Las lenguas, lentamente, las van construyendo las respectivas sociedades que las usan, las impregnan y, al tiempo, quedan marcadas por aquellas. Entre tanto, personas hay que las enriquecen con sus trabajos sobre ellas. Justo Pastor Fuster y Taroncher (1761-1835), bibliófilo, encuadernador, filósofo (en realidad, cursó Filosofía, dos años, en la Universidad de València), lexicógrafo y librero, fue uno de ellos. Hasta elaboró un completo diccionario valenciano-castellano.
Lo cierto es que el ‘Breve vocabulario valenciano-castellano sacado de varios autores’ (1827), aseguran que en buena parte basado en una publicación del obispo Honorato Juan Tristull (1507-1566), aunque en realidad este no fue sino el ‘examinador’ del ‘Vocabulario valenciano y castellano de las voces más obscuras y anticuadas’ (1555) de Joan de Resa, fue una de las bases para el movimiento cultural autóctono de la Renaixença o Renaixensa.
En lengua romance
Lo anterior nos da una idea de cómo se construye por acumulación y mejora el estudio de una lengua. La obra de Resa (de biografía diluida entre los pliegues del tiempo y la importancia de su obra), reseñada a veces como ‘Vocabulari valencià-castellà’ de título original (e improbable uso normativo actualizado), tenía un claro modelo en el ‘Liber Elegantiarum’ (1472; literalmente, ‘libro de elegancias’), con palabras y frases.
Aquel lexicón valenciano-latín, obra del notario Johannes Stephanus (Juan o Joan Esteve), posible primer diccionario de una lengua romance, se agrandaría, matizándose, hasta desembocar en el título del valenciano Justo Pastor Fuster. ¿Pero cómo llegaría este a consolidar no solo este laborioso trabajo lexicográfico, o incluso una enciclopedia en dos tomos para los autores en lengua valenciana? El negocio paterno tuvo la culpa.
El estudio de una lengua se construye por acumulación y mejora
Por buenas calles
Librero fue el padre, librero sería el hijo. En un establecimiento por el que iba a pasar lo más granado de la cultura valenciana de la época, domiciliado primero en la calle de la Corretgeria (correería: donde se hacen correas), a dos pasos de la Catedral, de La Seu. Se trasladaba después a la de Campaners (campaneros), entonces, aparte de dedicada al trabajo del bronce, en plena zona de expansión burguesa.
Al menos, es lo que puede sacarse de los baúles biográficos, pero no nos olvidemos que la de Campaners fue conocida también como Corretgeria (o Corretjería) Vella, antigua. En todo caso, tanto para, al principio, hablar con el padre, el castellonense, de Todolella, Manuel Fuster i Membrado (1717-1793), también escritor (ensayista), como luego con el hijo, el lugar no dejó de recibir importantes visitas.
Por su librería pasó lo más granado de la cultura valenciana
Visitado establecimiento
Efectivamente, por allí pasaron personalidades como el valenciano Francisco Javier Borrull (1745-1838), escritor, jurista y político (diputado por València en las efímeras Cortes de Cádiz, 1810-1814). O el también coterráneo Francisco Pérez Bayer (1711-1794), gran promotor cultural, filólogo, jurista y muy prestigioso numismático. Ambos en concreto supondrán un especial apoyo para el joven. El primero incluso fue su protector.
La firma de Justo Pastor Fuster y Taroncher (o Fuster i Taronger: literalmente, Carpintero y Naranjo) pronto iba a ofrecer títulos a la posteridad. De esta manera, su otra gran obra fue nada menos que la ‘Biblioteca valenciana de los escritores que florecieron hasta nuestros días. Con adiciones y enmiendas a la de D. Vicente Ximeno’ (1827 y 1830). De nuevo, asistimos a un trabajo de acumulación y mejora.
La Económica le prestaba en 1829 cuatro mil reales sin intereses
Influencias concatenadas
El tal Vicente Ximeno no era otro que el valenciano Vicent Ximeno i Sorlí (1691-1764), bibliógrafo, filósofo, presbítero y teólogo, coordinador y coautor de los dos volúmenes de ‘Escritores del Reyno de Valencia’ (1747-1949), a su vez basados en la ‘Biblioteca valentina’, iniciada en 1695 por su autor principal, el valenciano Josep Rodrigues (1630-1703), y ultimada en 1747, inspirándose en los trabajos de Nicolás Antonio (1617-1684), bibliotecario, canónigo e historiador sevillano.
Añadamos el trabajo previo de los Novatores, preilustrados (preenciclopedistas también) surgidos en el siglo XVII desde València, Sevilla y Zaragoza, cuyas obras y trabajos debía conocer Justo Pastor Fuster, ya que algunos de aquellos figuran entre los componentes originales o asociados a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia (RSEAPV), fundada en 1776 por el rey Carlos III (1716-1788), a cuyas puertas llamó el lexicógrafo y librero buscando financiación.
La posteridad
Bien, la obtuvo (al cabo, Fuster era socio de la entidad). La Económica o RSEAPV, aún hoy operativa, y muy activa, le prestaba en 1829 cuatro mil reales de la época, sin intereses, que le permitieron llevar la obra a buen puerto. Ambos tomos, por cierto, son consultables en pdf gracias a la Biblioteca Valenciana. Tanto el primero (con los autores hasta 1700) como el segundo (desde el 1701 hasta 1829).
¿Importancia? Capital para la posteridad. Como señalaba Fuster en el prólogo, “conservar la memoria de los que contribuyen con sus escritos a la ilustración pública, es lo mismo que transmitir con gloria a los tiempos venideros unos nombres que acaso en los nuestros estuvieron sumidos en la desestimación y el olvido; es enriquecer el depósito de la literatura, y es por último dejar a la posteridad un ejemplo muy digno de imitarse”.