Orihuela pía, profundamente religiosa. Co-sede episcopal. Pero también una inmensa huerta (que antaño abrazó prácticamente toda la Vega Baja del río Segura) repleta de leyendas enraizadas en las tierras. No es que haya excesiva literatura al respecto. El ingeniero e historiador oriolano Antonio Luis Galiano Pérez, cronista oficial de Orihuela y presidente de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales, nos ofrece uno de los escasos referentes.
En concreto, ‘La Orihuela mágica. Historia, tradición, leyendas, prodigios y otros portentos’ (2003). También el “investigador de lo oculto” autóctono Víctor Navarro, autor de ‘Testigos de lo oculto: Testimonios Reales’ (2017) y del blog ‘Orihuela Mágica y Misteriosa’. Para introducirnos en el poso legendario de Orihuela, qué mejores guías. Eso sí, centrémonos en aquellas mixtificaciones más clásicas, que suelen estar, por cierto, asociadas al río o a su hijo, el agro.
De punta a punta
Así, ya nos asomamos a esta orilla fantástica (‘Leyendas a orillas del Segura’, junio del pasado año) a propósito del film ‘El agua’ (2022), de la oriolana Elena López Riera. Allí se habla de que hay mujeres a las que, cuando llega una inundación, el agua del caudal, que se ha ido ‘metiendo’ en ellas, las reclama cuando toca chaparrón incontrolado.
Buena historia para un río con otra leyenda que ha recorrido de punta a punta (la jienense Santiago-Pontones y la alicantina Guardamar) sus 325 kilómetros: su nacimiento a partir de las lágrimas de la ninfa Segurella. Por cierto, uno de los nombres de las ajedreas (‘Satureja hortensis’ o de jardín y ‘montana’ o de monte), también conocida como ‘hierba de los sátiros’, por las figuras mitológicas mitad humanas mitad caprinas.
Lo del caudal roba almas enlaza con las mujeres atrapadas por el agua
Extensión universal
Pero volviendo a la leyenda del caudal roba almas, esta no deja de tener sus pespuntes que la enlazan con las de las mujeres atrapadas por el agua, como castigo o incluso como premio. De origen árabe (los djins o yins de los oasis), mezclada con elementos de la mitología griega (las ninfas ondinas y las nereidas, que eran sirenas), ha dado para mucho.
Léase la Llorona mexicana, la Sayona colombiana o venezolana (con figuras parecidas en Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras o Panamá), la Lorelei alemana, el Güije cubano, la Dama del Lago anglosajona. Y en el ámbito provincial, Roxana de la Font de la Favara, en La Nucía (Marina Baixa), o la Encantada o Encantá, desde Planes (El Comtat) hasta la Vega Baja, como en Rojales.
Podemos identificar la histórica Huerta de Orihuela con la Vega Baja
La famosa figura
Al cabo, podemos identificar claramente conceptos como el histórico Huerta de Orihuela y administrativo y actual Vega Baja. Aunque sin duda la gran figura legendaria del acervo oriolano es la Diablesa, pese a que, realmente, no se adscribe a ninguna leyenda clásica. Digamos que la figura en cuestión, pues se trata de una talla, ha creado su propia parafernalia fantástica década tras década.
Creada por el imaginero alsaciano, afincado en el Levante, Nicolás de Bussy (1640-1706), la escultura fue para el paso ‘El Triunfo de la Cruz’ (1695). La figura, eso sí, dada su efigie y lo que representa, ni puede pernoctar en sagrado ni acceder a iglesia alguna. Según narra Víctor Navarro, un monje que se negó a colaborar en la construcción de la talla fue castigado por soberbio.
La historia real de la Aparecida no deja de tener su parte mágica
Una talla maldita
La condena divina consistió en que su alma quedaría encerrada allí para siempre, lo que sin duda redunda en la expresión desesperada, agónica, de la figura demoníaca. Hay más imágenes en la ciudad que desarrollaron su propia cobertura legendaria. Víctor Navarro nos habla de varias de ellas en su blog. Así, por ejemplo, tenemos el sistema (en piedra) de desaguar, con forma de gárgola, de la iglesia gótica, del XV, de las Santas Justa y Rufina.
O el dios griego que parece amenazar desde un balcón del palacio del conde de la Granja, del siglo XIII (aunque remodelado en el XVIII). Y también nos habla de un racimo de luces, como uvas, visto en el cielo oriolano en 1736 (¿un primer avistamiento de ovnis en pleno siglo XVIII?) que señalaría la aparición de un lienzo de la Virgen. Bueno, y hasta aquí el episodio estrellero, pero había más historia que rascar.
Generadora de sociedad
Aunque también figura en el texto de Navarro, centrémonos ahora en una publicación de la comisión de fiestas de La Aparecida, ‘El origen de La Aparecida’ (2003), obra del docente Alberto Soto López, nacido precisamente en dicha pedanía. Porque la historia real no deja de tener su parte mágica, con una pintura descubierta precisamente el 13 de mayo de 1736, al estar labrando un campo.
Si hay río, hay huerta, y allí, quien hoy se identifica, a decir de las crónicas, como Jaime Trigueros dio con una obra, posteriormente restaurada, que creó partida rural, transformó la vivienda de Trigueros en un templo construido entre 1738 y 1939 (restaurado en 1920, 1939 y 1995) y patentizó una vez más que a la vera de los ríos lo que manan, sobre todo, son leyendas con fondo veraz.