La fiesta de San Juan conmemora el nacimiento de San Juan Bautista y coincide con el solsticio de verano, festividad con raíces tanto cristianas como paganas, donde el fuego y el agua adquieren un significado especial de purificación y renovación, cuyo origen se remonta a la Edad Media, coincidiendo con la época de recolección de frutos.
En Crevillent, esta celebración tenía una gran tradición y su devoción se remonta a mitad del siglo XVII, cuando San Juan contaba con altar propio en la antigua parroquia.
Hace cien años en Crevillent, en la noche de San Juan, muchas calles se iluminaban con hogueras o “fallas” que estuvieron muy animadas y concurridas, y la gente hacía cola para marchar alegremente al campo a pasar la noche, donde después de cenar, recogían leña para hacer la tradicional hoguera en “les canyaetes.”
Al clarear el día, los jóvenes iban a recolectar las brevas o “albacores” -como tradicionalmente se llaman-, para muchos las primeras del año, un día de alegría en el que las fábricas cerraban y los crevillentinos disfrutaban de juegos y descanso.
También en esta noche, los montadores de barracas cargaban de esteras sus carros para llevarlas al Pinet y comenzar así, la temporada estival.
En el callejero crevillentino, la calle San Juan no apareció hasta 1960, tras el último gran ensanche urbano hacia el sur de la población por la construcción de grandes edificios, situada entre las de San Pedro y San Pablo.