Entrevista > Pablo Andújar / Extenista profesional (Cuenca, 23-enero-1986)
Pablo Andújar decidió en noviembre de 2023 poner punto y final a una larguísima y exitosa carrera en el tenis profesional. Lo hizo feliz, admite, sabedor que era una decisión que rotaba en su cabeza desde hace años. Nacido “casi por casualidad” en Cuenca, donde trabajaba su padre, nos contará cómo fueron sus primeros pasos en el deporte de la raqueta y momentos claves, como su mejor partido, precisamente uno que perdió, frente a Rafa Nadal.
También nos desvelará una bonita anécdota que le brindó la generosidad y humanidad de Roger Federer y cuáles son sus pasos tras la retirada, vinculados a la Copa Faulcombridge, cuya próxima edición tendrá lugar en octubre. Jugador de tierra batida, con el paso de los años se fue adaptando mejor a superficies más rápidas, gracias a un juego sólido desde fondo de pista, un más que aceptable servicio, una poderosa derecha y un consistente revés a dos manos.
Aunque es miembro de la junta directiva de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP), como representante de los jugadores -y estar perfectamente formado-, no se ve a día de hoy como entrenador, “pues lo peor del tenis, después de las lesiones, son los viajes; y dejé de jugar para estar más tiempo con mis cuatro hijos”.
«Fue como un regalo mis últimos años, hasta que la motivación, mi cabeza y mi físico dijeron basta»
¿Ha sido duro retirarse?
Es algo que mi cabeza llevaba tiempo madurando: poco a poco fui creando, en los últimos tres-cuatro años, una postcarrera, que es mi momento actual. De hecho, en mi último año apenas jugué cuatro o cinco torneos, es decir, estaba semiretirado, pero me hacía ilusión decir adiós en València.
Al final han sido casi veinte años de carrera.
Tuve en mente retirarme en 2016 o 2017 por una grave lesión de codo que sufrí. Pero al regresar y volver a entrar en el top cien, esos años me los tomé como un regalo, hasta que la motivación, la cabeza, mi físico y mi idiosincrasia familiar me hicieron dejarlo.
¿Cómo recuerdas tus primeros años?
Con apenas seis años empecé a jugar en el Club de Tenis El Collao de Manises de la mano de Juanjo Cabrera, cliente de la tienda de animales que mi madre poseía en Benimaclet. Gracias a él y al grupo de amigos que tenía me fue gustando el tenis e iba los fines de semana a pasármelo bien.
A partir de doce-trece años, me convertí en uno de los mejores de la Comunitat Valenciana y desde los catorce gané siempre el torneo autonómico (de mi edad). A los dieciocho, tras hacer selectividad, mis padres me dieron un margen de dos años para ver cómo me iba en el tenis profesional.
«Existe mucho respeto entre los jugadores, que formamos un ‘circo’ que va cada semana a una ciudad»
El siguiente paso, ¿cuál fue?
Al año o año y poco ya fui independiente. A los veinte me impuse en mi primer Challenger y dos temporadas después estaba entre los cien primeros del ranking. Mis comienzos no fueron los de un crack, ni mucho menos, pero se puede decir que las etapas de Futures y Challenger -torneos menores- las superé relativamente rápido.
¿Cuán sacrificado es el tenis?
Es un deporte que te curte bastante, da unos valores que posteriormente te ayudan en la vida, haciendo que madures mucho antes. Más allá de los éxitos, la carrera de tenista te aporta muchísimas cosas, experiencias que la vida de un estudiante no te ofrece.
Es un deporte de caballeros.
Existe mucho respeto entre los jugadores, porque se sabe lo duro que es. Pero también somos como un ‘circo’, que cada semana va a una ciudad diferente y entre los integrantes debemos ganarnos el pan. Es lógico y normal que se creen ciertas tensiones entre nosotros, porque todos queremos ganar.
Sin embargo, considero que el tenis sigue siendo un deporte de caballeros, respetuoso; y, en general, las imágenes que brindan los tenistas a los aficionados son muy positivas.
«Es lógico y normal que se creen ciertas discrepancias entre nosotros, porque todos queremos ganar»
¿En el circuito se pueden tener amigos?
Es difícil, a propósito de lo que acabo de explicar. Al final, por muy amigo que sea, al día siguiente el objetivo es ganarle y es complicado que no haya instantes de tensión. El hecho de encariñarse tampoco es bueno…
Ni siquiera cuando haces dobles, porque es como una convivencia: los dos están para ganar, pero uno puede tener un mal día y eso crea discrepancias y malos rollos. Las parejas doblistas no son eternas, la historia lo señala; van cambiando y es difícil que, al rotar, se siga manteniendo la amistad, pues si se han separado es por algo.
¿Cuál fue tu mejor partido?
Las semifinales de Río 2014 frente a Rafa Nadal, un choque que precisamente perdí -en tie-break en el tercero- después de disponer de dos match points. También el partido frente a Dominic Thiem en primera ronda de Roland Garros 2021, a quien derroté tras ir dos sets a cero.
¿A vuestra generación os fue bien estar a la sombra de Rafa?
Tenía cosas positivas y negativas, ganando por mucho las primeras. Los que hemos podido convivir con Rafa somos unos afortunados; todas las miradas y la presión mediática se focalizaban en él, lo cual nos liberaba a los demás.
Nadal tiene y muestra unos valores muy buenos, y también sobresale la evolución que ha tenido como persona. Siempre ha querido optimizar su tenis y por eso ha sido tan bueno tantísimos años.
«Mi mejor partido fue las ‘semis’ de Rio 2014 contra Nadal, que perdí tras dos match points a mi favor»
Tu mejor recuerdo, ¿cuál es?
Posiblemente cuando gané en Marrakech tras la lesión, en 2018, y la mencionada victoria sobre Thiem, porque fue muy emocionante, emotivo. Jugar en la pista Philippe Chatrier es una mezcla de responsabilidad, presión y, al mismo tiempo, felicidad, por lo que tienes delante. Es un poco como un agradecimiento al tenis.
En 2015 llegaste 32 al mundial, ¿qué te faltaba para subir más?
Puede que creérmelo más, además de haber pillado una mejor continuidad de torneos, ser algo más estable. Ese año venía jugando realmente bien, con números de top treinta, y me lesioné, sin ser ninguna excusa.
Estaba en un momento excelente de madurez, con veintinueve años, y me pasó lo del codo. Sí es verdad que me faltó una pizca de estabilidad y ser menos emocional.
Tienes una anécdota preciosa con Federer.
Sí, le gané en Ginebra 2021 y una semana más tarde comenzaba Roland Garros. En el vestuario nos cruzamos, me saludó y al rato me trajo un libro, un cómic, sobre él, para mis hijos. Le dije entonces que me haría mucha ilusión que me lo dedicara.
Fue un detalle superhumano que llevaré siempre en el corazón, porque me llenó muchísimo que un jugador de su grandeza se acordara de que tengo hijos.
«Los que hemos podido convivir con Rafa somos unos afortunados; todos los focos se centraban en él»
¿Haber coincidido con Nadal, Federer y Djokovic ha sido positivo?
Sin duda. El haber compartido con esos jugadores un momento histórico es una suerte, pese a dejar menos huecos a las sorpresas. Jamás hubiera ganado un Grand Slam aunque ellos no hubieran estado, quizás sí David Ferrer o Tomas Berdych.
¿Qué representó que una pista de la Ferrero Tennis Academy lleve tu nombre?
Me hizo muchísima ilusión. Es lo que siempre digo, que son una familia. Es un centro muy grande, que no para de crecer -porque tienen mucha demanda y hacen bien las cosas-, pero no han perdido la esencia.
La primera vez que acudí, hace muchos años, había apenas dos pistas. Estuve una semana durmiendo en la misma casa donde vivían seis o siete chavales, mayores que yo, uno de ellos Juan Carlos (Ferrero), y cocinaba la madre de Toni (Martínez Cascales). Siempre he mantenido una excelente relación con esa academia, con mucho cariño por ambas partes. Además, he ganado los cuatro torneos que allí he disputado.
A los jóvenes que sueñan con ser tenistas, ¿qué les dirías?
Obviamente depende mucho de la situación en la que estén, pero siempre digo que en el tenis debes tener mucha vocación y pasión, sentir que deseas ser tenista. Si no es así, si todos los esfuerzos que se hacen se toman como que pierdes algo, lo mejor es dejarlo.
En el tenis se tienen que hacer esfuerzos a diario. Por eso, la decisión de ser tenista debe ser única y exclusiva de uno mismo. En mi caso, todo lo que dejaba atrás, lo hacía feliz y contento.
«En el tenis vas a tener que hacer esfuerzos a diario, por eso debes albergar mucha vocación y pasión»
¿No están muy influenciados por las redes sociales?
No lo sé. Lo que sí es una evidencia es que la sociedad ha cambiado: ahora es muy difícil evitar que el deportista escuche el ‘ruido’ de la información, ya sea en redes o cualquier medio. La cuestión es cómo eres capaz de lidiar con eso, con esas críticas o ese ensalzamiento; ahí está la clave.
Antes estábamos mucho menos expuestos: tirabas o rompías la raqueta, como Carlos Alcaraz en Cincinnati, y no se enteraba nadie. A día de hoy tenemos que leer que es un malcriado, un maleducado. ¡En absoluto! Antaño no se entraba ni en el debate, mientras ahora la información es tan rápida y llega a tanta gente… No podemos criticar a esta generación porque sean menos estables o más débiles de cabeza, sino que es una situación totalmente nueva.
Háblanos de tus nuevos proyectos, como la Copa Faulcombridge.
El inglés Alfred Faulcombridge, exportador de naranjas, fue el fundador del Club Tenis València. En 1933 la entidad llamó a su propio torneo la Copa Faulcombridge y en los años sesenta-setenta fue una competición de renombre, pasando por ella Manolo Santana, Manuel Orantes o Björn Borg.
Seguidamente el circuito ATP, de reciente creación, provocó que fuera perdiendo nivel, hasta que pasó a ser un torneo nacional de jugadores que ya estaban de vuelta. En 2002 se hizo una edición Challenger, que ganó Ferrer y al año siguiente nació como torneo 250, bajo el nombre de Comunitat Valenciana.
¿Cuál fue tu propuesta?
Recuperar el nombre original, como hicimos, en 2022. El pasado año fue la segunda edición, en el noventa aniversario de su fundación, y tuvimos una gran final, entre Roberto Bautista y Fabio Fognini. Este año somos Challenger 125, la mejor categoría dentro de este circuito.
Se disputará del 7 al 13 de octubre, unas semanas más tarde que la Copa Davis, que se hará por último año en nuestra ciudad.