Entrevista > Javier Puig / Escritor (Barcelona, 2-septiembre-1958)
A Javier Puig siempre le fascinó la literatura, aunque tardó mucho -quizás demasiado- “en escribir de verdad, empecé a los veintiún años, una vez finalizado el servicio militar”, aclara, cuando son muchos los que lo hacen antes. “Lo había intentado, pero no acababa de dar con la tecla”.
Un amigo le mostró el camino de la poesía, estando en el anonimato muchísimo tiempo. Poco después, en 1988, se trasladó por amor a Orihuela, enamorándose también de nuestra ciudad: “no sabía casi ni dónde estaba en el mapa”, confiesa.
“Sabía de la existencia de Orihuela por Miguel Hernández, por supuesto”, apunta, uno de los primeros poetas que realmente le interesaron. Ha escrito seis libros, como nos indicará, así como más de medio millar de artículos, de todo tipo.
Te juntaste con una chica de Sax en Orihuela, ¿para siempre?
Pienso que sí, no creo que me mueva ya de esta localidad que tanto me ha dado y donde siempre me he sentido tan acogido. Se trata de una ciudad monumental, si bien es cierto que en un primer momento noté el choque entre una gran urbe como Barcelona a una mucho más pequeña.
Ahora ese cambio se hubiera notado menos: tenemos muchos más medios. Recuerdo que entonces en Orihuela no había ningún cine, luego pusieron uno, y conocer la biblioteca municipal fue clave para mí.
«Determinante en mi trayectoria ha sido José Luis Zerón, gran poeta y persona tremendamente generosa»
¿Además de conocer a José Luis Zerón?
Por supuesto, además de gran poeta, persona tremendamente generosa. De su mano, en 1998 comencé mi vida pública como escritor, primero como articulista -circunstancia que jamás me había propuesto- de la revista ‘La Lucerna’.
A partir de ahí participé en recitales, libros colectivos, mientras hasta ese momento escribía para mí y algún amigo más.
¿Tenías otros referentes literarios?
Metido totalmente en la poesía, me fijaba mucho en miembros de la Generación de 27, por ejemplo, Luis Cernuda, Pedro Salinas o Vicente Aleixandre, junto a Miguel Hernández. En ese momento consideraba la novela casi como una herejía, al no tener la misma intensidad.
¿Ese pensamiento varió?
Sí, cuando empecé a leer y escribir relatos cortos. Di un salto hacia otros géneros -tocándolos después casi todos-, pese a que la poesía seguía siendo la columna vertebral, el eje, de mi escritura.
«Al escribir pienso que voy a alcanzar un conocimiento mayor, me ayuda a conocer más los aspectos de la vida»
Dedicaste tu primer libro precisamente a la literatura.
Titulado ‘Los libros que me habitan’ (2019), quise hacer una recopilación de mis artículos, que tenían una vocación atemporal y literaria. Siempre los consideré piezas de un libro.
Le siguió ‘Miradas de cine’ (2020) y ‘La vida es lo difícil’ (2021), centrado en biografías, otras de mis pasiones.
¿La documentación debía ser muy exhaustiva?
Para el libro de biografías, fundamental, escogiendo la parte esencial de cada persona. Pero después, para otros géneros, la documentación era mínima, no soy de esos escritores que reconstruyen un mundo y precisan de ir a cientos de archivos.
Le doy más relevancia al interior de los personajes, a cómo piensan, su psicología. La parte exterior -o paisajística- me importa menos y muy pocas veces les describo, a no ser que haya algún rasgo muy significativo.
¿Cuáles son tus temas fetiches?
Me gusta escribir sobre el misterio de la existencia y la complejidad del ser humano, procurando ser algo denso, sin pasarme. Ya en la poesía muchas veces busco la forma (más la belleza) que el contenido, cuyos temas son parecidos, la vida, la muerte, la celebración o el dolor. Siento mucha sensibilización al sufrimiento de los demás.
Al escribir pienso que voy a alcanzar un conocimiento mayor, me ayuda a conocer más los aspectos de la vida. Otra motivación es el deseo de comunicar; el que dice que escribe para sí mismo no sé si es del todo cierto, siempre te imaginas mínimo unos pocos lectores.
«Trato en mis escritos bastante sobre la muerte, la tengo muy presente, cuando parte de nuestra cultura la tapa»
Hablemos de tus dos libros de poesía.
‘Estancias en la finitud’ y ‘En la mirada’. El primero fue mi incursión inicial en la poesía, tras cuarenta años escribiendo. Se trata de un poemario bastante influenciado por un año fatídico, en el que fallecieron mis dos padres y otro amigo cercano, por eso el nombre, pues somos finitos en un grado extremo.
Pero también tenemos las estancias, la necesidad de aprovechar cada momento. Trato en mis escritos bastante sobre la muerte, la tengo muy presente, cuando mucha parte de nuestra cultura la tapa.
¿Acabas de publicar tu última obra?
Nuevamente de relatos, trece, lleva por título ‘La cercanía de lo extraño’. Recoge la mayor parte de mis escritos, intentando indagar en la complejidad de las relaciones humanas, la incomunicación y la vinculación con uno mismo. También en el daño que producimos en nuestras elecciones.