En cada topónimo hay escondida una memoria colectiva. Sant Joan d’Alacant no siempre se llamó así. Durante siglos, el municipio fue conocido como ‘Sant Joan de l’Horta’, un nombre que hablaba de la identidad agrícola y de la íntima relación con el paisaje de regadío que lo rodeaba. El cambio hacia la denominación actual refleja una evolución histórica marcada por el territorio y la necesidad de diferenciarse.
La huerta como seña de identidad
La huerta alicantina ha sido, desde la Edad Media, un espacio de vida, producción y cultura. Sant Joan, en pleno corazón de esa llanura fértil regada por las acequias del Gualeró y la Condomina, nació como un núcleo disperso de alquerías y casas de labranza.
No es casualidad que, cuando se consolidó como lugar habitado, se identificara directamente con el entorno: la huerta. ‘De l’Horta’ no era un adorno lingüístico, sino una manera clara de situar y distinguir a esta comunidad.
La denominación ‘de l’Horta’ resultaba demasiado genérica y no permitía diferenciarlo con claridad frente a otros lugares con huerta
Topónimo ligado a Alicante
Durante siglos, Sant Joan fue considerado parte de Alicante. La dependencia administrativa y religiosa marcó el desarrollo del municipio. La parroquia de San Juan Bautista, creada en el siglo XVI, otorgó personalidad propia al lugar, pero el nombre mantenía la referencia a su condición agrícola.
Con el apelativo ‘de l’Horta’ se subrayaba que se trataba del principal núcleo de la huerta alicantina, un espacio clave para la alimentación y riqueza de la ciudad.
De la tradición al cambio
El siglo XIX trajo transformaciones profundas. La crisis del Antiguo Régimen, la reorganización territorial y el crecimiento poblacional impulsaron a muchos municipios a definir mejor su identidad.
Sant Joan, todavía con la denominación de ‘de l’Horta’, se encontraba con un problema: el apelativo era demasiado genérico y no permitía diferenciarlo con claridad frente a otros lugares con huerta. El municipio comenzó entonces a ser citado de manera creciente con un añadido diferenciador: ‘d’Alacant’.
Los documentos oficiales fueron recogiendo poco a poco el cambio. Registros administrativos del siglo XIX y primeras décadas del XX muestran la alternancia entre ‘de l’Horta’ y ‘d’Alacant’. Finalmente, en la primera mitad del siglo XX, se consolidó la denominación que hoy conocemos. La evolución del topónimo no supuso un abandono de la memoria agrícola, sino un gesto práctico: afirmar la identidad propia y, al mismo tiempo, remarcar la vinculación histórica con Alicante.
Registros administrativos del siglo XIX y primeras décadas del XX muestran la alternancia entre ‘de l’Horta’ y ‘d’Alacant’
Un nombre, dos identidades
Para muchos vecinos, especialmente los de más edad, todavía resuena el recuerdo de ‘Sant Joan de l’Horta’. En las conversaciones familiares y en la tradición oral, este nombre conserva el sabor de la memoria campesina.
‘D’Alacant’, en cambio, representa la modernidad, la apertura a un tiempo en que el municipio creció como área residencial y se ha convertido en una localidad dinámica, ligada a la ciudad de Alicante, pero con personalidad propia. El topónimo, en cierto modo, encierra dos almas complementarias.
La fuerza de la tradición oral
A pesar de que los documentos oficiales acabaron por imponer la denominación de Sant Joan d’Alacant, el ‘apellido’ de l’horta no terminó de desaparecer del todo. De este modo, podemos encontrarlo en canciones populares, refranes o en la manera en que todavía lo recuerdan algunas familias.
Y es que aún encontramos esos recuerdos hacia l’horta en fiestas, celebraciones y recuerdos, pronunciándose con naturalidad entre nosotros, como si el tiempo nunca hubiera borrado la esencia de Sant Joan. Un uso, incluso doble por momentos, que demuestra que los nombres no son sólo una cuestión administrativa, al menos mientras vivan en la voz y la memoria de las personas.
El topónimo, en cierto modo, encierra dos almas complementarias
El topónimo en la identidad local
Un municipio como el nuestro, con identidad propia, que combina la tradición y la modernidad, el posible debate sobre el topónimo también sirve para reflexionar sobre la identidad local ¿Es Sant Joan una prolongación de Alicante o un pueblo con vida propia?
La respuesta, quizá, está en el propio nombre: d’Alacant, porque nunca se ha desligado de la capital, y al mismo tiempo, es heredero de una memoria huertana que explica su origen y su personalidad. Porque estar ligado no es algo negativo, ni para nada ensombrece un amor por nuestro pueblo que resume un arraigo que nadie puede discutir.
Mirar atrás para entender el presente
El paso de ‘Sant Joan de l’Horta’ a ‘Sant Joan d’Alacant’ no es un simple matiz en los papeles oficiales. Es el reflejo de cómo las comunidades se reinventan, se reafirman y buscan un lugar en la historia.
Cada época imprimió en el nombre su propia marca: primero los agricultores que hicieron de la huerta un mundo fértil, después los habitantes de un pueblo en expansión que fue sumando calles, plazas y servicios urbanos. El topónimo, en ese sentido, funciona como un espejo: devuelve la imagen de lo que se fue y de lo que se es, recordándonos que la identidad no es estática, sino un relato en permanente construcción.