La música está llena de niños prodigio, dicen. Chavalería que casi desde la cuna ya parece haber nacido con los conocimientos para atreverse con un determinado instrumento. Para el valenciano Ximo Tèbar, nacido en 1963 en la capital del Túria, este fue la guitarra. Aseguran que rasgueó en serio sus primeras cuerdas con solo siete primaveras. Y que comenzó a recorrer escenarios diez años después.
Es uno de los nombres grandes del jazz creado desde la Comunitat Valenciana, y su fama es hoy internacional. Además de la Ximo Tébar Band, también ha acompañado, como ejemplos, al organista estadounidense Lou Bennett (1926 -1997), al baterista coterráneo Kenny Clarke (1914-1985) o al guitarrista belga, de cuna londinense, Philip Catherine (1942). Pero el jazz autóctono aún iba a anotar más glorias.
Espirituales sureños
Lo primero, claro, es ver qué entendemos por jazz, al margen de la imagen cinematográfica de locales llenos de humo e intérpretes afroamericanos (de los citados, Bennett y Clarke) improvisando temas de jazz o blues. ¿Qué fue lo primero? El blues (melancolía o tristeza), con su estructura en doce compases preparada para narrar, vocal e instrumentalmente, historias sembradas en pleno esclavismo.
Partían de las canciones espirituales (‘spiritual songs’) surgidas entre los siglos XVIII y XIX, temas cristianos, católicos o protestantes, versionados desde las plantaciones del sur estadounidense. El jazz arranca a mediados del siglo XIX e introduce novedades: el ‘swing’ (sensación… y columpio), la improvisación interpretativa y los particulares fraseos musicales (vocales o instrumentales) que identifican a un determinado intérprete. Que el término pudiera significar el acto sexual aporta una diferencia notable con el blues.
Ximo Tèbar comenzó a tocar la guitarra a los siete años
Un nombre peculiar
No se ponen de acuerdo los musicólogos en si el término partía de ignotos orígenes africanos, aludiendo al sexo, o era una abreviatura en jerga de ‘jasmine’ (jazmín), por la colonia utilizada por las prostitutas en Nueva Orleans, donde puede decirse que arranca el género en sí. El caso es que en 1917, en Chicago, la Original Dixieland Jass Band, procedente de Nueva Orleans, graba ‘Tiger Rag’.
Este (trapo de tigre, matar a un tigre y un sinfín de polisemias en torno al felino), posiblemente el tema ‘estándar’ más interpretado del jazz, y sobre el que pesan un montón de reclamaciones de paternidad, introducía encima, en su pionerismo, un nuevo concepto (el jazz, en el fondo, es un ramillete de ellos, al definir un determinado tipo de música, como ocurre con la clásica, el rock y demás), el ragtime (‘ragged-time’, tiempo rasgado).
Este género propició el comienzo de las marchas nocturnas
Arranque europeo
Todo este paquete básico (jazz, blues, ragtime…) marchó pronto a una Europa en ebullición cultural, sobre todo tras las guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945), a Gran Bretaña, por lo de la afinidad lingüística, y a París. Precisamente con la primera conflagración arribaba el género a la capital del río Sena, en las maletas creativas de James Reese Europe (1881-1919), compositor, director de orquesta, pianista y violinista.
Música de clubs, pronto traspasó fronteras, democráticas y de las otras. En nuestra Comunitat Valenciana, propició incluso, como vimos, el arranque de las marchas nocturnas encendiendo la mecha en el ‘cap i casal’. Las actuaciones de artistas como los estadounidenses Joe Morello (1928-2011), baterista, y Paul Desmond (1924-1977), saxofonista, en 1963 tuvieron una culpa que recogerían luego formaciones autóctonas como el Trío Valencia Jazz (1974) o el grupo alicantino Slac Jazz (1984).
La primera ‘big band’ autóctona se gestaba en 1984
Comienzos valencianos
La efímera sala valenciana Tres Tristes Tigres (1977-1979) no solo iniciaba la marcha nocturna levantina, también preparó al considerado como introductor del jazz en España. Julio Martí (1956), también médico (fue jefe de Asistencia Sanitaria del Insalud para la Comunitat Valenciana), sembró la semilla festivalera desde la que crecerían el de València, nacido en 1991 aunque oficializado desde 1997, o el alicantino Fijazz, de 1995.
Con la visita de intérpretes foráneos, esto iba a avivar, aparte de las bandas citadas, que floreciera, y siga haciéndolo, un ramillete de instrumentistas (también creadores: como se vio, ambas aptitudes vienen de la mano) en toda la Comunitat Valenciana, aunque con especial arraigo en las noches de las provincias valenciana (aparte de València, en Alboraia, Alfafar, Gandía, Requena, Torrent…) y alicantina (la capital, Alcoy, Altea, Elche, l’Alfàs del Pi, Xàbia…).
Nombres clásicos
Además de formaciones musicales de ya reconocido prestigio más allá de las fronteras locales, como la primera ‘big band’ de la Comunitat Valenciana, la valenciana Jove Jazz Band, de 1984, o el exitoso experimento de una orquesta basada también en instrumentos autóctonos, la Dolç Tab Jazz, nacida en 2002 desde la comarca alicantina de la Marina Alta, el programa jazzístico aquí resulta bien nutrido.
Solo citando a algunos de los clásicos, como Albert Sanz, la Blue Velvet Band, Chiqui Navarret, Dave Schnitter (se trasladó aquí, producido discográficamente por Ximo Tébar), Eva Dénia (comienza en 1999, pero a partir de este siglo hay una gran participación femenina), Fabio Miano, Perico Sambeat, Ricardo Belda, Ricardo Ferrer, Rudy Guardiola o Willy Rodríguez Soler, da para concierto de los grandes. El jazz frasea fuerte frente al Mediterráneo.