante. Sin embargo, hay una figura clave en el devenir de la misma, siempre en la sombra: el productor.
¿Cómo es su trabajo diario? ¿Qué dificultades debe superar? Son dos de las múltiples preguntas que nos va a responder Miguel Molina, director de Jaibo Films, productora de ‘El cuarto reino’, documental de Adán Aliaga rodado durante tres años en Brooklyn (Nueva York), que obtuvo numerosos premios.
Licenciado en Sociología, también es el máximo responsable de ‘Espíritu sagrado’, dirigida por Chema García Ibarra, “una de las mejores películas de 2021, aunque no tuvo excesiva repercusión”. No obstante, sí agradó a la crítica, ganando los Feroz y los Fotogramas. Molina, miembro de la Academia del Cine Español, nos relatará asimismo el momento que vive el cine patrio, “en crisis, adaptándose a los cambios”.
¿Cómo llega uno a ser productor de cine?
Lo mío fue por casualidad. Estaba trabajando en la universidad, en el gabinete de creación de empresas, y conocí al director Adán Aliaga, que necesitaba ayuda para su proyecto.
En ese momento no podía ayudarle, pero lo hice poco después, a título personal. Seguidamente montamos la productora, Jaibo Films.
¿Cuáles son las funciones principales?
Básicamente lograr la financiación para poder hacer realidad los proyectos. Una película de ficción, por ejemplo, con un presupuesto de 1,5 millones de euros, se puede conseguir a través de subvenciones públicas -Ministerio o Conselleria de Cultura- o la venta de derechos a televisión (TVE, À Punt, Filmin…).
Se monta entonces toda la financiación, con una pequeña parte para taquillas y ventas internacionales. Adelantamos el dinero con un préstamo bancario y lo ejecutamos.
«En España, con proyectos más autorales, es el director el que marca lo que está buscando»
¿Para que te den un sí recibes muchos noes?
Sobre todo cuando estás empezando. Pero una vez sabes lo que buscan las instituciones y tienes un nombre -te valoran-; cuando presentas un proyecto es porque tienes bastantes posibilidades que vaya hacia adelante. Dificultades encuentras muchísimas.
Al final eres el máximo responsable de la película.
En Estados Unidos sí, al cien por cien; es el que busca al director y al resto de talento. Mientras, en España, que los proyectos son mucho más autorales -independientes-, el director es el que marca el guion de lo que está buscando.
Si te convence, tiras hacia adelante, con la opción de modificar cosas respecto al presupuesto, aunque se suele ser muy respetuoso con su trabajo.
¿En España, entonces, es más sencillo?
La parte creativa recae más en el director, al tiempo que la económica y de gestión de derechos más en el productor.
¿Tus mayores peleas son con los directores?
El proceso de una película depende mucho del director, la personalidad que tenga, que sea más flexible para entender la problemática en la financiación y se sepa amoldar a ello. He trabajado con algunos que querían ciertas cosas y si se necesitaba más dinero me decían que lo buscara. Con este tipo de director prefieres no colaborar.
Con otros quizás el presupuesto es de 1,5 millones, disponemos de uno y acepta retocar cosas, ya sea recortar equipo, guion o días para rodar. Si el director está por la labor, llegamos a un entendimiento. Está claro que cuanto más tiempo de rodaje y más equipo, más dinero.
«Al menos en nuestro caso, la parte más cara de una película está en el equipo técnico»
¿Qué es lo más caro de una película?
En nuestro caso concreto, una productora pequeña que no suele contar con grandes actores, la parte de más coste es la del equipo técnico.
Hablamos de 30-35 personas con sueldos regulados por convenio, altos, básicamente porque se trabaja de un modo esporádico.
¿De media cuánto tarda en hacerse un film?
Aproximadamente es un año o año y medio de financiación -pues las convocatorias de ayudas suelen ser anuales-, cinco-seis semanas de rodaje y seis meses de posproducción, hasta que tienes la copia terminada.
Y, ¿a partir de ese momento?
Presentamos la película en festivales, en ocasiones con un recorrido de un año. Finalmente se estrena.
Señalar que muchas no se acaban realizando. Hay productoras que tienen una media de uno de cada cuatro proyectos; nosotros intentamos ajustarnos más y salen a la luz dos de cada tres.
Anécdotas te habrán pasado muchas.
Sí. Por ejemplo, el año que grabábamos ‘Espíritu sagrado’ estábamos en segunda ola de la covid y todos los días íbamos analizando la evolución de los casos.
Todo indicaba que en septiembre habría una ventana de menos contagios y ajustamos el rodaje a esas semanas. Apenas sufrimos bajas, únicamente la de un ayudante de producción y uno de los actores secundarios, cuyas escenas tuvimos que rodar más tarde.
«Los films tienen, de media, un año o más de financiación y cinco-seis semanas de rodaje»
¿Cuánto tiempo pasa desde que se acaba una película hasta su estreno?
Depende de la ventana de explotación, porque hay películas que se terminan y se estrenan de forma inmediata.
Existen tres formas de explotarlas: recorrido por festivales, taquilla y televisiones o plataformas. En el caso de ser películas con subvenciones públicas, se exige que haya un estreno comercial.
¿En vuestro caso?
Buscamos primero el reconocimiento y prestigio a través de festivales. Tras pasar por Berlín o Cannes es mucho más fácil atraer a ese público cinéfilo, pues sabe que, con el sello de este certamen, la película es buena.
Intentamos alargar el recorrido por festivales, en diferentes países de todo el mundo, estrenamos -de una forma técnica- y pasamos a televisiones.
La distribución es determinante.
La estrategia de distribución va acorde al tipo de producto que tienes. Si acudo al cine con una película que no ha tenido ningún tipo de promoción y tampoco ha estado en ningún festival, es complicado que tenga éxito.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Nos hallamos en un buen momento. Tenemos en marcha una serie, de la que apenas podemos decir nada, y estamos rodando dos largos de ficción, ‘Balearic’, de Ion de Sosa, y ‘La quinta de los almendros blancos’, de Avelina Prat.
La primera es una película experimental, mientras la propuesta de Prat -directora que en 2022 presentó ‘Vasil’- es una película más madura, una coproducción con Portugal y Cataluña y un presupuesto mayor.
«Hay tres formas de explotar una película: festivales, taquilla y televisiones o plataformas»
¿Algo más?
Estamos acabando una película de animación, un musical llamado ‘Rock bottom’, fundamentado en la vida de Robert Wyatt. También hemos empezado el proceso de un largometraje de animación con coproducción colombiana. Se denomina ‘Desechable’ y está dirigida por Carlos Gómez Salamanca.
Por último, en el reciente festival de Málaga hemos presentado ‘Saturno’, un documental de Daniel Tornero; un corto de animación, y ‘Los tonos mayores’, de Ingrid Pokropek, que presentamos en febrero en la Berlinale.
¿Cómo está el cine español?
En crisis, pero no entendiéndolo como moribundo, sino en continuos cambios, a los que debemos adaptarnos. Recordemos que en 2015 entró Netflix en España y modificó las reglas del juego.
Fue una revolución; había que acoplarse a las nuevas ventanas de exhibición y a lo que demandaba la audiencia.
¿Esa revolución fue beneficiosa?
Ayudó a aumentar la producción de obras audiovisuales, porque ahora se consumen muchas más horas de cine.
Seguidamente, la propia pandemia -mortal para muchas productoras- disparó el consumo y la producción de películas y series.
Creció también la forma de verlas.
Por supuesto. Hace diez años, rememoremos, el gran problema de las productoras era la piratería; prácticamente todos conocíamos páginas en las que poder descargar películas, en mejor o peor calidad. Hoy en día afortunadamente eso no sucede, porque existen tantas plataformas…
«Netflix entró en España en 2015 y variaron las reglas; se produjo más porque se veía más»
¿El cine en general qué momento vive?
En las distribuidoras está básicamente el problema, que deben evolucionar a otro tipo de estrategia.
El consumo está ahí, es mucho más fácil estrenar una película en el cine a que te la compre una plataforma directamente. La asistencia a las salas está cada vez más polarizada y concentrada en los blockbusters. Sin embargo, los films en los festivales funcionan muy bien, con llenos constantes.
¿Cuál es la evolución que intuyes?
Se concentrarán, por un lado, los grandes estrenos -véase ‘Barbie’ u ‘Oppenheimer’- con un circuito de cines más alternativos o independientes, procedentes las películas de festivales, en el que las salas se llenan.
Esto mismo ya está funcionando en diversas salas de Madrid, donde se programan películas no habituales. En València también se está intentando, colocando una película sorpresa una vez a la semana.
¿Los espectadores acuden sin saber qué van a ver?
Sí, está gustando. No saben qué película es, solo que está seleccionada dentro de un ciclo.
¿Por qué a veces se estrenan películas tan mediocres?
Es relativo el concepto de bueno y malo. Si ‘Barbie’ atrajo a tantos millones de personas y tuvo esas cifras de taquilla, es porque tendría algo.
El cine, especialmente en Estados Unidos, se basa en la inversión publicitaria (la mitad de los presupuestos). Se hace un análisis de retorno y ven la cantidad que deben invertir. Un ejemplo muy claro son las sagas de superhéroes, lo que llamamos ‘americanadas’. Todas están cortadas por el mismo patrón, pero tienen su público.
«La mayoría de personas que acuden a una sala es para desconectar, reírse y pasárselo bien»
¿Qué buscan los que acuden a una sala?
Una gran mayoría quieren desconectar, reírse y pasárselo bien. Por eso el éxito de sagas como las de ‘Ocho apellidos’ o las de Santiago Segura.
Nuestras películas, en lugar de desconectar, anhelan conectar con el espectador, crearle emociones. Son un tipo de público que quiere tener otro tipo de experiencias.
¿Cuál es tu opinión sobre los Goya?
Bastante esperables los resultados que se produjeron. Si hubiera hecho una quiniela, habría acertado bastantes (ríe).
Se vota mucho por inercia, sin ver las películas muchas veces, porque es imposible visionarlas todas -más de doscientas- y tener conocimiento de todo. En ocasiones películas muy buenas se quedan en el olvido, porque no tienen la misma promoción.
¿Pasa lo mismo en los Oscars?
No tanto, porque se firma una declaración en la que estás obligado a visionar la película para poder votar. El sistema de control, por lo tanto, es más férreo.
¿Cómo es el tipo de cine que te gusta?
Una que me hubiera gustado producir es ‘As bestas’, un thriller comercial que a su vez es también una gran película de autor, incorporando un costumbrismo local gallego que le aporta mucho. Es genial.
También me agradó ‘Zona de interés’, donde toda la pesadumbre del campo de concentración está en tu cabeza.