Existe en la Comunitat Valenciana un viejo dicho que reza aquello de que los habitantes de esta región tienen por costumbre dormir con una mano (o un pie, dependiendo de la versión) tocando el suelo. Evidentemente, esa es una clara exageración, pero refleja de manera muy clara el miedo atávico que en sus moradores le han tenido siempre a las furiosas descargas del cielo.
Las gotas frías han sido unas compañeras tan destructoras como fieles a sus cíclicas visitas de toda la zona del Levante español, y su rastro de devastación puede seguirse a poco que uno bucee en una hemeroteca. Ahora, introducida la variante del cambio climático en la ecuación, esos episodios de Depresiones Aisladas en Niveles Altos (DANA), no sólo son más impredecibles, sino que, como afirman los expertos, serán más frecuentes y, sobre todo, más dañinos.
Antes de la emergencia
Un cruel y claro recordatorio de esta cambiante realidad lo sufrieron recientemente en la vecina provincia de València, donde unas pocas horas de lluvia muy intensa sobraron para causar la mayor catástrofe natural ocurrida en la Comunitat Valenciana y en el conjunto del Estado español en décadas.
Los motivos por los que esta gota fría dejó un reguero tan inmenso de muerte y destrucción se deben de buscar en muy distintos frentes. El más polémico de todos, claro está, es el que se centra en la acción (o inacción) de las distintas administraciones que deben de gestionar una catástrofe de estas dimensiones; pero el más importante, también sin duda, está en el estudio de todos aquellos documentos y realidades que pueden ayudar a prever lo que, llegada la visita de una DANA, puede suceder.
En la Marina Baixa la mayor parte de las zonas inundables se concentran en la costa
La importancia del Patricova
Seguramente, el documento más relevante en este sentido sea el Plan de Acción Territorial sobre Prevención del Riesgo de Inundación en la Comunitat Valenciana (Patricova), un documento de acceso público y que, aunque algo complejo en su comprensión completa, debería de ser conocido por todos los ciudadanos, al menos, en lo que al territorio en el que desarrolla su día a día se refiere.
Es este documento el que, resumiendo de manera muy simplista su cometido, marca todas aquellas zonas que, ante episodios de fuertes lluvias, son más proclives a quedar anegadas por las aguas. Además, y ya profundizando un poco más en esa funcionalidad, también indica los distintos grados de peligrosidad de cada una de esas áreas.
Seis niveles de peligro
Conviene en este punto recordar que en el análisis del Patricova no se establecen los tristemente archiconocidos niveles de emergencia (que van del cero al tres), sino los niveles de peligrosidad de las distintas zonas con riesgo de quedar inundadas, y que se evalúan en una escala que va del uno al seis. Además, se añade aquí un séptimo elemento de peligrosidad que hace referencia a la geomorfología (el relieve terrestre) de cada zona.
Así mismo, el Patricova se revela como un elemento de prevención fundamental y de necesario conocimiento de la ciudadanía porque en sus muchas páginas también indica, basándose en el historial de cada zona, no sólo la probabilidad de que pueda sufrir una inundación, sino también en qué momento del año es más probable que suceda (aunque esto, con el cambio climático, es algo que debe de ser muy reevaluado).
Con el desarrollo urbanístico y turístico se ha construido en muchas zonas de gran peligro
Ríos secos
Un rápido y muy somero vistazo a lo que indica el Patricova en relación con la Marina Baixa evidencia dos cuestiones muy llamativas e importantes. La primera, claro está, es el mapa fluvial de la comarca.
Aunque por ellos casi nunca corra agua, la mayoría de los habitantes de los municipios de la zona conocen dónde se encuentran sus dos principales ríos, el Algar y el Amadorio, y también saben que en la cabecera de los mismos se ubican los dos embalses que dan de beber a la comarca y que, en caso de tener que abrir aliviaderos de urgencia, pueden causar graves problemas en el curso bajo, como sucedió hace pocos años en Altea.
Barrancos olvidados
El otro gran descubrimiento que permite realizar el Patricova en cuanto al mapa fluvial de la Marina Baixa, y eso es algo que muchos de los residentes sencillamente desconocen, es el curso de los muchísimos barrancos que bajan del interior hacia el mar, y que, en muchísimas ocasiones, discurren por zonas densamente habitadas.
Un claro ejemplo de la importancia de conocer y no minusvalorar la peligrosidad de estos barrancos (más allá del triste caso del Barranco del Poyo valenciano), lo encontramos en Finestrat. Allí, en el año 2011, una súbita crecida del Barranco de La Cala (que nace mucho más arriba, en la montaña), causó la muerte de un matrimonio británico al llevarse por delante el mercadillo municipal que se celebraba semanalmente sobre ese mismo barranco.
«Absolutamente ninguna ciudad del mundo está preparada para lluvias de 400 litros por m2» J.R. González de Zárate
La costa, sumergida
Del estudio de esas dos realidades, la de los ríos y los barrancos, se deriva la tercera mayor evidencia que deja el Patricova en relación con la Marina Baixa: la práctica totalidad de su zona costera, la más poblada con muchísima diferencia, quedaría bajo las aguas en caso de una gran inundación.
Haciendo un viaje de sur a norte de la comarca, la Vila Joiosa vive bajo la ‘amenaza’ del embalse del Amadorio y su río, que atraviesa como un puñal el centro mismo del municipio. Además, aunque se han realizado obras tras aquel desastre de 2011, el barranco de La Cala de Finestrat mantiene, según el Patricova, el potencial de anegar toda esa zona.
Levante, el mayor peligro de Benidorm
Una conclusión clara del estudio del Patricova es comprobar cómo, a lo largo de los siglos, los municipios crecieron evitando, en la medida de lo posible, los riesgos inherentes al terreno. No fue hasta el siglo XX (y lo que llevamos del actual) cuando el desarrollo urbanístico y turístico de la región nos ha llevado a afrontar crecimientos, como mínimo, cuestionables.
Lo vemos con claridad en Benidorm, donde si bien es cierto que en Poniente existen hasta cinco desembocaduras de barrancos, la absoluta totalidad de la zona de Levante (desde l’Aigüera al Rincón de Loix y desde el mar hasta la avenida Comunitat Valenciana) quedaría inundada. Llamativamente, la misma área donde se concentra la práctica totalidad de la industria turística local, es decir, la más densamente habitada.
Dos personas murieron en Finestrat en el año 2011 cuando una riada se llevó por delante el mercadillo municipal
La Nucía y l’Albir, unidos
También acabaría bajo las aguas en caso de una gran gota fría toda la zona de l’Albir, en l’Alfàs del Pi. Allí no sólo acabarían gran parte de las aguas que bajarían de las faldas de la Serra Gelada, sino que es en esa zona, de nuevo la más densamente poblada del municipio y con gran número de viviendas unifamiliares (casas bajas), donde desembocan todos los barrancos que bajan de La Nucía y mucho más arriba.
De hecho, La Nucía, pese a no estar en primera línea de costa, también es un municipio con especial riesgo de inundación según el Patricova, aunque en su caso la zona de mayor riesgo se centra en suelos actualmente industriales o agrícolas, por lo que, al menos, no tenemos que hablar de áreas densamente pobladas. Eso, en cualquier caso, cambiará en breve, ya que la Ciutat Esportiva (donde se prevén miles de nuevas viviendas) sí que corre un grave riesgo.
Altea, con un ojo en el Algar
El repaso por la comarca de la Marina Baixa, en este recorrido costero de sur a norte, se cierra en Altea, donde hay tres zonas de riesgo muy claras y, de nuevo, muy pobladas. La primera no deja de ser una continuación de la realidad ya comentada de l’Albir, y afecta de manera directa al área del Club Náutico. No muy lejos, en pleno casco urbano, la desembocadura de un barranco también genera una zona de especial estrés.
En cualquier caso, como se encargó de recordarnos a todos hace apenas dos años (marzo de 2022), el mayor riesgo en Altea llega desde el río Algar y de toda el agua que el mismo pueda traer desde tierra adentro. Todo ello, claro, sin contar con la (alta) posibilidad de que, en caso de gota fría, la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ) se vea obligada a abrir los aliviaderos del embalse de Guadalest.
Decenas de barrancos y dos ríos representan los grandes peligros para los municipios de la Marina Baixa
Zona cero del cambio climático
Esas son las zonas que el Patricova marca como de mayor riesgo en caso de que se produzca una gota fría o DANA, pero… ¿qué posibilidad real hay que de que produzca? La respuesta es terriblemente sencilla: no se trata de si se producirá, sino de cuándo se producirá. Así lo lleva años advirtiendo un experto en la materia como Jorge Olcina, que recuerda que estos episodios son cíclicos y que ahora, con el cambio climático, irán a más.
De hecho, según Olcina, la comarca de la Marina Baixa está enclavada en la zona de España (y de Europa) donde más se van a notar todos los efectos derivados del cambio climático, por lo que las futuras DANAS en la comarca serán, seguramente, más devastadoras que las que ya hemos vivido en el pasado.
El Mediterráneo, horno para la receta perfecta
Una clara muestra de ello la encontramos en el mar Mediterráneo, que cerraba el mes de octubre (momento en el que se produjo la DANA de València) muy por encima de los 20 grados (21,5 grados de media en el litoral valenciano), lo que supone un incremento de hasta cuatro grados respecto a 2023.
Esta realidad convierte a esa gran masa de agua en un horno perfecto para cocinar la receta del desastre. Esa enorme cantidad de energía es la que, como se encargan de explicar los expertos, suple de energía a las tormentas que se forman en las capas altas (de ahí aquello de depresiones aisladas en niveles altos) y que, cuando ya no pueden seguir acumulando todo ese aporte, descargan sin piedad sobre el terreno.
«Cuando haya una alarma hay que hacer caso. Quedémonos en casa» J.R. González de Zárate
Planes de Emergencias
Como ha quedado claro, el desarrollo llevado a cabo durante décadas ha convertido zonas inundables en áreas densamente pobladas. No parece que haya sido la mejor de las decisiones, pero es algo que se decidió en su momento y ya no se puede cambiar. Por ello, los municipios llevan años, de la mano de empresas especializadas como Hidraqua, mejorando sus infraestructuras hídricas.
José Ramón González de Zárate es el actual edil de Ciclo del Agua de Benidorm, donde antes también se encargó del área de Servicios Técnicos. Él siempre pone en valor todas esas infraestructuras, pero sobre ellas, destaca otra cuestión fundamental: “lo primero que hicimos, que creo que es algo muy importante, es un Plan de Emergencia para todas las catástrofes que se pudieran producir. Hablamos de terremotos, de incendios, de inundaciones…”.
Hasta doscientos litros m2
Buen conocedor de esa realidad que se ve sobre la superficie y, a la vez, de lo que guarda el subsuelo comarcal para hacer frente a posibles avenidas de agua, González de Zárate habla claro para que nadie se lleve a engaño. “Una ciudad está preparada para unos 150 o 200 litros por metro cuadrado a la hora. En València encontramos datos de más de quinientos litros por metro cuadrado a la hora. No hay ciudad en el mundo preparada para poder resistir eso”.
En ese sentido, pone como ejemplo su ciudad, y es que “en Benidorm hemos hecho dos cosas fundamentales. En primer lugar, como ya he dicho, ese Plan de Emergencia y, a la vez, trabajar en el día a día en las infraestructuras. Siempre pongo el ejemplo de la avenida del Mediterráneo. Está preparada, en cuanto a capacidad, para poderse ‘comer’ unos 180 litros por metro cuadrado a la hora; pero estoy seguro de que esos números que vimos en València de cuatrocientos litros por metro cuadrado es imposible que ninguna ciudad en el mundo la aguante. Absolutamente ninguna”.
Por ello, y pese a lo mucho que se ha trabajado en este sentido, González de Zárate tiene un único consejo claro: “cuando haya una alarma hay que hacer caso. Quedémonos en casa. Puede ser que de diez veces que se active, nueve salga el sol y no pase nada; pero con que haya una en la que no salga el sol, puede fallecer mucha gente”.