ONG Azul en Acción
Hay personas que dedican su tiempo libre y sus esfuerzos a ayudar a los más desfavorecidos. Ese es el caso de nuestros entrevistados, trabajadores del Hospital Vega Baja e integrantes de la ONG Azul en Acción: Jhon Jairo Díaz Lara, anestesiólogo, que lleva ocho años en la entidad solidaria; Magdalena Ñíguez Belmonte, auxiliar de enfermería, que realiza con esta su segunda campaña; Francisco Cámara Hurtado, enfermero, que cumple su cuarto año de participación en la ONG; y la más reciente incorporación, a inicios del pasado 2018, Virginia Prieto Mohedano, ginecóloga.
¿Cómo nace la organización Azul en Acción y por qué?
La ONG nació en el seno de la Policía Local de Murcia por los años 1999/2000, e inicialmente fue un proyecto liderado y llevado a cabo por ellos con el objetivo de intentar cubrir algunas necesidades en países en vías de desarrollo, básicamente en África.
A partir de ahí, han liderado una serie de proyectos y campañas para mejorar un poco las condiciones de salud, educación y formación en Marruecos, Senegal, Togo y la frontera con Burkina Faso. El proyecto bandera, por así decirlo, es la mejora de la salud ocular en estos países, y nuestra fuerza radica en la actividad de tipo quirúrgico, ya que también estamos vinculados a personal sanitario (enfermeros, médicos, especialistas en oftalmología…) que, junto con la Policía Local, llevan a cabo toda la parte logística.
¿Y cómo surge esta vinculación? ¿Lo proponéis desde el ámbito sanitario?
En un principio la ONG estaba más centrada en programas educativos, recogiendo material escolar, ropa, calzado y cosas así, hasta que un oftalmólogo les propuso la posibilidad de empezar a realizar cirugía oftálmica.
Parece que la idea les gustó bastante y empezaron a hacerlo en Togo, donde estuvieron siete campañas haciendo este tipo de cirugía, sobre todo de cataratas, y ahora estamos en Senegal.
Aparte de las personas que colaboran desinteresadamente, ¿de dónde obtiene los fondos esta ONG?
Hay fondos públicos y privados. Los ayuntamientos de Murcia y Cox subvencionan, y también fundaciones bancarias como La Caixa, Caja Murcia y Bankia. El grupo de policías locales, como es una entidad pública del ayuntamiento de Murcia, gestiona de manera directa el tipo de ayuda, tanto a nivel público como privado.
Aparte, en la página web de la ONG hay una serie de requisitos para quienes quieran ser socios y colaborar de manera directa con aportaciones, cuotas o de la forma que consideren. Además, durante el transcurso del año la organización realiza una serie de actividades en una casa de cultura en Murcia exponiendo fotos, cuadros y aportaciones de todos los miembros, así como la campaña de fin de año con la venta de lotería de Navidad. Todas esas actividades van sumando y nos ayudan a recaudar dinero.
Cuando vamos a hacer la campaña, como necesitamos mucho material, con todos los fondos recaudados durante el año la ONG adquiere unos, comprándolos, y otros son donados por ópticas, clínicas privadas, hospitales, etc. Toda la zona periférica de quienes estamos vinculados a la ONG y que trabajamos en hospitales públicos tratamos de sacar el trabajo adelante.
Y habiendo ONGs nacionales e internacionales, ¿por qué seleccionasteis una pequeñita como ésta? ¿Qué os motiva realmente para entrar en ella?
El vínculo lo hicimos a través de otras personas. Yo supe de la ONG (cuenta Jhon Jairo Díaz) cuando estaba haciendo la formación de anestesiólogo en Murcia, a través de alguien que ya estaba vinculado con ellos. Entonces preguntas y te vas interesando, así que esa persona me vinculó y fui conociendo a la gente.
Todos los años que había campaña cierta gente se vinculaba de manera directa o indirecta. Cuando se establecen las fechas estipuladas para la campaña, vamos buscando gente a la que le gustaría participar, que cumpla unos requisitos y que tenga cierta voluntad de hacerlo.
¿Por qué esto y no Medicus Mundi, por ejemplo? (comenta Francisco Cámara) De entrada porque es lo que hemos conocido y porque el proyecto nos gustó y nos pareció cercano. Quizás el estar en otra ONG más grande supondría periodos mucho más largos de varios meses, lo cual es muy complicado en nuestra situación laboral, mientras que aquí puedes estar quince días.
Me decía José Manuel Dolón (alcalde de Torrevieja) que él dona parte de su sueldo a ONGs pero a las grandes. ¿Quizá da la sensación de que éstas hacen cosas más importantes.
Eso es muy subjetivo porque la publicidad muchas veces es engañosa. En la televisión ves una serie de ONGs potentes que ya están estructuradas y organizadas desde hace mucho tiempo, pero nosotros participamos activamente de ella, nos metemos en el terreno y eso es importante aunque sea una ONG pequeña, que no creo que lo sea, ya que está reconocida a nivel nacional.
¿Cómo se seleccionan los proyectos? ¿Por qué Senegal en lugar de otros sitios? ¿Cuál es la finalidad?
El proyecto de operación de salud ocular surge en Togo, donde tenemos un hospital móvil. Entonces ya llevábamos siete años y habíamos recorrido Kara y Dapaong, que son dos ciudades que se encuentran en el centro y el norte del país, así que yo creo que el objetivo que se buscaba en ese momento se cumplió. Intentamos abarcar toda la cobertura posible de los pacientes que eran susceptibles de cirugía y la campaña durante esos años fue satisfactoria.
¿Por qué ese cambio? Los cambios a veces son buenos y África es un continente en el que las condiciones no son las más favorables, entonces la ONG quiso dar un giro no demasiado brusco, porque no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. Nuestro presidente, Jesús Franco, se encargó de mirar opciones. De hecho, cuando decidimos dejar la actividad en Togo, surgió la posibilidad de realizar una campaña en Madagascar a través de unos contactos suyos. Era la primera opción que teníamos, y la segunda era Senegal.
Cuando se nos planteó el proyecto, estuvimos en Alcalá de Henares, donde coincidimos con un grupo de oftalmólogos. Era todo muy bonito, pero la logística para trasladar todo hacia allá era muy complicada por el acceso, las vías y los vuelos, así que preferimos ir a un país cercano donde tuviéramos la posibilidad de contactar con gente conocida.
Nuestro presidente fue y mostró el proyecto, este tuvo aceptación, nos lo planteó, nos pareció fabuloso y decidimos hacerlo así. A diferencia de Togo, aquí no teníamos hospital móvil, sino que montamos todo en un hospital local de la zona.
¿Cómo es eso de ir a un sitio a ayudar y luego dejar de ir?
El dejar de ir de golpe no es fácil. Ya previamente en la última campaña se había comentado con toda la gente, con la que teníamos contacto, que casi seguro sería la última. La gente acabó muy contenta y de hecho todavía se sigue en contacto, porque fueron siete años, así que no creo que al irnos se sintieran muy afectados, al contrario, quedaron muy agradecidos por todo lo que hicimos.
«Se intenta enseñar, pero la sanidad en esos países es como es, y está el riesgo de que el que aprenda se monte su negocio» F. Cámara
¿Y en cuanto al mantenimiento?
Había un técnico de oftalmología con nosotros que en la tercera campaña estuvo viendo cómo se hace la técnica de cataratas. Se intenta enseñar, pero la sanidad en esos países es como es, y está el riesgo de que el que aprenda se monte su negocio y viva de ello, en lugar de ayudar, mientras el resto se tiene que buscar la vida.
¿No ponen problemas? Porque muchas veces parece que cuando uno quiere ir a estos países a ayudar en vez de poner facilidades es todo lo contrario. ¿Ha sido fácil el acceso a estos países?
A ese nivel no hemos tenido problemas, al contrario, ellos saben que el trabajo se valora y que los resultados están ahí. Hay que tener en cuenta que ellos ni siquiera tienen la tecnología para hacer estas operaciones, así que todo lo que les venga de fuera es bienvenido.
A Senegal habéis ido unas treinta personas. ¿Cómo se gestiona esto y qué sensación emocional se tiene cuando llegáis allí y podéis ayudar a toda esa gente?
Lo primero que hacemos al llegar allí (nos dice Magdalena Ñíguez) es montar el hospital. Normalmente ya hemos revisado a alguna gente que está para operar y tenemos una pequeña lista de espera con los pacientes candidatos a una operación. El material es muy delicado y tenemos que transportarlo, limpiarlo y colocarlo, y ya cuando llega el resto del equipo empezamos.
«Emocionalmente es muy gratificante, porque esas personas no iban a tener la posibilidad de operarse» M. Níguez
Emocionalmente es muy gratificante, porque esas personas no iban a tener la posibilidad de operarse. También es importante la gente a la que le ponen gafas, pero recuperar la vista es lo más. Este año también se operó los dos ojos a un niño y es algo increíble.
El idioma es una barrera muy importante. Como anécdota, un hombre nos hablaba y la traductora de allí nos decía que nos estaba dando las gracias, que no se lo creían y que era como un milagro. Lo agradecen mucho, los pacientes se quedan muy contentos y nosotros también.
Aquí estamos acostumbrados a la ayuda médica, pero ¿cómo reaccionan allí, dónde nunca la han tenido en este sentido? ¿Cómo os organizáis esos días?
Si en algún caso no se puede ayudar o no se queda como se pretende, los pacientes igualmente son agradecidos y todo muy bien. Intentamos ayudar a todo el mundo, pero cuando llegamos era una cosa bestial, había muchísima gente e intentamos organizarnos de manera que pidiéramos verlos a todos y ofrecerles un servicio, aunque sea mínimo.
La tarea es ardua, porque llegamos a las 8:30 de la mañana y a las 9 empezamos a operar, pero antes de la cirugía había una consulta abarrotada de gente donde había oftalmólogos, enfermeros y ópticos que se encargaban de hacer una especie de filtro para ir revisando y descartando. Esa tarea no es nada fácil, porque tienes 200 o 300 personas enfrente y tienes que acomodarlas, sentarlas y ubicarlas.
«Es importante la gente a la que le ponen gafas, pero la operación y recuperar la vista es lo más» M. Níguez
Al final de la mañana ya teníamos unas 15 o 20 cataratas para operarse por la tarde o al día siguiente, y esa era la mecánica. Al día siguiente más de lo mismo, pero había que sumarle la consulta de los operados del día anterior, de la que se encargaban los oftalmólogos. Esa era la mecánica todos los días.
Esa labor que hacéis no solo conlleva tiempo y esfuerzo, también riesgo ya que allí hay otras enfermedades y uno se tiene que motivar mucho, ¿no?
Un compañero se pinchó el último día con una aguja de un paciente de SIDA. Asumes ese riesgo cuando estás en esta situación, te puedes pinchar, coger una malaria o una gastroenteritis. Sabemos a lo que nos enfrentamos e intentamos tomar todas las medidas de prevención posibles, y este año pasó. Años anteriores también se han pinchado varios compañeros, afortunadamente no fue nada pero el riesgo está ahí.
¿Se podría trabajar un poco más en la educación de las zonas enseñándoles para que ellos mismos se puedan autoabastecer?
Los proyectos educativos en estas poblaciones son muy bonitos en el papel, suenan maravillosos, pero esta gente, por mucho que quieras educarla y enseñarle cosas, es muy cabezona y las entidades estatales de estos países buscan su objetivo común, así que aunque les brindes una información, luego no se lleva a cabo. Este año en el hospital donde hemos estado había mucho material donado, vimos máquinas de esterilización sin conectar a la luz, y eso es porque no las utilizan.
Yo pienso (nos comenta Francisco Cámara), como dice el proverbio, que si me das un pez comeré un día y si me enseñas a pescar, comeré toda la vida. Entonces me cuestionaba si la ONG debía dar algún paso más en este sentido, pero nos tropezamos con varios problemas.
¿Cuáles son esos problemas?
El primero es que como son tan pocos, si a algunos los formas pueden pensar en irse a Dakar a montarse su negocio y operar al que tenga dinero para pagárselo, y eso es un riesgo porque no tienes ninguna garantía.
Otro es que la tecnología que se emplea para operar de cataratas es muy avanzada, entonces cuando tienes un problema con el aparato llamas por teléfono al técnico y como máximo en dos horas llega y te arregla el software si se ha alterado o te cambia alguna placa si se ha quemado.
«El mayor miedo que tenemos cuando llegamos es que el aparato no funcione, porque allí no puedes llamar a nadie» F. Cámara
Eso en Senegal no existe, estamos hablando de multinacionales que allí ni tienen delegación, entonces si se rompe el aparato, ¿qué hacen con él? Nosotros cuando vamos el mayor miedo que tenemos es el que el aparato no funcione, porque como se nos vaya al carajo allí no puedes llamar a nadie.
«Nadie elige el lugar donde nace pero allí con nada, o con mucho según ellos, son felices» J. J. Díaz
¿Qué ambiente os encontráis allí en la zona? Porque a veces tenemos una sensación de que la pobreza va ligada a ser infeliz, cosa que no es cierta.
(Jhon J. Díaz nos responde) Yo vi que la gente es feliz con lo poco que tiene. Nadie elige el lugar donde nace y esa gente por desgracia nació en esos países, pero hay un ambiente de alegría desde los niños hasta las personas mayores. Con nada, o con mucho según ellos, son felices.
No se pelean, no discuten, están tranquilos, les hablas y son obedientes y respetuosos. No es como las imágenes de África que ves en televisión; seguramente la gente pasará hambre pero nosotros en esta zona no vimos eso. Un día fuimos a un poblado donde vivían 80 o 90 personas en sus cabañitas muy felices, nos atendieron, nos bailaron, nos cantaron, nos enseñaron cómo se cultiva el cacahuete, etc.
Seguro que habrá zonas de hambruna, pero a mí (afirma Francisco Cámara) me llamaba la atención que había más bien obesidad y sobrepeso, lo cual no quiere decir que estén bien alimentados porque puedes comer solo pan y tener sobrepeso sin estar bien alimentado.
¿Qué otras cosas faltan allí, aparte de tecnología?
De todo un poco. En el hospital los medios son muy precarios y si va un cirujano seguro que habrá cosas que no pueda hacer por falta de medios. En traumatología parece que tienen más cosas, pero, por ejemplo, no sé si una prótesis de cadera pueden ponerla porque eso vale un dineral. Allí también las personas que se operan tienen que llevar ellos mismos el material, las sábanas, las gasas, etc.
«Es muy duro pero allí es algo muy habitual y tienen asumido que pueden morir por falta de atención o medios» J. J. Díaz
Nosotros estábamos al lado del quirófano general y allí vimos un montón de cosas que no pasarían en España, ni en ningún país con dos dedos de frente. Duele decirlo, pero la vida allí no vale un duro. La muerte está muy presente, y en el poco tiempo que estuvimos murieron dos niños y varias embarazadas. Es muy duro pero es algo muy habitual y lo tienen asumido, pueden morir por falta de atención o por no tener los medios suficientes.
Cuando vais tenéis que poneros como un caparazón.
Hay que ponerse una coraza porque hay gente más sensible que otra y había momentos y escenas muy duras, pero tenemos que blindarnos y centrarnos en lo que estamos haciendo, que no nos venza esa sensación que tenemos alrededor porque nos venimos abajo. Muchas veces no es fácil, porque todos tenemos sentimientos y ves a niños pequeños y piensas en tus hijos.