Lo suyo podía ser ir a un novenario, que no iba de rezos, sino de un tratamiento de nueve días, o simplemente de, durante una temporada, mayor o menor, ir a ‘hacerse las aguas’. O sea, irse de balneario, una suerte de mixtura entre un hotel y unos baños públicos, con aguas mineromedicinales. Un invento de los romanos, aseguran que allá por el 25 a.C.
Por Centroeuropa, el balneario checo de Teplice funciona al menos desde el siglo XII; y por España, el extremeño de Alange nació a partir de unas termas romanas del III reconstruidas el XVIII. Una centuria antes del auge de la cultura de los balnearios, con sus aguas convenientemente medicalizadas, bajo control facultativo. ¿Y qué ocurre por estos lares, los de la Comunitat Valenciana?
En comunidad ajena
No es raro, durante fines de semana o puentes festivos, ver marchar a caravanas de alicantinos a cualquiera de las por aquí más famosas termas decimonónicas murcianas: el pinturero (por los coloretes) complejo presidido por el hotel-balneario de Fortuna-Leana, de 1860; o más aún (porque Ikea pilla antes de paso por autovía) el hoy totalmente modernizado (aunque conserve el complejo original) de Archena, de 1878.
Mientras en la provincia se espera a que se recuperen los de Monforte del Cid (Vinalopó Medio) o de Aigües (l’Alacantí), algo que nunca parece llegar, las gentes parecen asociar mentalmente los anteriores establecimientos a la Comunitat Valenciana, pese a estar en una contigua. Sin embargo, por aquí ya existen unos cuantos balnearios, no tantos ni tan cercanos como la gente parece demandar.
En España, el de Alange nació de unas termas del siglo III
Líquidos medicalizados
Estamos hablando del balneario de alma decimonónica, y no de los innumerables ‘spa’ (‘salus per aquam’, salud a través del agua), generalmente asociados a hoteles y en el fondo reediciones en principio menos espectaculares de aquel. Con sus excepciones, como el hotel-balneario de la urbanización Marina d’Or, en Oropesa (Plana Alta), cuyas instalaciones no dejan de recordar, estilo hotel Las Vegas, a los antiguos establecimientos mineromedicinales.
Eso sí, eliminando totalmente la coartada medicalizada. Pero ya tenemos reseñado un primer balneario. Ahora acerquémonos a esa antigüedad que mentalmente le aplicamos a estos centros de pasarse el día a remojo. Y para este tipo de comercios, el prototípico podría ser el de Cofrentes (Valle de Ayora), con sus aguas sulfurosas causadas por una actividad geotermal que muy antaño tuvo origen volcánico.
Cofrentes no es un cráter, aunque sí existen afloramientos volcánicos
De pasado volcánico
Pero no, Cofrentes no es un cráter apagado, pese a que sí existen afloramientos volcánicos por el lugar, en los cerros de Agrás, del Fraile y del Castillo. Recuerdos de un pasado convulso muy remoto. Posee, eso sí, la sombra para muchos de la central nuclear (activada en 1984), por donde la fuente Batriz. Refrigera gracias a las aguas del Júcar, pero que se sepa no las ‘irradia’.
Así que bañarse en el balneario (1902) no deja de ser una atractiva opción. El establecimiento, a las afueras de la población, vierte sus aguas en el Cabriel, que a su vez se convierte justo en este municipio en el principal afluente del Júcar. El lugar sigue conservando su aspecto veterano, convenientemente encalado, con la sensación de pequeño pueblo y, de puertas adentro, las instalaciones modernizadas sin perder la sensación decimonónica.
El director del de Aigües analizó las fuentes del de Cabriel
Agrupación acuosa
Aún más fuerte resulta la inmersión en el de Villavieja (Plana Baja), en plena población, frente a la plaza-calle con la iglesia de la Sagrada Familia. En su fachada: ‘Termas agrupación de balnearios’. En el interior, casi la explicación: “La primera utilización de las termas de Villavieja data de los romanos. En el siglo XIX existían en la población once establecimientos, siendo este el único que continúa la actividad, fruto de la ‘agrupación’ tras la postguerra”.
El manantial de Fuente Podrida es el origen de nuestra siguiente cita: el hotel-balneario del Cabriel, en Requena (Utiel-Requena), con su aspecto de hacienda o misión en medio del bosque (en el parque natural de las Hoces del Cabriel). Arrancó poco a poco, desde el hontanar original, en el siglo XIX. El médico Joaquín Fernández López (1838-1868), quien dirigía el ahora desterronado establecimiento de Aigües, hizo en 1850 un pormenorizado análisis de sus fuentes.
Candados y carreteras
Bueno, gracias a aquel ya supimos que su característico olor a huevos podridos lo provocan sus aguas ‘sulfurado-cálcicas y sulfhídricas’, como señalan hoy desde el propio balneario. Se encuentra ahora muy enfocado, como en la práctica la mayoría de ellos, a la tercera edad; aunque obviamente abiertos a todo tipo de turismo, especialmente el familiar. La elección siempre está entre alojarse por una temporada o simplemente ir a pasar el día.
Esta última, desde luego, parece la favorita en Marina d’Or, pero lo de tranquilizarse una temporada a remojo resulta atractivo. Aunque poco más ahí. La guerra civil cerró muchos, pero la actualidad ha clausurado más. El de La Alameda, en València capital, abierto a comienzos del XX, cerrado en 1986, reinaugurado en 2006, volvía a echar polémico candado en 2022. Mientras, la gente sigue tragando kilómetros para ‘hacerse las aguas’.