Entrevista > Lisardo Gabarre ´Willy` / Secretario de la Asociación del Pueblo Gitano ´España Kañí`
Se llama Lisardo Gabarre, aunque en el Barrio de Miguel Hernández (antiguamente llamado de José Antonio) todo el mundo le conoce como ‘Willy’. Preside la asociación vecinal de dicho barrio ‘Sol d’Alacant’ y también es el secretario de la asociación gitana ‘España Cañí’.
Hablamos con Gabarre sobre el día a día que hay detrás del colectivo gitano, tan presente en su barrio. Según nos cuenta, existen muchas diferencias entre las estadísticas teóricas y la auténtica realidad.
¿Cuál es la situación actual de las asociaciones gitanas?
Muy irregular. Todas ellas aseguran que desarrollan supuestos planes efectivos para combatir el absentismo escolar o el desempleo. Las administraciones les entregan muchas subvenciones con los que hacen programas de dudoso rendimiento.
¿Esos programas no funcionan?
No cómo deberían. Por ejemplo en la Zona Norte llevan 15 años fracasando. Allí hay un absentismo escolar muy superior a la del barrio de Miguel Hernández, donde no han hecho prácticamente ninguna inversión.
No tienen protocolos establecidos para solucionar conflictos, ni un programa de seguridad. No intervienen para nada en problemas sociales o en erradicar la delincuencia. Solo están para llevarse las subvenciones, hacen cuatro estadísticas y de ahí no salen.
«Las subvenciones que llegan a las asociaciones apenas se reparten entre unos pocos familiares y amigos»
¿Y por qué ocurre esto?
El problema es que las asociaciones gitanas de la Comunidad Valenciana no tienen que justificar en qué gastan las subvenciones que reciben, que son alrededor de 15 millones de euros al año.
A la hora de la verdad ese dinero no llega a las familias. Yo mismo tengo una asociación gitana, en la que hemos renunciado a recibir subvenciones precisamente por esto. Solo la ponemos en funcionamiento para acciones de justicia social.
¿Algún ejemplo concreto?
Muchos. Por ejemplo en el barrio del Cementerio, que todo el mundo sabe que es el que peores infraestructuras tiene de Alicante, destinaron 30.000 euros para reformarlo. Pintaron dos tristes murales, y no se ha hecho ni una sola reforma.
Para que te hagas una idea, una asociación alicantina recientemente ha recibido 900.000 euros. Teniendo en cuenta que hay unos 11.000 gitanos en Alicante, y que ni mucho menos todos son pobres, si se repartiera como es debido a cada familia necesitada le tocaría un buen sueldazo que erradicaría los problemas escolares. Los padres podrían mandar a sus niños al colegio o a actividades extraescolares sin necesidad de que les ayuden en la venta o en los negocios. Pero esto no sucede.
¿A dónde va entonces ese dinero?
Se gasta en nóminas, en proyectos muy cuestionables, gastos de funcionamiento, etc. Se mueven en círculos muy cerrados, que prácticamente solo beneficia a familiares próximos y amigos.
A la mayoría de las familias gitanas que les preguntes, te dirán que no reciben nada de las asociaciones. Ni un 15 por ciento del dinero destinado llega al pueblo gitano. Yo alguna vez les he pedido ayuda para hacer cursos de informática o manualidades en nuestro barrio. Siempre me han cerrado las puertas.
«La sociedad gitana no avanza con programas laborales que regalan empleos a gitanos por el hecho de serlo»
¿Y por qué dices que sus programas no funcionan?
En muchos casos porque el 80 por ciento de los integrantes de las asociaciones son payos. Es irónico, pero es así. Por ejemplo, una asociación de Alicante recientemente acordó un programa de inserción laboral con Alcampo. En las camisetas de los empleados ponía ‘Gitanos en práctica’. ¿A quién se le ocurre señalarnos así? A un gitano nunca se le pasaría por la cabeza. Esto es una discriminación tremenda que encima nos venden como que están fomentando empleo para nosotros.
La mayoría de estos programas consisten en que gitanos puedan acceder a puestos de trabajo por el hecho de ser gitanos. En la Zona Norte hay un 80 por ciento de monitores gitanos socioculturales sin ninguna titulación. Esto es un error que lo único que hace es marcarnos y cabrear a un payo, que tal vez pueda estar más cualificado para el puesto, con nuestro pueblo.
Los programas hay que destinarlos para los niños pequeños, no empezarlos cuando ya se es adulto. Si de verdad diéramos dinero a las familias más pobres, conseguiríamos que sus hijos fueran al colegio, instituto y universidad. Que se apuntaran a actividades extraescolares, inglés o en deportes. Así llegarían a los 16, 18 o 20 años con una buena formación, y no necesitarían de ningún plan ni privilegio para acceder a un empleo. Es la única manera real de erradicar las diferencias con los payos.
Pero las familias también pueden utilizar ese dinero para otras cosas…
Si, y ahí es donde deberían estar las asociaciones y administraciones para vigilar que esto no ocurra. Por ejemplo, yo les retiraría toda subvención a unos padres que no asistan a los cursos formativos o que sus hijos no vayan correctamente vestidos y aseados.
«Aún existe un racismo oculto que a veces es peor. En algunos colegios ponen partes continuamente a los niños gitanos»
¿Qué tal está la situación de los niños gitanos en el barrio de Miguel Hernández?
A pesar de la ausencia de inversiones, hemos conseguido prácticamente erradicar el absentismo escolar. Aquí el problema más importante ahora es la escasez de material en los colegios.
Todavía existe un racismo oculto que a veces es peor que el manifestado. Por ejemplo, en el colegio Mora Puchol y en otros centros a un niño gitano a la mínima le ponen una falta y a la tercera lo expulsan. Son chiquillos que deberían tener trabajadores sociales por los problemas familiares que tienen. Pero simplemente lo que hacen es aplicar el protocolo al extremo. A los niños no puedes educarlos solo poniéndoles partes.
En general no hay ninguna evolución en el pueblo gitano. Obligar a empresas a contratar gitanos sin ninguna titulación no es manera de avanzar.