Llega el barco al puerto de la isla. Una pequeña lancha en la que apenas caben unas 20 personas. Las líneas regulares que operan en verano desde Alicante, Benidorm o Torrevieja, están todas suspendidas. De las tres empresas que cubren la ruta desde Santa Pola en temporada alta, solo una se mantiene en funcionamiento.
Así es uno de los lugares más hermosos del Mediterráneo, en febrero. Así es el punto más aislado de la provincia de Alicante, en un día cualquiera entresemana. Así es Tabarca, en invierno.
Durante los meses de invierno solo es posible viajar a Tabarca desde Santa Pola
15 vecinos
La travesía apenas dura un cuarto de hora. Es la única conexión regular que comunica a los poquísimos tabarquinos que duermen allí en invierno con el mundo exterior. El capitán lleva varios carritos de compra bien cargados en su primer viaje matinal, cumpliendo con encargos de los vecinos pues en la isla no hay supermecados ni tiendas. En el último barco de vuelta hacia Santa Pola, a las cuatro de la tarde, se vuelve a llevar los carritos vacíos para repetir la función al día siguiente.
Según el último censo, hay 52 personas residiendo todo el año en Tabarca. La cifra es falsa, en invierno apenas duermen 15 vecinos aquí. La mayoría de ellos, jubilados. Solo quedan en activo un pescador, un albañil y el dueño del bar. Ocasionalmente algún artista o escritor foráneo les acompaña en busca de tranquilidad e inspiración para crear sus obras.
Los turistas, eso sí, nunca dejan de venir. Incluso un martes de principios de febrero llegan nacionales y extranjeros. Nada que ver con el verano, apenas una treintena al día. Solo hay un hostal abierto, que de lunes a jueves es rarísimo que tenga huéspedes. Cuando el reloj marca las cuatro de la tarde, el último barco parte y la isla ya es solo de los tabarquinos. Más de 1.800 metros de este a oeste y 450 de norte a sur, para 15 personas.
Un policía y un ATS
Hace 50 años Tabarca era un pueblo de pescadores, ganaderos y campesinos. El boom turístico transformó para siempre la vida de la isla… en verano. Durante los meses invernales, los tabarquinos vuelven a salir a la calle en bata, ponen la silla frente a la puerta de casa y hablan con sus convecinos en ese curioso dialecto mezcla del valenciano, castellano y ligur que tienen sin que ningún bullicio les interrumpa.
“Son personas cerradas, en general desconfían de la gente que venimos del exterior. Una vez que se acostumbran a ti, entonces ya te quieren para todo” nos cuenta entre risas Rafa, el único policía destinado para cubrir la isla.
En realidad la Policía Local de Alicante tiene asignados a ocho policías aquí, los cuales se turnan. Durante la temporada alta van en parejas e incluso llegan a ser tres agentes a la vez. Ahora, en invierno, permanece uno solo. Le acompaña también un Ayudante Técnico Sanitario (ATS).
“Nosotros dos somos todo el servicio municipal que dispone la isla en tierra durante las 24 horas. Realizamos cualquier tipo de funciones. A mí me llaman por la noche porque a algún vecino se le ha estropeado el grifo, o le tengo que arreglar la antena. Más allá de algún enfrentamiento puntual, es un destino tranquilo y aquí la delincuencia no existe” relata el policía.
Cuando ocurre una urgencia, los tabarquinos tardan un mínimo de 50 minutos en llegar a un hospital
Cobertura sanitaria
Igualmente, al profesional ATS también le toca habitualmente actuar de médico. Es lo más parecido que existe en una isla cuyo consultorio está cerrado durante estos meses del año. Tampoco hay ningún barco preparado para urgencias sanitarias. Cuando ocurre alguna, hay que pedírselo prestado a algún vecino o bien llamar a un helicóptero.
“Es raro que la persona llegue al hospital antes de 50 minutos. Los helicópteros salen desde San Vicente, necesitan 10 minutos para ponerse en marcha y tardan otros 20 en llegar. Si los llevamos en barco, hay que encontrar al dueño, llamar a una ambulancia para que esté esperando en el puerto de Santa Pola y que luego se dirija al servicio de urgencias más cercano, que está en Elche” nos comenta el policía Rafa.
Durante parte de enero y febrero se suspendió el servicio de limpieza de parques y jardines
Limpieza y guardacostas
Cuando hablamos con los tabarquinos, escuchamos quejas varias hacia el Ayuntamiento y la Conselleria. Realmente es difícil pensar que estamos en término municipal de Alicante, pues no es ni remotamente parecido a ningún otro barrio de la ciudad.
“Yo soy nacido en Tabarca, un auténtico hijo de esta isla, de la época en la que no habían helicópteros para llevarte al hospital y se daba a luz en casa” nos señala con gran orgullo un vecino, antiguo pescador y ahora jubilado pero que sigue teniendo su barco amarrado en el puerto, con el que se mueve fácilmente.
Nos apuntan que hace poco estuvieron varias semanas sin limpieza de parques y jardines, pues la contrata municipal finalizó y las negociaciones se retrasaron. Los propios vecinos arrimaron el hombro para que todo estuviera limpio. Ahora ya vuelven a tener varios operarios (muchos menos que en verano), que vienen y se van cada día.
Gatos
“Ningún tabarquino te lo dirá porque ellos quieren y miman mucho a los gatos, pero realmente son un problema. Aquí hay una auténtica invasión que supera los 200 ejemplares. Durante el verano tienen comida de sobra, pero ahora en invierno pasan hambre. Así que se ponen a romper y escarbar entre las basuras. Lo dejan todo perdido, igual que las gaviotas” se queja el policía local.
Curiosamente los guardacostas sí tienen bastante trabajo ahora, pues algunos sujetos intentan aprovechar la soledad del invierno para pescar ilegalmente en estas aguas protegidas por ser una reserva natural marina.
Las dos Tabarcas
Llega marzo, llega la primavera. Los días son más largos y la temperatura empieza a subir. El barco que conecta Tabarca con Alicante ya se pone en marcha. La isla empieza a experimentar una metamorfosis, que culminará con unas 2.000 personas diarias en agosto.
Los restaurantes y hoteles se multiplicarán, las tiendas de souvenirs abrirán, los precios subirán, el número de barcos amarrados en el puerto crecerá y todo cambiará. Solo una constante se mantiene inalterable entre estas dos Tabarcas antagónicas, el furioso viento que cada día sopla sobre sus costas, calles y campos.