Llegaron de muchos lugares. Fue a finales del siglo XIX, cuando aseguran que se gestó lo que se llamó la ‘edad dorada utielana’, y Utiel iba a pegar un importante estirón demográfico. Los productos de las vides, con muchos campos con plantaciones ‘a medias’ (generando una importante clase media agrícola), llegaban incluso a exportarse. Se vendía madera. Aún quedaban fortunas tejidas en seda.
Arribó el ferrocarril, en 1885. Con tales mimbres, Utiel estaba llamada a seguir creciendo: por supuesto, sin parar, añadamos, ¿no? Pues curiosamente el municipio iba a vivir sumido, aún sigue así, en una singular paradoja demográfica: pese a soportar un casi continuo trasiego poblacional, ha mantenido su censo en una media de 11.000 ‘y pico’ habitantes. ¿Por qué? Dos palabras: emigración, inmigración.
Desde o hasta
La corrección política, que generalmente siempre esconde sus ases en la manga, ha diluido todos los movimientos humanos en el concepto migraciones, empastando de forma pretendidamente neutral (para que nadie se ofenda, no se sabe muy bien de qué) datos pero también realidades. Migrante viene del latín, de la palabra ‘migrans’, participio activo de ‘migrare’, o sea, moverse de un lado a otro, cambiar de residencia.
Pero el asunto posee más aristas: existen las personas emigrantes, de ‘emigrare’, con el prefijo ‘e-’ (desde, fuera de o hacia afuera), quienes se van, y los inmigrantes, que suman otro prefijo, ‘in-’ (hacia dentro), que en este caso vienen, llegan desde fuera. Y este palabro no tiene por qué darnos necesariamente la imagen del árabe o latino que llegan. Se trata de inmigrantes, sí, pero también se emigra desde otros orígenes.
Muchos campos con plantaciones ‘a medias’ auparon a la clase agrícola
Estabilización y desarrollo
Quizá del campo a la ciudad, lo que fue muy habitual cuando el régimen franquista quiso romper con el sistema económico autártico (yo me lo guiso, yo me lo como) imperante bajo el aislacionismo internacional en que se vivía, y diseñó primero el plan de Estabilización de 1959 y luego el famoso Desarrollismo, de inspiración francesa, o sea, los Planes de Desarrollo Económico y Social (1964-1975).
Si bien cumplieron los objetivos de industrializar al país y generar una activa clase media, no dejaron de tener, por contra, un efecto perverso: el vaciamiento del campo en favor de la ciudad. No obstante, este en general hecho constante tuvo sus varias excepciones. Por ejemplo, en la comarca de Utiel-Requena la agricultura vitivinícola, además de, en otros tiempos, las manufacturas de la seda, se convirtió, aún lo hace, en un imán laboral.
Ir a la ciudad fue habitual cuando se quiso romper con la autarquía
Atracciones laborales
De esta forma, nos encontrábamos, por un lado, con un atractivo para una inmigración a la búsqueda de trabajo. Y al tiempo, paradójicamente, con los mismos acicates que en buena parte de España para elegir la ciudad en detrimento del campo. València capital, el ‘cap i casal’, se iba convirtiendo en un incentivo, también algunas de las poblaciones de su zona metropolitana.
Esta dualidad utielana, como polo de atracción, reclamo, y al mismo tiempo como zona que dejar en pos de mejores oportunidades, iba a provocar un efecto muy singular en la demografía local. Veamos: ¿qué nos da el último censo registrado? 11.703 habitantes anotados en Utiel. ¿Una curva de ascenso evidente desde el comienzo del siglo? Bueno, en el 2000 teníamos 11.781 almas, con sus correspondientes cuerpos, por estas calles.
Se dio una casi continua marcha hacia afuera y desde otros lugares
Realimentación poblacional
Vale, remontémonos a 1970, en los estertores del franquismo, ¿que leemos? Pues 11.384 registros; incluso antes, en 1950, entre autarquía y desarrollismo, 13.365 anotaciones demográficas. Bien, marchemos al comienzo del siglo XX, al año 1900, y se nos señalan 11.642 habitantes. ¿Qué ocurre aquí? Podríamos encontrarnos ante una población muy estancada, sin migraciones de ningún tipo. O, ante los registros de migraciones de ambas clases, una continua realimentación poblacional.
El cómico José Mota suele acudir a menudo a un dicho clásico manchego: “las gallinas que entran por las que salen”. No nos ofendamos, es humor, y reparemos en que el trasfondo de la conseja nos explica perfectamente, trasladado al mundo demográfico, el asunto en sí. La casi continua dinámica migratoria, hacia afuera y desde otros lugares, iba a producir ese efecto, aún presente.
Geopolíticas y equilibrio
Inicialmente, cuando lo del súper aumento de 1887 que iba a marcar la media poblacional (10.453 aquel año, tras los 8.067 de 1877 o los 7.072 de 1857), la gente iba a llegar desde Andalucía o sobre todo la actual Castilla-La Mancha, especialmente desde Cuenca. Luego, las inmigraciones han ido abriendo ventanucos, ventanas y portones, primero a Europa, y finalmente a medio planeta.
Eso sí, la geopolítica ha emborronado los motivos migratorios, en ambas direcciones, aunque, sin embargo, por ahora Utiel continúa fiel a ese peculiar pulso con las fuerzas demográficas. Si no se fuerza por motivos artificiales, el municipio parece haber logrado un peculiar equilibrio que, por desafiar, lo hace hasta con los propios registros del Instituto Nacional de Estadística.