Entrevista > Eva María Naranjo / Maestra de artes marciales (La Nucía, 10-julio-1978)
La nuciera Eva María Naranjo lo ha sido todo en el mundo de los deportes de contacto. Durante su carrera deportiva se alzó cinco veces con el título de campeona del mundo de muay thai. Ahora, ya retirada y tras haber pasado esa especie de duelo que pasan todos los deportistas de alto nivel cuando su vida en activo se termina, vuelca todo ese entusiasmo que la llevó a ser un referente internacional en formar a las nuevas generaciones de luchadores.
Lejos de ser una obsesa de los éxitos deportivos, que también persigue con sus pupilos, entiende que la práctica del deporte debe de ser para los más pequeños, sobre todo, una diversión; y que sólo desde ahí se puede ir forjando, si se dan las condiciones adecuadas y con mucho trabajo, sacrificio y esfuerzo, futuras estrellas.
«Siempre he sido un poco humilde, nunca me he creído del todo lo que he llegado a conseguir»
Después de haberlo sido todo en tu deporte, cambiar el chip no es siempre fácil. Pero ahora, como en su día hizo el maestro Eduardo Martín contigo, estás centrada en transmitir tus conocimientos a las futuras generaciones.
Es otra etapa. Es cierto que también es muy reconfortante enseñar a futuras promesas de nuestro deporte. Cuando competía, ya empecé a dar clases y obtuve algunos campeones. Para mí es un orgullo poder enseñar y que sea un referente para ellos, sobre todo también para muchas niñas que cuando vienen al gimnasio, al verme que soy una chica, ven que los deportes de contacto como es el muay thai o el boxeo también son para mujeres.
Tengo instructores que a día de hoy están formados e imparten clases en mi centro; pero es un orgullo ser un referente, ya no sólo aquí en la zona o a nivel nacional. Es algo que me llena de satisfacción.
Imagino además que te llamarán con bastante frecuencia para ir a dar una master class, una charla o alguna exhibición, y no solamente en España; y que en esas ocasiones también habrá muchos niños que te querrán ver y conocer.
Internacionalmente he ido tres veces a los Países Bajos a impartir seminarios diferentes en la misma escuela. Me llevan para darles clases desde los más pequeños, desde cinco años, hasta adultos. Ver el auge que tiene nuestro deporte a nivel nacional e internacional entre los jóvenes me motiva.
«Para mí es un orgullo poder enseñar y ser un referente para ellos y, sobre todo, para muchas niñas»
Recuerdo conversaciones con Eduardo Martín padre y Eduardo Martín hijo, y me decían que cuando empezó el padre aquí en España, la brecha entre lo que aquí se hacía en los deportes de contacto y lo que ya se venía haciendo en los Países Bajos y en otros muchos sitios con más tradición era muy grande. ¿Hemos mejorado en ese aspecto?
Ahora, incluso, les superamos, sobre todo en el ámbito femenino. Cuando vino el maestro Eduardo, él hacía taekwondo y fue en progresión, innovando. Luego pasó a full contact, luego creó su modalidad de viet boxing… Cuando me llevaba a competir, daba igual la modalidad, nos preparaba para todo.
Cuando yo empecé, hace veinticinco años, es cierto que en los gimnasios solía haber un grupo, a lo mejor, de cuarenta chicos y una o dos chicas. Ahora es al contrario. Estamos al 50%… por lo menos, en lo que afecta a mi escuela. Tengo una clase de Cadetes en la que hay más chicas que chicos.
En la comarca hay varias iniciativas relacionadas con los deportes de contacto, dirigidas específicamente a mujeres para prevenir e, incluso, recuperarse de la violencia de género. ¿Crees que tiene algo que ver esa, por desgracia, necesidad que encuentran las niñas, pero también los padres y las madres de decir tienen que aprender a defenderse porque el mundo se ha vuelto loco?
Sí, es lo primero que dicen los padres de muchas niñas que vienen. Que aprendan a defenderse, que está muy mal la vida. Pero, además de defenderse, siempre digo que las artes marciales, sea la disciplina que sea, conllevan muchos valores y, sobre todo, la mejora de la autoestima y la seguridad en uno mismo. Hay un sinfín de cosas positivas para todas las niñas y para los niños también.
Siempre que tú y yo hablamos de deporte y de deporte base sale esa palabra: valores. Tengo la sensación de que los deportes de contacto transmiten más que ninguno valores como el respeto hacia el rival y el autocontrol.
Efectivamente, es lo bonito de nuestro deporte. La cultura deportiva del deporte de contacto es esa. Es un deporte de contacto, pero hay unas reglas. Sabes que hay un árbitro que te va a proteger en todo momento. Hay gente que es muy maleducada o que no tiene una buena enseñanza y se la lían, pero la mayoría, en el 99% de los casos, siempre prima la deportividad.
Es decir, te pegas hasta morir, porque quieres ganar e intentar conseguir el Knock Out (KO, fuera de combate), pero luego te abrazas o das la enhorabuena. Todo eso es muy bonito y es la cultura de nuestro deporte.
«Hace veinticinco años en los gimnasios solía haber un grupo de cuarenta chicos y una o dos chicas. Ahora estamos al 50%»
Me imagino que habrá muchos niños, los más peques y niñas, que no te hayan visto competir al más alto nivel. No sé si son conscientes de a quién tienen como profe.
No son conscientes a veces. Alguna vez les pregunto si saben cuántas veces he sido campeona del mundo y no lo saben, pero algunos padres sí les han puesto vídeos que hay en YouTube de mis peleas.
A todos ellos, a los niños y a los adultos, les he dicho cómo me gustaría que hubieran vivido un poquito de esa experiencia de venir a ver a su entrenadora pelear y sentirse orgullosos de los comentarios que decía la gente del público. Pero bueno… estamos en otra etapa.
Hace poco vi un vídeo de los inicios del ahora famosísimo Ilia Topuria y, precisamente, el maestro Eduardo Martín le estaba colocando un cinturón. ¿Crees que ese fenómeno que se ha montado ahora a su alrededor, su gran salto a la fama mediática, va a despertar más interés por los deportes de contacto?
Yo les digo a todos los niños que miren reportajes y entrevistas de Ilia Topuria, porque es un ejemplo a seguir. Aparte de que tiene elegancia, es un señor y promulga los valores que yo siempre recalco: que hay que ser respetuoso, fiel, que hay que entrenar y que sacrificarse.
Ese cinturón que le puso el maestro fue el primero que ganó aquí. Era superjoven y eso ya es un mensaje, pues cuando llegas a ser campeón, no es de un día para otro; son años de duro trabajo, de constancia y, a veces, de pensar en tirar la toalla. Y llegará tu momento, pero todo es el día a día. A veces estarás bien, otras estarás mal, pero… el que la sigue, la consigue.
«Además de aprender a defenderse, las artes marciales conllevan muchos valores como la mejora de la autoestima»
Tú y yo nos conocemos desde que competías, y debo decir que veo a una Eva María Naranjo igual de ilusionada y centrada que entonces, pero mucho más calmada. No debe ser fácil rebajar ese altísimo nivel de autoexigencia que tenías y dar clases, como siempre dices, con el único fin de que los niños se diviertan.
Los niños son niños. Cuando competía, yo siempre pensaba que si lo podía hacer yo, lo podía hacer todo el mundo. Pero una vez salida de la burbuja, de dejar la competición, tuve un duelo personal, como es obvio, y me di cuenta de que no, de que no es fácil dejar de lado tu vida social, dejar aparte un poco la vida familiar…
Eso que dices, que pensabas que todo el mundo podía hacer lo mismo que tú, suena muy duro y me confirma lo que pensaba entonces: que no eras plenamente consciente de la admiración que despertabas. ¿Has podido corregir esa percepción ahora?
Mi visión ha cambiado por completo. Mi vida era entrenar; era lo que me gustaba y hacía que me sintiera bien. Tú sabes que he sido siempre un poco humilde, nunca me he creído del todo lo que he llegado a conseguir, no me lo creía… ¡Jolín, nunca he sido así, no es mi forma de ser!
Pero sí que patiné cuando ya salí de la burbuja y dije: ¡Guau! Si esto es una jungla, si es que aquí… ¡Madre mía!
El caso es que ahora diriges el Club Deportivo Seua Yang, con sedes en La Nucía y en Benidorm. Más o menos, ¿cuántos niños tienes?
Entre los dos clubs, llegamos a superar los cien alumnos.
Es una auténtica pasada.
Sí, tenemos grupos por edades. Desde los seis años hasta adultos.
«Te pegas hasta morir, porque quieres ganar e intentar conseguir el KO, pero luego te abrazas o das la enhorabuena»
Más allá de la parte formativa y de ocio del deporte, ¿consideras que el talento natural se detecta? Es decir, si mañana entra por la puerta de tu gimnasio una nueva Eva María Naranjo, ¿es algo que se ve rápidamente?
Así es, eso se detecta. Pero luego entran en juego muchos otros factores como la forma de ser del niño, el ambiente familiar… nunca se sabe. Puedes tener un gran talento, entrenar muy bien, o tener una psicomotricidad superbuena; pero luego todo eso se tiene que trabajar, porque por mucho talento que tenga, si luego no se trabaja, no sirve de nada.
Hablando de talento precoz, ¿con cuántos años empezaste tú?
Con dieciocho.
«Les digo a todos los niños que miren reportajes y entrevistas de Ilia Topuria, porque es un ejemplo a seguir»
O sea, que no es un deporte en el que a los catorce o quince años ya tengas que rendirte por haber llegado tarde. Tú eres la demostración de ello.
En ese sentido, soy un ejemplo a seguir; pero claro, yo entrenaba lo que no entrenaba nadie. Bueno… entrenaba como los tailandeses o los rusos.
A mí me gustaba, me encantaba. Y, además, el maestro Eduardo (y hay que recordarlo siempre) era un maestro muy duro, muy disciplinado. Te exprimía y sacaba lo mejor de ti. Ha tenido a muchísima gente muy buena, pero que no ha aguantado la presión a la que estábamos sometidos. En ese sentido, yo no soy como el maestro ni mucho menos.
Precisamente, te iba a preguntar qué hay en la Eva María Naranjo, profesora de su maestro.
En el gimnasio soy muy mandona. Si tengo que decirte que te pongas las vendas cinco o seis veces, considero que te estás riendo de mí. Ahí es cuando saco la mala leche de Eduardo y digo: pero vamos a ver, ¿tú vas a correr sin calcetines o descalzo?
Mis alumnos ya me conocen, ellos ya saben lo que hay. Pero a mí, si me dicen que se les han olvidado las vendas, pues no pasa nada. Son cosas que pueden ocurrir, pero es que el maestro no te dejaba. Si se te olvidaba la camiseta del club, te decía: ahí tiene la puerta; aquí venimos todos igual. Aunque es un poco duro, con esas cosas también marcaba un poquito la diferencia dándoles responsabilidad a los alumnos.