Entrevista > Pepe Alvado / Miembro del Consejo de Administración del Hotel Cap Negret
Pepe Alvado se mueve entre las distintas estancias del hotel Cap Negret como si todavía fuese ese niño que creció a la par que el propio establecimiento. Siempre lo hace con una sonrisa y saludando a unos y a otros con abrazos y fuertes apretones de mano y viéndolo evolucionar por los salones o la terraza, uno se pregunta si toda esa gente a la que reparte cariño son amigos o clientes. Para él, en cualquier caso, no hay diferencia.
Él es un hombre feliz entre las paredes de este edificio. Un edificio que en el momento de su construcción no dejó indiferente a nadie. Brutalista en su diseño, fue premiado en los 80 por su fachada. Blanco en su pintura, todo en él resuena a Mediterráneo. Y, sobre todo, con esa planta en uve que permite que desde los balcones de todas las habitaciones se pueda ver el mar.
Líder del turismo alteano
Durante cinco décadas, el Cap Negret ha sido (y es) la gran tarjeta de presentación turística de Altea. El empeño del actual consejo de administración y, especialmente, el de Pepe Alvado por convertir el Cap Negret en la capital invernal del ciclismo ha transformado a todo el municipio, a rueda del establecimiento, en un paraíso para los amantes de las dos ruedas.
Los actuales gestores del hotel culminaron, hace menos de una década, una reforma integral que, aunque desde el exterior sólo sea perceptible para los que mejor conocen el edificio, se deja notar realmente en su interior. Moderno, acogedor y, sobre todo, abierto a sus huéspedes y a los residentes en Altea y en la Marina Baixa, como siempre lo estuvo, a lo largo de este medio siglo de vida.
Hace ahora medio siglo de su apertura, pero, ¿cómo fueron los inicios del Cap Negret?
Según contaba mi padre, hace 52 años doce amigos decidieron montar este hotel con muchísima ilusión. Esa ilusión les hizo falta porque tuvieron, incluso, que irse a Argentina para comprar un trocito de parcela que faltaba.
Finalmente, lo lograron poner en marcha el día 1 de julio de 1975. Tenían tantas ganas y tanta ilusión, que lo arrancaron como si fuera un hotel de cuatro estrellas. Pusieron 104 empleados y no escatimaron absolutamente en nada… pero se olvidaron de lo más importante: los clientes.
«Pusieron 104 empleados y no escatimaron absolutamente en nada… pero se olvidaron de lo más importante: los clientes»
¿Cómo?
(Ríe) Ellos pensaban que al haber cuidado tantísimo todos los detalles, iban a abrir la puerta y la gente iba a comenzar a entrar. Pero, claro, no fue así. Los inicios fueron muy complicados.
Si hoy en día el Hotel Cap Negret está en una zona privilegiada, alejado del casco histórico y del bullicio… hace medio siglo estaría casi en el fin del mundo.
¡Claro! Tenemos que ponernos en la Altea de los años 70 y, como dices, el hotel estaba bastante apartado del pueblo. En cualquier caso, comenzaron a trabajar y, aunque había pocos clientes, había que pagar todas las facturas y lo llegaron a pasar mal.
Al final, trabajando día y noche entre todos, consiguieron sacarlo adelante. La de aquellos hombres y la del hotel es una historia de mucho trabajo. Además, en aquella España del 75, una época de mucho cambio.
«Ellos pensaban que al haber cuidado tantísimo todos los detalles, iban a abrir la puerta y la gente iba a comenzar a entrar»
¿Qué le dirías a los socios originales cincuenta años después?
Ellos, tanto los socios como sus mujeres, nuestras madres, siempre nos han mostrado lo mucho que han creído en el proyecto del Cap Negret. Y buena prueba de ello es que, con tantos problemas lo consiguieron sacar adelante. Durante cincuenta años nos han trasladado el orgullo de formar parte del hotel, eso es lo que nos mantiene unidos a nosotros y lo que ha hecho que sigamos desarrollándolo y transformándolo.
¿Cómo ha cambiado el hotel en todos estos años?
Cuando entramos la segunda generación, todavía estaban cinco de los socios fundadores: Miguel Pérez, Isabel Llácer, Nazario Pérez, Pablo Sendra y Julio Alvado, que era mi padre. Recuerdo que veníamos con un poco de complejo a la hora de proponer cambios. Pero fueron ellos los que nos animaron. Nos dijeron que nos dejáramos de tarimas, que lo tiráramos todo y empezáramos de cero, que lo teníamos que cambiar entero.
«Hoy en día es un hotel en el que se puede ver perfectamente lo que era, pero, a la vez, adaptado a las necesidades actuales»
¡Menuda confianza ciega!
Eso fue en 2014. Fue entonces cuando iniciamos una reforma en la que, a lo largo de cuatro o cinco años, invertimos doce millones de euros. Fue una reforma integral. Lo que tenemos ahora no es más que el resultado del apoyo que ellos nos dieron.
Lo más complicado, imagino, era crear un hotel moderno sin perder la esencia de lo que siempre ha sido el Cap Negret.
Claro. Hoy en día es un hotel en el que se puede ver perfectamente lo que era, pero, a la vez, adaptado a las necesidades actuales. El exterior es una arquitectura mediterránea que hemos querido conservar. Incluso, en los años 80 nos dieron un premio al proyecto arquitectónico por el estilo brutalista que hemos mantenido.