Cuando en Altea se habla de l’Olla todo adquiere un cariz especial. L’Olla es, como en la canción del inolvidable Antonio Vega, el sitio del recreo de tantas y tantas generaciones que encontraron en este rincón de la Villa Blanca, ese que en pleno siglo XXI sigue sabiendo y oliendo a Mediterráneo en estado puro, esa patria que Rilke, en una de las reflexiones más sabias y bonitas de la historia, situó en la infancia de cada cual.
Y no. En l’Olla, al contrario que en la canción, no se divisan infinitos campos, pero sí un azul interminable e insondable; y el lugar donde parece que un día germinó la semilla del cielo azul, donde pudo originarse la primera luz o donde el viento puso el mundo a bailar.
Siempre la pólvora
Por eso, porque l’Olla es infancia y Mediterráneo. Es un atardecer calmo de verano y la más fiera tormenta de invierno. Es ocio a la orilla del mar y el recuerdo del pescador que jamás regresó. Es Altea y el infinito que llega a Estambul. Por eso, en definitiva, l’Olla es la historia misma de tantas y tantas generaciones de alteanos. De amistades y enemistades. De amores y desamores. De vida y muerte. Y, claro, de luz. De fiesta. De comida y bebida compartidas. Y pólvora, siempre la pólvora.
Además, todo eso se dará la mano el próximo día 10 de agosto, cuando la Cofradía del Castell de l’Olla vuelva a congregar en esa playa, a tiro de piedra de la isla que le da nombre, a decenas de miles de almas para contemplar cómo la noche se torna en día, y el silencio secular del mar eterno se rompe en un estruendo de explosiones con la 36ª edición del mayor espectáculo piroacuático del Mediterráneo.
En la noche del día 10 de agosto el Castell de l’Olla volverá a iluminar la bahía de Altea
Dos generaciones de cofrades
Sólo dos veces, aquellos veranos de la maldita pandemia, tuvimos que dejar pasar el fin de semana más cercano a Sant Llorenç sin esa cita mágica que, desde que naciera del empeño del añorado Barranquí, y del trabajo sin descanso de todos los cofrades que hoy siguen al pie del cañón, ya muchos de ellos de segunda generación, se ha erigido como el punto álgido del verano alteano.
Dos generaciones ya de cofrades que saben engatusar a lo mejor de la sociedad y de la cultura alteana y valenciana para, entre todos, convertir el Castell de l’Olla en esa cita universal e ineludible que es hoy en día. Ejemplo de ello, uniendo su nombre a la larga lista de los que les precedieron, el pintor Miguel Soro y el músico Josep Vicent, autor del cartel anunciador y pregonero, respectivamente, este 2024.
Este 2024 el mayor espectáculo piroacuático del Mediterráneo llegará a su 36ª edición
Habrá sorpresas
Y así, casi sin quererlo y sin darnos cuenta, han pasado doce meses desde la última vez. Desde la del debut de Vulcano como pirotecnia encargada de tomar el testigo del histórico Ricardo Caballer. Doce meses que, de repente, se convirtieron en sólo unos pocos días cuando el primer viernes del mes de julio todos los amigos del Castell se juntaron, un año más, en casa del presidente de la Cofradía, José Pérez Gorgoll, para la tradicional ‘dinà’ que marca el inicio de la cuenta atrás final.
Allí, con ojos de niño, Soro lo observaba todo y reconocía que todavía no sabía qué iba a plasmar en su cartel anunciador. A su lado, Josep Vicent parecía tomar notas mentales de todo lo que ocurría, y decía que ya tenía alguna cosa apuntada a vuelapluma en un papel, pero ni mucho menos el pregón. Y Fernando Trotonda, el ‘pirotècnic’ de todo esto, prometía novedades y sorpresas. ¿Cuáles? Habrá que esperar al diez de agosto para saberlo.