En un extremo aparece la casa consistorial. En el otro, la parroquia de Nuestra Señora del Don. Entre medias, a ambos lados, diversos bares y restaurantes. Y, por supuesto, el Centro Cultural Recreativo, epicentro social desde hace décadas de Alfafar. Así se distribuye la plaza del Ayuntamiento de nuestro municipio. Y en ella la vida fluye. Sobre todo una vez la tarde avanza y comienza a caer la noche.
La antigua plaza de la Foia, como reza una placa en el lateral del consistorio, acoge actividades de todo tipo. Desde las deportivas hasta las sociales. Y de todas las edades: desde chiquillos dándole al balón frente a una portería improvisada, hasta ancianos sentados en un banco repasando cómo ha ido el día. Ya no hay cole, ya no hay trabajo y qué mejor lugar para el esparcimiento que la propia plaza del Ayuntamiento.
Sin tráfico rodado
Así se ha hecho siempre. En los pueblos la tradición resiste con mayor facilidad. Cenas, coges un bocata y sales a la calle con los amigos. A reunirte con la novia. A pasear al perro antes o después de la cena. A rebajar el ‘soparot’ dando un paseo con tu pareja. A dar una vuelta y saludar a los vecinos.
En el ‘cap i casal’ se ha intentado en diversas ocasiones dinamizar la vida en su plaza Mayor. Ese lugar que tantas veces ha cambiado de nombre según el momento político: que si plaza del Caudillo, que si plaza del País Valencià… Los nombres han sido muchos y de variada orientación ideológica.
Desde hace unos años, dicha plaza trata de expulsar el tráfico rodado sin atreverse a una peatonalización absoluta. Sería una decisión muy atrevida. Sin paso de vehículos los negocios también se resienten. La presión es fuerte. Se trata de buscar un equilibrio. Alfafar lo tiene claro: sin tráfico de vehículos, pese a que en ocasiones alguna intrépida motocicleta se cuela de aquí para allá.
Tras la jornada doméstica apetece salir a la fresca y charlar con los vecinos de toda la vida
Salir de casa
Para muchos vecinos de Alfafar, el final del día representa el momento de salir de casa. O bien porque deja de hacer tanto calor, o bien porque el trasiego del día se reduce y las calles y la propia plaza del pueblo resultan más amables para el paseo. Es el caso de las personas de mayor edad. Tras la jornada doméstica apetece salir a la fresca y charlar con los vecinos.
Con sombrero. Con bastones. Algunos con ‘tacataca’. Cualquier elemento que permita acercarse a ella es bienvenido. Los vecinos de mayor edad se juntan en torno a algún banco. Se sientan pausados y comienzan a charlar. Bien en valenciano, bien en castellano. Cambian de lengua con naturalidad, como siempre se ha hecho por estas tierras.
Alguno llega a la plaza con un libro. Otro con un teléfono móvil que todavía no termina de entender y pregunta a sus compadres en busca de ayuda. ‘A poqueta nit’ van pasando los minutos. Todos se han puesto al día y lentamente abandonan su banco hasta el día siguiente, ahí mismo, en la plaza del Ayuntamiento.
La antigua plaza de la Foia, como reza una placa en el lateral del consistorio, acoge actividades de todo tipo
Partidillos improvisados
Casi enfrente, no muy lejos de los ancianos, se amontonan dos grupos de varias mochilas o sudaderas enrolladas. Perfectamente alineadas y a una distancia suficiente como para dar a entender que eso se trata de una portería de fútbol. Varios chavales del pueblo han improvisado un partidillo. Dos equipos más o menos equilibrados en número.
No hay equipaje. Algunos, para evitar la sudoración del ejercicio, han decidido quitarse la camiseta. Cada uno sabe en qué equipo juega. Se pasan el balón, regatean, se recriminan no jugar más el uno con el otro y golpean la pelota con fuerza. El balón sale despedido varios metros más allá. Siempre hay algún paseante que lo devuelve.
Media docena de bares y restaurantes se distribuyen por la amplia plaza del Ayuntamiento
Paseos perrunos
De aquí para allá, de manera más errática, van los dueños de los perros. Todos cumpliendo la normativa de llevar a sus mascotas atadas. Perros de distintas razas. Algunos se acercan para hablar con otros paseantes y que los perros se encuentren, saluden y socialicen.
Otros paseantes eluden el trato con los vecinos. Bien porque están hablando por el teléfono móvil, bien porque su tiempo para el paseo perruno es muy corto y no les da para ‘xafardejar’. El ir y venir de dueños y perros es otra constante de esta simbólica plaza.
Oferta gastronómica
No todos llegan a la plaza una vez que han cenado. O apuran la tarde antes de cenar en casa. Los hay que prefieren darse un respiro en la cocina y acudir a la plaza del Ayuntamiento y, ahí, picar algo y darse una cena relajada. La oferta gastronómica entre el consistorio y la parroquia es muy amplia.
Media docena de bares y restaurantes se distribuyen a lo largo de su perímetro. Nuevos, de toda la vida, de picoteo, de mesa y mantel, los vecinos de Alfafar tienen donde elegir. El decano, sin duda, es el Centro Cultural Recreativo, emblemático lugar con tintes modernistas muy querido en el pueblo y al que ya dedicamos un merecido reportaje en este periódico.