Julio Fresneda, uno de nuestros mejores clarinetistas, comenzó en esto de la música “casi por casualidad”, primero en La Primitiva y poco después en La Nueva. En la actualidad, su enorme talento le ha llevado a tocar, entre otros hitos, con la Orquesta del Gran Teatro del Liceo de Barcelona.
De hecho, son muchísimos los reconocimientos que le contemplan: entre otros, ganó el II Concurso de Interpretación Amigos de la Música de Alcoy -logrando el primer premio y el de mejor intérprete local-, el IV Concurso de música de cámara ‘Centro 14’ de Alicante y fue semifinalista en un certamen celebrado en Rumanía.
Su actual proyecto es ‘Cartas a Mozart’, para retrotraernos a la Viena del siglo XVIII, aquella explosión de música y alegría, “porque Mozart y Brahms es de lo mejorcito en música de cámara”. No obstante, sobre quién fue el mejor compositor de la historia se decanta también por Bach, Beethoven, Mahler…
¿Cómo llega la música a tu vida?
Nadie de mi familia se dedicó a ella jamás, hasta que mi primo, Pepe Aroca, se apuntó. Le seguimos todos los amigos; yo tendría unos diez años, que no es pronto para empezar a tocar un instrumento. Al poco tiempo se borraron casi todos, quedando un par y yo.
«Entré en la música por casualidad y el requinto lo escogí porque nadie lo tocaba en la banda»
¿Por qué el clarinete?
Por casualidad, porque cuando nos dieron a escoger el instrumento pregunté por uno que no tocara nadie. Me hablaron del requinto, un tipo de clarinete en Mi demol, más pequeño. No tenía predilección por ninguno.
¿Cuál fue tu evolución?
En la Sociedad Musical Nueva, donde me formé, conocí a excelentes profesores, como Liberto o Pepe Almería, “que enseñaban muy bien”, antes de pasar al conservatorio de la mano de Eduard Terol.
Me incorporé poco después al Superior de Alicante, aprendiendo con Francisco Florido, y al Taller de Música Jove de València, donde impartía clases Joan Enric Lluna, gran maestro, al que había escuchado muchos años antes en Alcoy.
Después Inglaterra.
Pasé primero un tiempo en Barcelona, con Lluna. Me desplacé entonces, en 1999, a la Universidad Central de Inglaterra UCE, ubicada en Birmingham, precisamente porque mi profesor estaba allí y debido a las enormes posibilidades que me ofrecían.
«Clave en mi evolución fue mi periodo en Inglaterra, por las grandes posibilidades que ofrecía»
Y fuiste solista de la Orquesta del Gran Teatro del Liceo…
A raíz de un galardón conseguido en Alcoy, uno de los premios era realizar un concierto como solista para la siguiente temporada: me propusieron hacer un programa con el cuarteto de cuerda Thader, interpretando los quintetos de Mozart y Brahms.
Seguidamente hicieron una gala entre todos los vencedores y la Orquesta Académica del Liceo. Fuimos a Barcelona, ensayamos con ellos, pero el concierto fue en Alcoy, siendo una experiencia inolvidable.
Hablemos de tu labor como profesor.
Es mi principal trabajo, debido a que realizar conciertos, por desgracia, es muy complicado, debes moverte mucho. He sido profesor de diferentes conservatorios (València, Castellón, Ontinyent y Almansa), aunque actualmente mi plaza está en el de Elda.
¿Qué te queda por hacer?
Muchísimo. Existe mucho repertorio que me falta, especialmente de música de cámara, que es lo mejor que se puede hacer. Tocar en una orquesta es satisfactorio, pero nada supera a la música de cámara. Me quedan muchos años para poder preparar infinidad de cosas.
«En un concierto sientes responsabilidad, deseas que el público entienda bien nuestro lenguaje musical»
Sobre la tarima, ¿qué sientes?
Primero nervios, pero también mucha responsabilidad, la de transmitir nuestro lenguaje musical a los espectadores, para que lo entiendan, que esas cuatro notas le lleguen como el compositor las quiso plasmar, con sus sentimientos. Es lo más bonito de la música, ya sea una persona o mil de un auditorio: ¡con que uno se vaya contento…!
¿Cómo se desarrolló el concierto del 30 de mayo?
Tuvo lugar en el Ivam Cada y nos centramos en piezas de Clara Schumann y Johannes Brahms. El único inconveniente fue que no funcionaba el aire acondicionado y lo pasamos mal, uno de los conciertos más complicados de mi vida. El público sudaba, las condiciones no son las mejores para los instrumentos, porque la afinación sube mucho… Por fortuna lo pudimos completar.
La colaboración tanto con Marisa Blanes, pianista, como con Àngel Lluís Ferrando, fenomenal músico, fue fantástica. Trabajar con ellos siempre es excepcional: son dos grandes músicos, pero sobre todo dos grandes personas.
¿Tienes algún proyecto en marcha?
Cuento con un trío de Cornos di Basseto, del cual Mozart estaba enamorado por su sonido, parecido a la voz humana. Nuestro espectáculo se llama ‘Cartas a Mozart’ -escritas por sus coetáneos, haciendo un guiño a la película ‘Amadeus’ (1984)- y lo estamos llevando a cabo con éxito por diferentes ciudades, como Madrid (dos veces), Burgos, Tarragona…