Entrevista > Esperanza Candela Sempere / Actriz (Crevillent, 31-mayo-1979)
Podríamos decir, sin faltar a la verdad, que Esperanza Candela Sempere se hizo actriz porque lo llevaba dentro. Tanto su abuela como su madre -ambas también Esperanza de nombre- fueron artistas y creció en nuestra coral, la Crevillentina. “Hacíamos zarzuelas u operas y siempre estaba ahí”, rememora.
Sin embargo, su familia no veía del todo bien que se dedicara a la actuación de un modo profesional y aceptó estudiar una carrera, primero Arquitectura Técnica -que no finalizó- y después Filología Hispánica, enrolándose de inmediato en el teatro de la universidad.
Ese paso representó un punto de inflexión en su vida, inició Arte Dramático -trasladándose además a Madrid-, y ya no se bajó de los escenarios, “pues me considero sobre todo una actriz de teatro”. Entre sus últimos proyectos, el monólogo ‘Ser algo, señor, te pido’, una comedia dramática de autoficción, con ciertos tintes autobiográficos.
¿Qué aprendiste de tu madre, directora de la Coral Crevillentina?
Principalmente me enseñó el oficio, porque ella dirigió también óperas. Aprendí la maquinaria del teatro, cómo montar uno (decorados, vestuario, presupuesto…), enseñanza que varios años después me ha ayudado muchísimo en mis propias obras.
Hoy, gracias a ella, no solo me considero actriz, sino productora, directora, distribuidora, estoy empezando con mis propios guiones…
¿Algún proyecto te ha marcado especialmente?
Recuerdo con mucho cariño ‘Beaumarchais’, una obra clásica dirigida por Josep Maria Flotats que contaba con un elenco espectacular (Constantino Romero, María Adánez, Javi Ambrossi…). No tenía apenas texto, al ser mi primera función profesional, pero sí pude conocer a grandes profesionales, durante seis o siete meses de ensayos.
He trabajado para otras muchas compañías, destacando la fundada junto a varios compañeros de la escuela, Tespistada Teatro. Con ellos hicimos nuestra primera microobra, ‘La Mirilla’, que lo petó, con dos años de gira, otra experiencia maravillosa.
«Hoy, gracias a mi madre, no solo me considero actriz, sino productora, distribuidora, escribo…»
¿Y en audiovisuales?
Recientemente he finalizado una serie, ‘Cochinas’, para Amazon Prime, sobre un grupo de señoras de los años 90 que son amigas de otra que gestiona un videoclub. Nos da para ver una película porno y literalmente nos enganchamos al género (ríe).
Es una comedia loquísima, muy divertida, protagonizada por Malena Alterio. Hemos rodado la primera temporada y ya están escribiendo el guion de la segunda.
Pero eres más de teatro.
Sin duda, también porque es donde más he trabajado. Como actriz el teatro es mucho más disfrutable, aunque otras compañeras prefieren el audiovisual. La forma discontinua de hacer las escenas -con un constante ¡corten!- no me llena igual.
¿El contacto con el público además es…?
Totalmente adictivo, es tan el aquí y ahora, en el que depende todo de ti. Se goza mucho viendo cómo manejas los sentimientos del espectador, que se ríen en unos momentos y en otros no. Pero no me puedo parar, debo seguir.
«Se goza mucho manejando los sentimientos del espectador, que se ríen en algunos puntos y otros no»
Dime qué tipo de actriz eres.
Uff, pregunta difícil. Me considero disfrutona, metódica y muy autoexigente, lo que provoca una gran frustración. Hay que jugar con eso, para eso está la terapia (ríe).
¿El día del estreno sientes muchos nervios?
Muchísimos, y siempre me digo ¿qué necesidad tengo? Sé que después viene una recompensa tan grande, que vale la pena tantos nervios y palpitaciones. ¡Al acabar la función la sensación es tan bonita!
Salgo a escena, conecto con el público y se me pasa todo. Además, este año he hecho algo nuevo, un monólogo dirigiéndome a ellos.
¿La tuya es una profesión tan maravillosa como complicada?
Sobre todo porque es discontinua, en la que dudas mucho de ti mismo. El ‘no’ vive contigo: acabo de hacer dos pruebas para un personaje relevante de una película independiente y me he quedado a las puertas.
Es dura igualmente porque carecemos de horarios y preciso de una estabilidad económica. Por eso lo compagino con la docencia, dando clase de interpretación, pero asimismo lengua y literatura, gracias a mi labor como filóloga.
«Siempre me digo el día del estreno, ¿qué necesidad tengo?, pero luego la recompensa es tan grande»
¿Percibes envidias en la profesión?
En ocasiones sí, porque ahora, con las redes sociales parece que a todos les va fenomenal, no paran de trabajar y te comparas, ¡siempre con el mejor! Pero la realidad es bien distinta, y hay muchísimos actores en paro.
¿En qué estás focalizada?
Después de casi seis meses en Madrid con una obra propia, el monólogo ‘Ser algo, señor, te pido’, la idea es que se distribuya por otros teatros. Hemos acudido ya a Murcia y pronto a Elche y Crevillent, a la espera que surjan más.
¿Cuál es la trama del monólogo?
Habla sobre la herencia genética del talento y de si somos lo que esperan de nosotros. Mi abuela se llamaba Esperanza, cantaba como los ángeles, se fue a Madrid y tuvo que regresar, le obligaron; mi madre se llama igual y quiso también ser actriz, lo mismo que yo.