Sociólogo de formación y músico autodidacta, Jorge Fuentes (Santiago, Chile, 25-agosto-1981) siempre fue consciente de la necesidad de estudiar lejos de su Chile natal. Escogió Francia, concretamente la ciudad universitaria de Toulouse, antes de realizar el máster en París. “Sigo teniendo muchísimos vínculos con el país vecino”, apunta.
Decidió abandonar la capital gala, “urbe preciosa, pero muy complicada de soportar a largo plazo, por su ritmo frenético”, y se instaló en Barcelona, reanudando su pasión por la música. Durante la pandemia, confiesa, necesitaba “más aire y quizás por eso acabé en Gandía, donde resido desde hace tres años”.
Remarca asimismo que siempre quiso tocar el bajo, que soñaba incluso con ello. Nos contará las maravillas de este instrumento, lo determinante e imprescindible que resulta en una banda y sus grandes ídolos, todos ellos bajistas de los ochenta y noventa, como Simon Gallup (‘The Cure’), Carlos Dengler (‘Interpol’), Ben Sherpherd (‘Soundgarden’) y Paul Simonon (‘Clutch’).
¿Músico por qué?
Realmente aprendí este arte de un modo autodidacta. A los diez años tuve mi primer acercamiento con la música, cuando mis padres me regalaron un piano eléctrico, pero no era para mí, las teclas no eran lo mío. Sin embargo, ya había cierta fascinación y algo se despertó en ese instante.
¿Todo te viene de oído entonces?
Me marcó mucho mi época en el liceo, solo de hombres, en el que todos los ratos libres los focalizábamos en la música… Intercambiábamos discos, hablábamos sobre bandas nuevas, conciertos. ¡Se respiraba música!
«A los diez años me regalaron un teclado, que no me agradó, aunque algo se despertó en mí»
¿Cuál fue tu siguiente instrumento?
Con un grupo de compañeros del liceo decidimos crear una banda de rock, ‘La profunda exclamación’. Ya soñaba con ser bajista, pero al no encontrar ninguno tuve que coger la guitarra. Tardé unos años en hallar mi suplente (ríe).
Colaboré seguidamente con otros grupos, aunque lo que de verdad abrió el panorama musical fue mi viaje a Francia, con 22 años, al contactar con artistas de numerosos países, sobre todo de procedencia latina. Tuve una intensa actividad musical durante ese periodo, y eso me permitió integrar nuevas armonías y técnicas a mi instrumento.
¿Quiénes eran tus principales referentes?
En un inicio me chiflaba el punk-rock, grupos como ‘Misfits’, ‘Ramones’ o ‘Chutch’, además del postpunk. Hay una banda a la que sigo escuchando muchísimo, los ingleses ‘Joy Division’, que marcaron una época.
¿Qué singularidades tiene el bajo?
Es la columna vertebral de un grupo de música, el que sostiene la rítmica, el tiempo -junto al batería-, a través de la gravedad. ¡No hay buenas bandas sin bajistas!
Dicen que haces barbaridades con él.
Será que mis compañeros me miran con buenos ojos. Sin duda, trabajar con músicos de la talla de Esteban Buigues, José Mayor o Darío González, es decir, ‘Rosavil’, hace que te tengas que exigir, dar lo mejor de ti.
En ocasiones incluyo técnicas que no se pueden emplear en la guitarra, integrando acordes en el bajo -como si fuese un guitarrista-, muy poco habitual.
«Llegar a Francia significó una apertura en el panorama musical, al conocer a artistas tan dispares»
Con ‘Rosavil’ acabáis de lanzar ‘En el árbol’.
Un tema compuesto por Esteban, una introspección bellísima que posee una enorme espiritualidad. Esta canción y su vídeo invitan a reflexionar sobre nuestras experiencias pasadas y cómo la naturaleza nos ayuda a entrar en contacto con nosotros mismos.
La acogida del público está siendo muy buena: ha habido un feedback muy positivo y el número de oyentes por medio de las diferentes plataformas continúa aumentando. Estamos muy contentos con el resultado, también con la grabación, llevada a cabo por Farkosten Studio.
¿El concierto del 21 de diciembre cómo fue de especial?
Se celebró benéficamente -con otras muchas bandas- en el Rock Museum de Massanassa, uno de los municipios más afectados por la DANA. Había una atmósfera muy sensible, emotiva, por lo sucedido a finales de octubre.
¡Todavía queda mucho trabajo que realizar en todos esos pueblos! Por desgracia, el daño es palpable aún, hay comercios cerrados, algunos ya no abrirán jamás. Es lamentable.
¿Habéis vuelto a tocar en la misma sala?
Todo un regalo, pues en diciembre únicamente pudimos cantar cinco temas. Tocamos allí el 7 de febrero, en esta ocasión solo con otro grupo amigo, ‘LYS’. ¡Fue maravilloso!, como siempre que actuamos en València.
¿Qué otros proyectos tienes?
Soy también bajista de Mey de la Cruz, excepcional cantante de jazz, pop y música latina, de Altea. Este mes de marzo tenemos programado grabar nuevas canciones.
Recientemente hemos elaborado con ‘Rosavil’ tres nuevos temas, que iremos presentando en los próximos meses. Son ‘Control’, ‘Debe ser un alien’ y ‘Luces’. Todos poseen una fuerte carga emocional y una propuesta honesta, muy en la línea del grupo.