Entrevista > Roberto Riera / Rey Moro de las Fiestas de Altea 2025 (València, 17-abril-1981)
Convertirse en Rey Moro de las fiestas de Altea es, para cualquier festero, alcanzar el mayor de los sueños. Así lo vive el protagonista de este año, que creció en el seno de la Cora d’Algar, la peña a la que se apuntaron sus padres cuando él nació y que ha marcado su vida festera desde entonces.
La emoción de ser elegido se mezcló con la espontaneidad y el sentimiento colectivo que llevaron también a su gran amiga a aceptar el cargo de embajadora y a la hermana de esta a convertirse en abanderada. Ahora, a las puertas de vivir la semana grande, reconoce que se prepara para momentos de enorme intensidad, como la esperada entrada en la avenida, en carroza, junto a su mujer y su hijo.
«Ser Rey Moro es lo máximo a lo que puede aspirar un festero de Altea»
¿Qué significa para ti encarnar la figura del Rey Moro de las fiestas de Altea este año?
Es lo máximo a lo que puedes aspirar como festero de Altea. He estado involucrado en estas fiestas toda la vida porque mis padres, cuando yo nací, ya eran de la peña. Ellos se apuntaron a la Cora d’Algar y yo seguí.
¿Cómo viviste ese momento en el que se te eligió?
Fue súper emotivo, con todo el mundo llorando en la peña. Nos presentamos Rosa Mari, que es muy amiga mía y yo y, por suerte, me tocó a mí. En ese momento, ella no quería ser Embajadora, pero por aclamación popular acabó aceptando esa figura…. Todos empezaron a corear su nombre y ya no hizo falta ni votación.
Además, cuando fuimos a hacer el sorteo para nombrar al Abanderado, se presentó su hermana pequeña y dijo si mi hermana es Embajadora y vosotros queréis, yo soy la Abanderada”. Y también unánimemente se la votó.
¿Eres de lágrima fácil?
No. Me cuesta mucho llorar.
«El día de la elección fue emotivo, con lágrimas y aplausos en la peña»
Entonces, no corres riesgo de que en algún momento de la semana de fiestas vayas a dejar caer alguna
Al contrario. Seguro que voy a dejar caer alguna porque dentro de que es un año muy feliz para mí, hay un par de cositas que están siendo un poco tristes. Y por eso, por pensar en quien tengo que pensar cuando toque, se me va a escapar la lágrima, lo tengo claro. El que me vea llorar se va a asustar y va a pensar que eso es imposible, pero seguro que me va a caer alguna lágrima, lo tengo claro.
¿Qué momento es el que más esperas?
Si te soy sincero, toda mi vida me he preguntado, si algún día fuese rey, cuál sería es momento más especial y creo que es esa entrada en la avenida, en la carroza. Además, este año podré llevar a mi mujer y a mi hijo, que es lo más grande que tengo en el mundo.
Poder compartir ese instante con ellos, levantar los brazos y tener a todo el mundo festero aclamándote… siempre he pensado que ese sería el momento más especial. Pero ahora que se acerca, te digo que a esa pregunta sólo podré contestar después de las fiestas porque estamos viviendo cosas que antiguos cargos ya nos dijeron que no nos imaginábamos como iban a ser y tenían razón.
¿Cuál es el ‘momentazo’ que más te ha sorprendido hasta ahora?
Fue el domingo del mig any, cuando terminamos el último acto en el que vamos a devolver las banderas al Casal Fester y nosotros, los cargos, llegamos los últimos y giramos la curva del final de la avenida en la que todos los festeros están sentados en el suelo haciendo un pasillo y dejándonos entrar al Casal Fester aplaudiéndonos.
Ese momento fue inesperado. Nunca me había imaginado que fuese así. Se me erizó la piel. Después, ya al subir arriba y hablar por primera vez desde el balcón cara a los festeros, fue algo que me ha marcado.
«Las embajadas son el acto más auténtico: representan la conquista y la reconquista de Altea»
Existe una sensación generalizada de que en los últimos años los festeros más jóvenes, más allá de disfrutar al máximo de la programación más dedicada al ocio de las fiestas, también están siendo conscientes de la parte más relacionada con la tradición y la cultura de las mismas. ¿Estás de acuerdo en eso?
Sí. La gente de mi quinta veíamos éramos muy de vivir la noche y llegar directamente a la hora de comer. Ahora veo que los jovencitos de hoy en día se quedan hasta las tres, las cuatro, las cinco, las siete de la mañana… pero eso no les impide ir a los actos. Se levantan, almuerzan y acuden mucho más que antes a los actos.
Si queremos hacernos una buena idea de cómo son las fiestas de moros y cristianos de Altea, ¿qué actos no nos podemos perder?
Para mí como festero, lo más bonito son las embajadas. Es un verdadero alarde con trabucos, con pólvora… que representa la conquista y la reconquista de Altea.
Es muy bonito porque se produce una lucha dialéctica entre la Embajadora Mora, mi Embajadora, contra el Rey Cristiano. Esa embajada del sábado la ganamos nosotros, los moros, y nos hacemos con el castillo.
El lunes tenemos la segunda embajada y en esa nos enfrentamos el Rey Moro y el Embajador Cristiano. Esa embajada la ganan ellos y, por lo tanto, Altea vuelve a ser cristiana.
¿Te veremos hacer el baile de la lluvia para tratar de impedir que se celebre esa segunda embajada y que, de esa manera, Altea sea mora todo un año?
(Ríe) ¡No, no! Lo que todos queremos es que las fiestas se celebren con normalidad. Que no llueva ni pase nada extraño y que Altea vuelva a ser cristiana.