Allá por los años setenta del pasado siglo, todo lo que quedaba por llegar, en breves o lejanos tiempos, no dejaba de hacer honor a aquella frase atribuida al empresario y cineasta Walt Disney (1901-1966): “Todos nuestros sueños pueden hacerse realidad si sólo tenemos el coraje de perseguirlos”. Y recordemos que Disney había planeado en vida (aunque no se inauguraría hasta 1982) el parque futurista Epcot.
Entre los planteamientos del Experimental Prototype Community of Tomorrow (Comunidad Prototipo Experimental del Mañana o, más fluido, Prototipo Experimental de Comunidad del Mañana), había, y hay, una parte dedicada al uso del mar como granja, de animales (peces, crustáceos…) y algas. Un elemento ciertamente necesario para la sostenibilidad vital del planeta, y a proteger. Como ocurre en el Mediterráneo con las praderas de ‘Posidonia oceanica’.
Futuros oceánicos
¿Tan importantes son? Volvamos a aquellos setenta en que Rudolf Schemainda (1921-1987), prestigioso oceanógrafo alemán, predijese la construcción de inmensas ‘fincas marinas’ automatizadas, o el estadounidense Harris B. Stewart Jr. (1922-2000), fundador del Atlantic Oceanographic and Meteorological Laboratory (Laboratorio Oceanográfico y Meteorológico del Atlántico), hablase de “guardar los peces en dehesas gigantescas”. Para entonces, Japón ya contaba con granjas submarinas para el cultivo de algas.
De hecho, habían comenzado en los años cuarenta y cincuenta, para dedicarse a las culinarias algas ‘nori’ (realmente, un grupo de talofitos, que viene del griego ‘thallós’, retoño, y ‘phyton’, planta, con especies del alga roja ‘Porphyra’ como la ‘yezoensis’ y la ‘tenera’) y la ‘wakame’ (‘Undaria pinnatifida’), esta sobre todo para la sopa de miso. No se llevaba la cuenta de cuántas granjas había abiertas, pero se calcula más de un millar de cooperativas.
Un prestigioso oceanógrafo alemán predijo construir ‘fincas marinas’
Pioneras vitales
Son antiquísimas, las algas, anteriores a los animales. Comenzaron como organismos unicelulares, antecesoras de las plantas que, al tiempo, prepararon el camino para animales y hongos. Se trata además del primer ser vivo fotosintético, esto es, que convierten la energía lumínica en energía química combinando luz solar, agua y dióxido de carbono, liberando con ello oxígeno. Habitan además, principalmente, ambientes acuáticos (mares, ríos, lagos, acequias).
No parecen, como erróneamente se las califica, “plantas de mar”. Dentro de los cinco reinos ‘clásicos’ (animales, plantas, hongos, protistas y moneras), se distribuyen por los dos últimos, el de los protistas (de ‘prótiston’ o ‘protistos’, el primerísimo o el primero de los primeros) y moneras (de ‘moneres’, simple), y poseen gran importancia, más allá de lo culinario, como plato principal, acompañando, condimentando, aromatizando sales.
Japón se adelantó, en los años cuarenta, cultivando algas comestibles
Mesas marineras
Como ya se ha dicho, estos seres producen oxígeno (oxigenaron, de hecho, la atmósfera primitiva), además de capturar dióxido de carbono, y se encuentran también en la base de la cadena alimentaria: el fitoplancton (de ‘phyton’ y ‘plankton’, errante o vagabundo), formado sobre todo por algas microscópicas, sirve de alimento al zooplancton (de ‘zō’, animal) o a otros muchos seres marinos.
Y a los humanos: por algunos restaurantes de la Comunitat Valenciana ha triunfado el llamado ‘caviar verde’ (en realidad, el alga ‘Caulerpa lentillifera’), en esa búsqueda del carnoso ‘quinto sabor’ (además de los tradicionales: ácido, amargo, dulce y salado) o ‘umami’ (de las palabras japonesas ‘umai, delicioso, y ‘mi’, sabor), que aumenta la salivación y perdura en la boca. Añadamos usos en agricultura, biocombustibles, cosmética o medicina.
Contamos con leyes protectoras como la del 22 de mayo de 2025
Problemas variados
Obviemos que la proliferación de especies invasoras, como la ‘Asparagopsis armata’, puede desplazar a las autóctonas; que algunas microalgas resultan nocivas o que la eutrofización (de ‘eutrophos’, bien nutrido), o sea, un exceso de nutrientes, las convierte en devoradoras de oxígeno. Cuando se utilizan bien, limpian, descontaminan, las aguas. Así, se entiende el interés por conservarlas e incluso potenciarlas.
Sobrexplotación, vertidos masivos, pescas de arrastre o, en suma, la destrucción del correspondiente hábitat se ha convertido en un grave problema en el Mediterráneo. La ‘Posidonia oceanica’, que además de las funciones descritas asienta los sedimentos y sirve de barrera natural, ha resultado especialmente atacada. Y por ello, protegida.
Fertilidad mediterránea
Tenemos iniciativas como la creación de la reserva marina de la isla Tabarca, en 1986, y también contamos con leyes como la del 22 de mayo de 2025, promulgada por las Corts Valencianes (se publicaba en el BOE el 10 de junio), para proteger estos seres fotosintéticos vigilando los usos sostenibles del litoral, elaborando una “zonificación ambiental” y fomentando “el cultivo responsable y la investigación sobre algas como recurso ecológico y económico”.
Aparte de la ‘Posidonia’, otras especies como la ‘Ulva lactuca’ o lechuga de mar, la ‘Codium fragile’ u oreja de liebre, la ‘Padina pavonica’ o cola de pavo e incluso la ‘Cymodocea nodosa’ (que aunque la tengamos, y protejamos, como alga, es una planta) se encuentran así más preservadas. Si en nuestras costas las algas se asocian a lo cíclico, a las aguas fértiles, habrá que luchar para no quedarnos sin tales símbolos, por otra parte tan imprescindibles.