El clima da para mucho. Entre 14 y 26 grados centígrados, salvo alguna que otra tiritona, como la histórica, y copiosa, nevada del 4 de febrero de 1954, y más de un empellón caluroso entre julio y agosto. Eso sí, el cielo, un poco parco en dádivas: solo llueven unos 240 milímetros anuales. Pero el caso es que esto ha convertido a Santa Pola en un enclave singular.
Y estos hay que protegerlos y mantenerlos. Mar y peculiar montaña, más lagunas salobres. Parajes naturales compartidos con la población seminal de Elche, tanto por el norte como por el sur. El municipio de las salinas lo es también de parte del Clot de Galvany, y un buen litoral. 13 kilómetros de costa, 13 playas (agrupadas, si se quiere, en cinco). Mucho medio ambiente del que ocuparse.
Planes de sostenibilidad
Santa Pola ha llevado adelante varios planes y acciones destinadas al cuidado del medio ambiente y a la puesta en marcha, por ejemplo, de actuaciones sobre uso cotidiano sostenible. Así, el 30 de marzo del pasado año se presentaba en el Castillo el proyecto ‘Santa Pola, comunidad energética’, a desarrollar por Enercoop bajo impulso del consistorio.
La idea no es otra que, como señalan desde el Ayuntamiento, “hacer de Santa Pola una ciudad energéticamente sostenible, instalando, en un principio, dos puntos centrales: uno en el casco urbano y otro en Gran Alacant, para que aquellos interesados, en un radio de 2.000 metros, se puedan conectar a la energía solar y suministrar parte a sus viviendas”.
Se han llevado adelante actuaciones sobre uso cotidiano sostenible
El pasado geológico
En cierta manera, el propio medio ambiente fuerza, en enclaves como el santapolero, a que se le mime. Constituye también un importante motivo para visitar el lugar. Sitio que fue isla, portón al golfo de Elche o Sinus Ilicitanus (el otro fue El Molar, sierra compartida por Elche y San Fulgencio), formado entre el 4.000 y el 3.000 a.C. y totalmente transformado en El Fondo por el XIX.
Las salinas, el Clot (a medias con Elche) o la restinga (lengua de arena) que conforma las playas frente al complejo salinar (en el fondo una albufera, en buena parte artificial), más la sierra que antaño asentó a los primeros pobladores, forman un ecosistema singular pero, como todos los territorios de este tipo, con sus fragilidades. Y no deja de ser importante: es la tierra que nos mantiene. Pero no estamos solos.
Formamos parte del área urbana integrada de Alicante-Elche
Sinergias alicantinas
Santa Pola forma parte tanto de la conurbación Elche-Crevillent-Santa Pola (el Bajo Vinalopó) como del “área urbana integrada de Alacant-Elx”, compuesta, además de por los municipios señalados, por El Campello, Mutxamel, Sant Joan d’Alacant y San Vicente del Raspeig. Y recordemos que estas localidades, casi entrelazadas con la capital provincial, forman parte de l’Alacantí.
Allí también nos encontramos con los nombres de Aigües, Agost, Busot, Torremanzanas (o la Torre de les Maçanes) y Xixona. Quizá esto llevó a que Santa Pola se plantease muchas de sus acciones mediante lo que denominan sinergias (acciones de “dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales”). Una de ellas ha sido la de participar en el llamado Pacto de los Alcaldes sobre el Clima y la Energía.
Es sede de El Centro de Investigación Marina (Cimar)
Los Alcaldes
Sembrado en 2008 en tierras europeas, de las de raigambre en ello, y globalizado desde 2016, son un buen número los ayuntamientos que se acogieron a él. Santa Pola se sumaba en 2017, tras el pleno del 30 de junio, comprometiéndose a reducir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) y a aumentar su resiliencia (capacidad de adaptarse a algo perturbador o adverso) frente al cambio climático.
Todo ello obliga al equipo de gobierno local a una serie de acciones que incluían, por cierto, elaborar, presentar y ejecutar (con un informe de situación cada dos años) un Plan de Acción para el Clima y la Energía Sostenible. En cuanto a Santa Pola, como ya se señalaba, se enfoca precisamente hacia esa sostenibilidad. Pero no solo a lo que pasa en tierra: también en el mar. Y eso hay que inculcárselo a la ciudadanía.
Investigación marina
Quizá una de las mejores maneras de imbuir la ciencia en la sociedad sea transformándola precisamente en ciencia ciudadana. En ello está el Cimar, a los pies del imponente atolón madrepórico (del coral) de la época Messiniense o Mesiniana (hace entre 7.246 y 5.332 millones de años) de la sierra de Santa Pola, con el mirador del faro allá arriba, de vigía. En coche, ahí al lado, con puerta al camino del Faro.
El Centro de Investigación Marina (Cimar), ubicado en un antiguo cuartel de carabineros de principios del siglo XX, es una estación científica adscrita al Vicerrectorado de Transferencia, Innovación y Divulgación Científica de la Universidad de Alicante, levantada en colaboración con el Ayuntamiento de Santa Pola. Y hasta posee nutritiva sala de exposiciones. Allí, escoltados por esparto, lentisco y romero, pero también por ‘Posidonia oceanica’, toca plantearse que si no hay medio ambiente sano, no hay población sana.