Desde luego que era reivindicativa. Y eso, que le causó no pocos problemas, le sirvió a Concepción Aleixandre (1862-1952), médica valenciana, combinado con su tesón, para dejar un importante legado. Fue una destacada científica, voluntariosa maestra (aunque aquí no llegase realmente a ejercer), solicitada doctora y hasta inventora, activista, feminista y sufragista.
Reivindicativa e investigadora, su figura resulta clave, también, en la historia del empoderamiento femenino en una época no precisamente preparada para admitir a las mujeres en los entonces llamados “estudios superiores”. De hecho, no sería hasta 1910 cuando Alfonso XIII (1886-1941) firmase la real orden para permitir el acceso a las mujeres a las universidades, teóricamente sin restricciones. Aleixandre lo consiguió, para especializarse en ginecología.
Desde la Edad Media
No ha de sorprender dicha especialización, en tal materia, por parte de Concepción Aleixandre. Pese a que el prisma historicista nos distorsiona la imagen laboral de la mujer durante la Edad Media (siglos V al XV), lo cierto es que el tabú de que los médicos hombres pudieran examinar a las mujeres generó un buen número de féminas con conocimientos ginecológicos (bien es verdad que sin titulación, al contrario de las comadronas). Se trataba de las parteras.
Aunque ginecólogas las habíamos tenido ya desde bien antiguo, como las griegas Salpe (de biografía desaparecida, aunque no sus enseñanzas sobre métodos para un buen parto, o sustancias afrodisíacas y maneras de depilarse), Metrodora (siglos III al IV según unos cronistas, en alguna fecha entre el 200 y el 400 según otros, escribió el tratado ‘Sobre las enfermedades y los remedios de las mujeres’) o la muy influyente Aspasia (siglo IV).
Hasta 1910 no se normalizó el acceso universitario a las mujeres
Nombres clásicos
Las citadas, y algunas más, suponían excepciones en un sistema que oficialmente vetaba estos estudios a las mujeres. Y eso que, por ejemplo, aún hoy tratamos hemorroides o varices (no solo vivía de la ginecología) mediante variantes de los procedimientos desarrollados por Aspasia. Y el asunto no iba a ir a mejor en fechas posteriores. Véase si no el caso de Dorothea Christiane Leporin (1715-1762).
La hoy prestigiosa científica (también figura en las enciclopedias como Dorothea Erxleben, por su apellido de casada), madre del naturalista Johann Christian Erxleben (1744-1777), uno de los fundadores de la moderna veterinaria, acabó por escribir un entonces polémico libro: ‘Una investigación profunda de las causas que evitan que el sexo femenino curse la universidad’. Fue la primera mujer que obtenía (en 1754) un doctorado en medicina en Alemania.
El tabú del médico examinando mujeres generó a las parteras
El caso español
Otras mujeres iban a lograr, por primera vez en sus respectivos países, la titulación médica, como Elizabeth Blackwell (1821-1910) en Estados Unidos (en 1849) o Elizabeth Garrett Anderson (1836-1917) en Gran Bretaña (en 1865). En el caso de Aleixandre, se examinaba del grado de licenciatura el 18 de junio de 1889 (había entrado en la carrera con el curso 1883-1884).
Sin embargo, la Sociedad Ginecológica Española, fundada el 23 de abril de 1874 (por lo que se convierte en la primera europea de ámbito nacional) le negó el acceso, el mismo año en que la nombraban presidenta honoraria de la sección de medicina pública y especialidades del ‘Primer Congreso Médico Farmacéutico’. Al final, la admitieron (fue la primera), y llegó a responsabilizarse del discurso de apertura en 1904.
La Sociedad Ginecológica Española le negó el acceso
Cargos y patentes
Para entonces, ya se había fogueado como médica en la madrileña Casa de Maternidad e Inclusa de la Beneficencia Provincial y en el Hospital Princesa de Madrid, y como ’socia corresponsal’ del Instituto Médico Valenciano. Mantuvo una sección dedicada a la medicina femenina en la publicación quincenal ‘La medicina social española’ (1916-1920), y en 1928 era nombrada presidenta honoraria de la Asociación de Médicas Españolas.
Además, patentó en 1910 varios aparatos ginecológicos. Aunque procedía de una familia con posibles, de padre representante comercial, resultó difícil para quien, tras obtener el bachillerato (en 1883, en el instituto valenciano Luis Vives), había llegado a lo máximo a que podía aspirar académicamente una mujer, al lograr la cualificación como maestra en la Escuela Normal Femenina de Valencia. No se conformó y se matriculaba en la Facultad de Medicina valenciana.
El legado
Época curiosa para los médicos (en 1885 hubo un brote de cólera en el ‘cap i casal’ que, extendido a la península, provocó 119.493 muertes). Pero no era la única estudiante: tuvo como compañeras a la también gran ginecóloga Manuela Solís Clarás (1862-1910), valenciana, o Sinesia Pujalte Martínez (nacida en 1878 en La Unión, Murcia, aunque desconocemos cuándo falleció), quien abandonaría en quinto curso para retomar la carrera en Barcelona.
Pero sirvió de inspiración a otros nombres femeninos de la profesión, como la alicantina, de Granja de Rocamora, María Dolores Martínez Rodríguez (de quien sabemos que nació en 1872), primera farmacéutica licenciada por la Universidad de València (en 1893). Y nos dejó inventos como su aparato con pesas para fortalecer el suelo pélvico y evitar el descenso de la matriz, que aún se usa (bueno, ahora lo llamamos ’bolas chinas’). Y pensar que la rechazaron.