Entrevista > Diego Coello / Fotógrafo (Altea, 24-septiembre-1955)
Aunque el recuerdo de su rostro esté, para muchos, escondido siempre detrás de una cámara, medio siglo de congelar en el tiempo los momentos más felices (con curiosas excepciones, como explica en esta entrevista) de las gentes de Altea han convertido a Diego Coello en uno de los vecinos más conocidos y queridos de la Villa Blanca.
Por delante de su objetivo han pasado infinidad de escenas, así como rincones de su pueblo que, con el paso de los años, han cambiado o desaparecido. Él y su obra, tanto sus fotos como sus muchos artículos en prensa, son memoria pura de Altea.
«Gracias a mi trabajo y a la fotografía he podido plasmar hechos históricos y fotografiar a personas que ya han pasado»
Con tu labor como fotógrafo, de alguna manera te has convertido en notario o cronista de Altea y de toda la Marina Baixa, porque las fotografías también sirven para eso: para contemplar a través de ellas el paso del tiempo y los cambios en la tierra y sus gentes.
Hombre, visto así es verdad. Gracias a mi trabajo y a la fotografía he podido plasmar hechos históricos y fotografiar a personas que ya han pasado. Lógicamente, la fotografía es distante, pero luego el tiempo pasa y se convierte en el recuerdo que tenemos visualizándola.
Y como tú has dicho, no solamente de Altea, sino de la comarca. Gracias a Dios, la gente ha confiado en mí y he ido a hacer las fotografías de Fiestas de La Nucía, de l’Alfàs, de Calpe, de Benissa… Pero, principalmente, mi trabajo ha sido desarrollado en Altea.
Altea, para un fotógrafo, debe de ser una de las plazas más complicadas que existen, porque ha sido fotografiada desde tantos sitios y de tantas maneras distintas que imagino que ya no debe haber ni un solo rincón que no haya salido ya, por lo menos y como mínimo, en una foto. ¿Cómo buscas ese encuadre distinto que haga que tu imagen de la cúpula, de las calles, del puerto o de la bahía sea una imagen diferente?
Altea, como tú dices, ha sido muy fotografiada y lo sigue siendo porque está de moda en las redes sociales. El boom de Instagram o de YouTube está ahí. Pero me voy a ir atrás en el tiempo, a finales del siglo pasado. En los años noventa no había internet y, por supuesto, no había Instagram ni Facebook. Eso hace que hubiera menos imágenes de la Villa Blanca.
Pero incluso entonces, siempre buscaba esa imagen que fuera diferente. Sin embargo, y te lo digo por experiencia, al estar viviendo en ese mismo sitio, muchas veces no te fijas en lo bonito que es el pueblo en el que vives y los espacios y rincones que tienes tan cerca.
«Para encontrar ese encuadre diferente, tengo que poner los ojos de forastero y descubrir rincones por los que he pasado muchas veces y no había apreciado»
El hecho de que otros compañeros te pidan recomendaciones sobre lugares en Altea para fotografiar, ¿cómo ha cambiado tu forma de ver la Villa Blanca?
Ha habido muchos compañeros fotógrafos, de otras ciudades, que me llamaban y decían: “oye, ¿por qué no me dices sitios de Altea para fotografiar a los novios o para hacer una sesión de fotos?”. Y ahí es donde yo me hacía esa pregunta tan importante: ¿cómo vería yo Altea desde fuera, con ojos de forastero?
Por lo tanto, esa es la respuesta. Para encontrar ese encuadre diferente, tengo que poner los ojos de forastero y descubrir rincones por los que he pasado muchas veces y no había apreciado.
Eso sucede también, y lo sabes porque eres colaborador de la prensa. Muchas veces nos piden desde fuera que hagamos reportajes de cosas que nosotros damos por sentadas y, sin embargo, levantan mucho interés fuera. ¿Esos encargos te han ayudado a ver las cosas, como has dicho, con los ojos de un forastero?
Claro, también. Llevo escribiendo en prensa desde mayo de 1983. Durante estos más de cuarenta años he cubierto noticias de Altea y de otros lugares de la comarca, y es verdad que al buscar esa noticia, como tú dices, no las encuentras porque nosotros ya lo vemos como algo normal.
Sin embargo, tienes que pensar siempre que hay que escribir para el lector de fuera. Además, desde que está internet, hay que pensar en escribir para el lector extranjero, incluso. Describir aquello que está ocurriendo de una manera que, a lo mejor, tú la ves normal; pero transmitirla de una manera que también llame la atención.
La Villa Blanca y la Marina Baixa son grandes destinos turísticos. ¿Has sido cuidadoso tanto en la imagen como en el texto a la hora de retratar o contar algo de tal manera que no afecte de forma negativa al destino?
No. Al menos, éticamente no se debe hacer. Dicho esto, es cierto que hay noticias, por ejemplo, de fiestas o de turismo, en las que cuentas lo más bonito, porque no es necesario ni tiene interés que cuentes la parte fea.
Pero cuando ha surgido cualquier noticia de índole político, he contado lo que ha habido. Al fin y al cabo, eres el transmisor de lo que ocurre. Ha habido veces en que políticos de un signo y de otro no han visto bien que se publicara lo que ocurría, pero al final han reconocido que era verdad y que no tienen por qué matar al mensajero.
«La fotografía, el vídeo y la palabra pueden convivir sin pelearse»
Un vídeo, una fotografía o la palabra. ¿Qué transmite más verdad?
¡Difícil pregunta! La imagen de una fotografía sólo hace que la visualización acapare la atención de la persona que está mirándola y que, a través de ello, surjan preguntas que cada observador pensará de una manera dependiendo de sus circunstancias personales e, incluso, culturales.
El vídeo te lo da más hecho. Con la palabra, puedes describir lo que está ocurriendo. Creo que pueden convivir las tres sin pelearse.
Si hiciésemos una exposición o publicásemos un libro recopilatorio de tantos años de fotografía, ¿tienes clara cuál sería la primera imagen que deberíamos ver?
Primero, nunca me he planteado hacer un libro, con lo cual me quedo un poco en blanco. Pero dependería de la temática de ese libro. Podría ser de calles, de paisajes, de personas, en mi caso particular, de reportajes de boda o de fiestas…
Pero a la hora de seleccionarla, como estamos tan invadidos de imágenes, buscaría una imagen de hace tiempo. De hace treinta o cuarenta años para que la gente viera cómo era Altea, cómo eran las modas, la ropa… en comparación con la actualidad.
¿Nunca te has planteado un proyecto así?
Empecé a hacer fotografías de boda con dieciséis años y comuniones con catorce, ayudando a mi padre. Él empezó la saga y mi hijo continúa ahora. Bueno, la primera boda que hice fue con dieciséis años y acabé con 56, o sea, que hice cincuenta años seguidos de bodas. Una de mis ilusiones es hacer una exposición de ello.
Creo que es algo que cuenta mucho de la sociedad: los vestidos, los lugares que se elegían, la ropa que llevaban los invitados (ese paso desde las maxifaldas por el tobillo a la minifalda), la manera en que iban los novios por la calle, los peinados…
«El encargo más raro que he tenido fue en un funeral. Eso no fue muy agradable»
Pues te iba a preguntar si aquello de la BBC (bodas, bautizos y comuniones) no es una temática que te aburriera, pero ya veo que no.
El fotógrafo de bodas ha sido el fotógrafo denostado. El de moda era el top, el mejor; después venía el fotoperiodista, el social, el de eventos. Pero el de bodas no era un fotógrafo bien considerado dentro del ramo.
Sin embargo, el fotógrafo de bodas ha demostrado que es todo lo anterior. Es fotógrafo de moda, porque fotografía a la novia. Es fotógrafo social, porque fotografía todo lo que rodea ese evento. Es fotógrafo de retrato, porque fotografía a la persona. ¡Y tiene mucha paciencia! Hay que tener psicología.
Lo bonito de mi profesión, al menos lo que yo he vivido, es que participo de los momentos más felices de la gente: bautizos, bodas, comuniones. Somos los notarios de esas vivencias.
El otro día leía un artículo que me hizo mucha gracia: una drag queen contaba que un chico la contrató para actuar en el entierro de su padre, que era muy homófobo. Evidentemente, es un encargo muy raro. ¿Recuerdas algún encargo muy extraño?
Sí, y, además, también fue en un funeral. Eso no fue muy agradable. Me chocó mucho que me dijeran: “Diego, ven, quiero que me hagas una foto, porque quería mucho a mi mujer y quiero tener el recuerdo”. Desde ir a la casa donde estaba el féretro con los cuatro cirios hasta que viene la funeraria, se lleva al féretro, va a la iglesia y el entierro, y el depósito del ataúd en el nicho.
Iba bastante preocupado porque tenía que sacar bien el reportaje. Era fotografiar todo lo que ha pasado, pero al mismo tiempo no paraba de mirar a la gente que me miraba con cara rara, porque decían: “¿qué hace este haciendo las fotos de un entierro?”.
¿Digital o carrete?
Pues por la facilidad que hay de tener en una misma cámara diferentes sensibilidades, el digital facilita mucho. Antes tenías que ir con una cámara de ISO 125, otra de 400… Tenías que llevar con varios equipos.
El digital lo ha facilitado mucho, pero no cabe duda de que la película tiene esa cualidad de lo tangible, que se puede tocar. Es igual que leer el periódico en papel o en una tablet.
«Empecé a hacer fotografías de boda con dieciséis años y comuniones con catorce, ayudando a mi padre»
Me lo acabas de decir, pero ¿papel o pantalla?
Papel. Siempre.
¿Blanco y negro o color?
Personalmente, blanco y negro. Lo que te transmite la imagen en blanco y negro es algo especial. Posiblemente, sea porque ahora hay demasiado color. Las televisiones en color, las pantallas en color…
Ahora, me lo contaste hace poco, te ha dado por matricularte en la universidad para estudiar Geografía e Historia. ¿Qué momento histórico te gustaría haber tenido la oportunidad de fotografiar?
De repente, me viene a la cabeza el sermón de la montaña de Jesús.
«Lo que te transmite la imagen en blanco y negro es algo especial»
¿Cuál es la foto que no has hecho nunca o que, pese a haberla intentado mil veces, no has conseguido hacer que quede como tú quieres?
En la Marina Baixa hay lugares preciosos desde la costa al interior. Está Benidorm con sus edificios, que son el skyline por antonomasia de Europa. Está Altea. Pero también tenemos pueblos como Polop, La Nucía, Guadalest…
La verdad es que no lo he pensado, pero me iría a los pueblos de la montaña, porque allí se vive de una manera más humana, más cercana entre los vecinos. Da gusto incluso hablar con la gente, estar allí, porque descubres muchas cosas interesantes al hablar con ellos.
A mí me gusta mucho hablar con la gente, y de ahí me surgen ideas para desarrollar algún pequeño escrito, que tengo en el cajón para que cuando me muera, si mis hijos lo encuentran, lo cojan. Me gusta fotografiar a personas, sobre todo las miradas de la gente.
El fotógrafo congela momentos en el tiempo y ahora me hablas de ese cajón con un contenido para que lo encuentren tus hijos. ¿Piensas mucho en ese día después, en cómo se te va a recordar?
En absoluto.
¿Te preocupa?
Para nada. A todos nos va a llegar ese momento. No me lo he planteado cómo se me va a recordar, pero si actúas de una manera honesta y tienes respeto y empatía con la gente… Pero no, no he pensado en un epitafio.