Durante mucho tiempo, sus paredes parecían a punto de desplomarse. Peligraba aquella maravilla del modernismo valenciano, un palacete burgués de cuatro alturas al que rodeaban jardines, esculturas, estanques, y entre cuyas paredes pernoctaron el escritor Benito Pérez Galdós (1843-1920), el político e historiador y periodista Emilio Castelar (1832-1899) o el científico y marino Isaac Peral (1851-1895). Y para el imaginario colectivo, aún era enseña del manicomio o loquería de la Santa Faz.
Ocurre que la hoy recuperada finca Buena Vista, con la Casa Prytz, sí que había tenido esa función, pero traspasó tales menesteres. Los que nos interesan del lugar, llamado así por su propietario, el empresario almendrero de origen sueco Hugo Prytz Carter (1840-1904), establecido en Alicante desde 1870, que también tenía chalet en el barrio alicantino de Benalúa, popularmente ‘el chalet de Prytz’.
Granja femenina
Se necesitaba una institución psiquiátrica y, dado que la familia Prytz había donado para uso público la finca en 1932, se creaba aquí en 1941 una de curioso y hasta vejatoria denominación: la ‘granja psiquiátrica para mujeres’. Durante catorce años fue perfilándose como manicomio, de los de entonces, de esos que salen en películas y videojuegos de terror.
Mientras, terminaba de habilitarse en los alrededores el Hospital Psiquiátrico Provincial, acreditado desde el 18 de diciembre de 2020 como Centro Doctor Esquerdo, en homenaje al psiquiatra y político vilero José María Esquerdo (1842-1912). Al efectuarse el trasvase, el lugar quedaba ya marcado como manicomio para siempre, aunque durante los sesenta y setenta tuviera otros usos que aumentarían su toque digamos siniestro.
La utilizaron como almacén de piensos, gallinero y palomar
Regenerar el pasado
Fue, entre otras ocupaciones, almacén de piensos, gallinero y palomar. Una de esas casas que los padres te dicen: “¡Ahí no te metas!”. Y te metías… en otras ocasiones, que aquí ya te lo pensabas. Un informe oficial sobre lugares de interés artístico, de 1968, aseguraba que el sitio se encontraba en estado “deplorable y ruinoso”, y así siguió durante el resto del siglo XX, dañándose su estructura y agrietándose la fachada.
Rescatarlo, rehabilitarlo, es algo que acontecía a partir de 2007, permitiendo en 2011 su vuelta al mundo productivo, y sin tinieblas, como el Instituto Alicantino de la Familia Doctor Pedro Herrero, en honor al pediatra alicantino (1904-1978). Porque las cosas estaban cambiando, y mucho, en el mundo en cuanto a las instituciones mentales, donde más que curar, se esquinaba bajo siete llaves a quien la mente le hacía uno o más quiebros.
Basado en la custodia, no en lo terapéutico, aquello duró hasta los ochenta
Giro conceptual
Aquel infierno basado en instituciones cerradas, con un enfoque más fundamentado en la custodia que en lo terapéutico, donde las lobotomías y los electrochoques o ‘electroshocks’ (también “terapia electroconvulsiva”), el temible tratamiento ideado en 1938 por el neurólogo italiano Ugo Cerletti (1877-1963), estaban al orden del día, iba a desaparecer. En los setenta del pasado siglo, empezó a cuestionarse la permanencia de dichos centros.
Comenzó a concretarse el viraje, aquí en España, a mediados de los años ochenta. Los manicomios, entendidos como tales, quedaban ya sentenciados por estos lares. Tras el ‘Informe de la Comisión Ministerial de la Reforma Psiquiátrica’, publicado en 1985 a iniciativa del entonces ministro de Sanidad, el economista Ernest Lluch (1937-2000), asesinado posteriormente por ETA, en 1986 se aprobaba una Ley General de Sanidad que recogía este tema.
Ponían el acento en la rehabilitación, en un entorno amigable
Terrible incidente
Concretamente, su artículo 20 señalaba: “la atención a los problemas de salud mental de la población se realizará en el ámbito comunitario, potenciando los recursos asistenciales a nivel ambulatorio y domiciliario”. Salvo en los casos muy graves, claro. En el caso del Centro Doctor Esquerdo, la adopción de los presupuestos marcados por la ley se concretó de forma prácticamente inmediata.
Ya no se iban a dar situaciones como la que vivió el fabraquereño, y ya desaparecido, Manolo, quien trabajó aquí en calidad de ayudante de enfermeros. Le habían dicho que no se fiase de los enfermos, pero él sí se fio. Uno, el que tenía como más amable de ellos, le pidió, por favor, que le aflojase las correas, que le hacían daño.
Nuevos servicios
A continuación, recordaba una monumental paliza que le hizo estar mucho tiempo de baja. Desde entonces se volvió un tanto desconfiado, hasta el punto de imaginar en cortarle los brazos a quienes, desde la carretera, alcanzaban las frutas de sus árboles. Le había dejado huella, vaya. Pero su entorno laboral sufriría una notable transformación. Ya no había lugar para las viejas prácticas.
Llegaban nuevos ‘dispositivos ambulatorios’: Hospital de Día, Centro de Día, la Unidad de Media Estancia (UME), de puertas abiertas, para pacientes sometidos a tratamiento intensivo, pero no agudo. El acento se ponía en la rehabilitación, en un entorno amigable, con zonas ajardinadas y hasta huerto terapéutico. Cerca, abría en 1982 el Centro San Rafael, convirtiendo a la Santa Faz en un núcleo de servicios dedicados a la atención psiquiátrica y al bienestar emocional.