Si hablas con gente del campo, de nuestras huertas, te dirán que el profesor Enrique Albujer Sánchez, nacido en la albaceteña Montealegre del Castillo pero criado en Alicante, es quien más sabe de vides, sea para uva de mesa o sea para la que fermentará en vino (al cabo, en 1974 comenzó a ejercer como enólogo para el servicio de Sanidad Vegetal de la Conselleria de Agricultura, Pesca y Alimentación).
De ahí la expectación por tierras del Vinalopó por la presentación en septiembre de 2007 de su libro ‘El Medio Vinalopó. Uva de mesa. Cuaderno de viticultura’, editado en Monforte del Cid ese año por el Consejo Regulador de Origen Uva de Mesa Embolsada Vinalopó. Descripciones y, sobre todo, consejos. En especial de eso que ha sido llamado ‘iniciativas paliativas’.
Los consejos del libro
Estas iniciativas estarían dirigidas, en el mundo del agro, por ejemplo, a paliar pedrisco e inundaciones. O controlar plagas. Incluso rentabilizar aún más la siembra mediante procedimientos ‘ecológicos’ (integrados, porque cuando no se planifica para sumar, en vez de sustituir, el resultado puede ser catastrófico). Normal que toda la huerta vinalopera estuviera pendiente. Y más ante un libro con tales cartas de presentación.
Otra cosa era lo de hacerle caso, eso sí. En la página once asegura que “los daños que producen las granizadas se pueden evitar en gran medida con la protección de las plantas con malla, proporcionándoles ésta a su vez unas condiciones de abrigo que benefician su desarrollo vegetativo, y reducen los daños producidos por el viento”. Aquel 2007 sorprendió, a las malas, con aguaceros impresionantes que pudrían raíces, y pedrisco que lo destrozaba todo.
Cuando no se suma, en vez de sustituir, el resultado puede ser catastrófico
Con piedra seca
¿Iniciativa paliativa? Podríamos decir potenciadora. Muchísimos siglos atrás, nuestros antepasados ya sabían de estos asuntos. Se convirtieron en maestros de las construcciones en piedra seca (sin agua ni argamasa), hasta el punto de que nos dejaron un bonito legado de ellas que declaraban en noviembre de 2018 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Las tenemos por Chipre, Croacia, Eslovenia, España (sobre todo por aquí, por el Levante), Francia, Grecia, Italia y, como extra, la Suiza interior. Pues bien, con esta técnica los íberos (es decir, habitantes de Iberia; no se trata de nada étnico, sino de un gentilicio) construyeron una serie de terrazas. Algunas todavía perduran, pero otras muchas fueron montándose a partir de la antiquísima técnica.
Siglos atrás, nuestros antepasados ya sabían de estos asuntos
Mejorar la fertilidad
¿Qué ganamos con una terraza delimitada con un muro de piedra seca? De entrada, prevenimos la erosión en terrenos en pendiente (a los que, de paso, les hemos sacado más terreno fértil donde plantar, cuidar y cosechar) o favorecemos al mismo tiempo que se infiltre el agua en el suelo de cultivo, disminuyendo la escorrentía (cuando el líquido elemento se queda en la superficie).
Y por supuesto, mejoramos la fertilidad del suelo, reteniendo los nutrientes de la tierra. Esto viene muy bien en zonas como las asomadas al Mediterráneo, donde el ciclo de precipitaciones, lluvias, resulta notoriamente irregular, con chaparrones apocalípticos alternando con sequías no menos dantescas. Castigando, encima, sobre huertas de suelos poco profundos. Como vemos, estas técnicas mal llamadas ‘paliativas’ se valen del problema y de los materiales a mano para mitigarlos.
Resulta notoriamente irregular el ciclo de precipitaciones en el Mediterráneo
Controlando el agua
No recurriremos excesivamente a químicas invasivas (sí a la química: cualquier acción que ejecutemos y que precise de algún tipo de reacción, es química) o a físicas demasiado exóteras. A veces, lo más efectivo está a mano. Lo que no quita para que en ocasiones el asunto se nos sofistique un tanto. Como las técnicas de secado parcial de raíces (Partial Root-zone Drying o PRD), que no parece dar siempre los resultados apetecidos.
El riego deficitario controlado (RDC) aseguran que proporciona mejores rendimientos, aunque incide en algo parecido, que recuerda un poco a lo del `ayuno intermitente´. Por estos pagos, se aplica mucho en la cría de uva monastrell, la de los vinos tintos, dulces, de licor y el fondillón. O su uso como aditivo para darle carácter al vino, lo que se conoce como ‘coupage’ (mezcla).
Nunca en cuarto creciente
¿Insectos? Podríamos darlo también como otra técnica de este tipo, como lo de utilizarlos de insecticidas naturales contra las plagas, pero constituye un tema más bien para dedicarle otro reportaje. Aunque con más técnicas nos encontramos. Como lo de, por la huerta alicantina, ‘empeltar’. El palabro es de siembra occitana, aunque trascendió incluso a huertas castellano hablantes.
Hablamos realmente de injertos, de introducir una parte de una planta en otra. En todos los casos, un viejo truco, también veteranísima técnica, para que los plantíos prosperen más rápido, sin esperar a lo de la ‘semillita’ y tal. Que poseen su propia liturgia, basada en la pura ciencia: esta mata o este árbol solo en tales fechas, nunca en cuarto creciente, etc. Y no en esta terraza, en la otra.