La Segunda Guerra Mundial dejó amarga huella en las naciones participantes, pero también modificó sus costumbres profundamente, incluso en aquellas que no sufrieron físicamente su estela destructiva, como Estados Unidos. Fue allí donde, según afirman, crecieron los primeros huertos urbanos, esos pedacitos de campo en las urbes que aseguraban un sustento de proteínas en plena y lógica escasez.
Los ‘victory’ o ‘war gardens’ (jardines de la victoria o la guerra) tuvieron continuidad en esa eterna morriña urbanita por una huerta real que a lo mejor nunca se ha conocido. También resultan una buena manera de paliar las crisis. O como en los proyectos lanzados últimamente desde el entorno eldense, de recuperar el agro en el municipio, un sector que comenzó a perder fuelle ante el asentamiento de una manufactura que lo coparía casi todo.
Llega la industria
Desde la segunda mitad del siglo XIX, el progresivo desarrollo de la industria del calzado, a inspiración del acontecido en la relativamente cercana Elche (a una media hora hoy por la A-31 o autovía de Alicante), fue destinando cada vez más manos a la elaboración de botas, zapatillas o zapatos y menos brazos a sembrar, labrar y cosechar. Así, de esta forma, la huerta eldense se agostaba.
En la actualidad, no obstante, proliferan iniciativas privadas, como la del joven empresario que en 2022 ponía a disposición del público 6.000 metros (se supone que cuadrados, 0,6 hectáreas) de su finca, previo pago de cuarenta euros por parcela de 85 metros, para desarrollar, con ayuda y supervisión, una agricultura ecológica. Y otras muchas públicas, con el ayuntamiento sumándose a la idea del huerto urbano.
Quedan restos de infraestructuras desde el Calcolítico
Vuelve el agro
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (Food and Agriculture Organization, FAO por sus siglas en inglés; organización para la comida y la agricultura) definía en 1999 la agricultura urbana como “las prácticas agrícolas que se llevan a cabo dentro de los límites o en los alrededores de las ciudades de todo el mundo e incluye la producción, y en algunos casos, el procesamiento de productos agropecuarios, pesqueros y forestales”.
En todo caso, devuelven el agro a una ciudad que prácticamente se lo había dejado allí, en el bancal, ante el empuje de los sectores secundario y terciario (servicios). Y eso que aquí, pese a la sequedad del entorno, hubo, como era de prever, una nutrida agricultura basada, sobre todo, en la llamada tríada o trilogía mediterránea: cereales, olivos y vides. Cultivos de secano que, después de todo, también necesitaban agua, la del Vinalopó.
En 1970 la superficie cultivada ocupaba solo un 28,6%
Lo que hubo
Aún quedan restos de las infraestructuras que permitieron el desarrollo de una fértil agricultura. Acequias, parcelaciones. Nada menos que desde el Calcolítico, hacia el tercer milenio antes de Cristo, de cuando el visitable yacimiento museabilizado de El Monastil. En las siguientes épocas, bajo dominios romanos, árabes o acristianados, fue ganando obra varia. La más evidente, el hoy parque natural y sendero del Pantano de Elda.
La escasez de agua de finales del siglo XVI y la lógica sed del agro autóctono llevó a su construcción. Su posterior desterrone, el 14 de octubre de 1793, debido a una riada, hizo clamar al campo eldense, lo que motivó su reconstrucción en 1890. Pero a esta parte del sector primario le quedaba poco a un nivel digamos que comercial. Pronto, otros iban a ser los intereses económicos.
Actualmente existen 478 parcelas agrarias en abandono
Menos parcelas
Por ejemplo, en 1970, con una población censada de 41.511 habitantes, la situación de la agricultura ya boqueaba ostensiblemente. La superficie cultivada ocupaba tan solo un 28,6 por cien de la superficie municipal. Lo suyo no eran las huertas, aunque aún quedaban en las riberas del Vinalopó a su paso por el lugar. El triunfo lo portaba el secano: o sea, cereales, olivos y vides.
En total, 302 explotaciones agrarias, de entre 0,1 hectáreas (mil metros cuadrados) a unas cinco hectáreas (50.000 metros cuadrados). Eso sí, 31 de estas parcelas superaban este último tamaño. Por entonces, la industria del calzado ya daba de comer, según recuentos, a 6.812 obreros. Actualmente, con 53.034 habitantes censados en 2023, la situación ha virado a menos. Básicamente se habla de autoconsumo en terrenos familiares y abastecimiento al comercio local.
Situación actual
Yo me lo guiso, yo me lo como, por tanto. Según los datos de la Diputación (último registro, por ahora, en 2013), y recordemos de paso que hablamos de 45,79 kilómetros cuadrados (4.579 hectáreas) de superficie, estamos ante cifras prácticamente testimoniales: 110 hectáreas (1,1 Kilómetros cuadrados) para cultivos herbáceos (hortalizas, tubérculos y flores y plantas ornamentales) y 235 (2,35 kilómetros cuadrados) para leñosos (frutales, olivos y vides).
El propio ayuntamiento, en 2019, con la intención de crear un “banco de tierras”, contabilizaba nada menos que “478 parcelas agrarias en abandono” (cerca de 1.200 hectáreas, doce kilómetros cuadrados), más 256 de “terreno cultivado” y otras 409 “semicultivado”. La suma de todas ellas, abandonadas o utilizadas, daba 1.854 hectáreas (18,54 kilómetros cuadrados, casi la mitad de la superficie eldense). Ahora toca rearmar los aperos.