Un pedazo de Crevillent roza el cielo cada vez que Eloy Martínez asciende una cumbre. Este crevillentí de 52 años se ha convertido en todo un experto en afrontar retos verticales, como quedó demostrado este verano, cuando en compañía del también crevillentí Carmelo Riquelme y de Antonio Escalant, natural de Hondón de las Nieves, escalaron el Muztagh Ata, pico de 7.546 metros de altura situado en la cordillera del Kunlun, entre China y Pakistán.
Solo Escalant logró hollar la cima, pero la experiencia confirmó a Riquelme que ya estaba preparado para la ‘Champions’ del montañismo: los picos del Himalaya.
Pasión por la montaña
La pasión por la montaña le viene desde pequeño. Se inició escalando las sierras que rodean Crevillent y de ahí pasó a Sierra Nevada, Pirineos y Alpes.
“Poco a poco vas viendo que te va gustando y quieres mayores retos cada vez”, relata el montañista, quien recuerda con especial cariño su ascensión al Mont Blanc cuando la montaña alpina aún era el techo de Europa, honor que ahora corresponde al monte Elbrus en Rusia tras el nuevo mapa geopolítico.
Aventura en el Kilimanjaro
También ascendió el mítico Kilimanjaro africano con la única compañía de su petate y sus pulmones. Y desde entonces siempre viajó lejos. Y más alto. Las cumbres andinas, el Atlas, las cordilleras del Pamir, el legendario Pico Lenin…
“Supongo que esto es un proceso. Empiezas por el Mulhacén (el pico más alto de la península), ves que lo consigues y quieres seguir subiendo escalones y adquiriendo experiencia. Además, con el montañismo tienes la posibilidad de conocer el mundo. Es algo que te engancha”, relata Eloy, quien llegó tarde a este deporte (30 años).
La culpa la tuvo una lesión en el oído, ya que practicaba buceo con apnea, lo que fue un gran entrenamiento para sus pulmones.
«El Himalaya no se parece a nada, allí no pueden ir a salvarte»
El reto del Himalaya
A pesar de haber recorrido ya tres cuartas partes del mundo, el crevillentí tiene claro que su gran reto es el Himalaya, algo que asegura “no se parece en nada a todo lo demás”. Sin embargo, advierte de que afrontar los retos de los ocho mil necesita un aprendizaje.
«Le he demostrado a mi cuerpo que estoy preparado para algo más»
“Necesitas subir varios cinco mil para pasar a un seis mil. Luego varios seis miles para intentar después un siete mil. Nosotros ya hemos ascendido el Muztagh Ata, que es casi un ocho mil, por lo que sentimos que ya estamos preparados. Creo que he demostrado a mi cuerpo y mi mente que podemos hacer algo más”, confiesa Eloy, quien destaca la sintonía que mantiene con su compañero Antonio.
Última ascensión
De su última aventura en agosto, en una de las montañas más frías del planeta, se trajo infinidad de material fotográfico, que será exhibido en una exposición, y una congelación en los pies que le obligó a renunciar a la cima cuando estaba ya relativamente cerca.
“Hay que saber parar. Eso te lo da la experiencia. El corazón te pide seguir, pero la cabeza debe mandar. Es clave saber dónde están los límites”, afirma Eloy, quien avisa que cualquier riesgo se dispara de forma exponencial en las cimas del Himalaya. “Allí no puede llegar un helicóptero a salvarte. Cualquier tormenta en los lugares en los que he estado te pone contra las cuerdas, pero en el Himalaya puede dejarte fuera de combate en un instante”, recuerda.
Financiación
Eloy trabaja en una empresa de tejidos, por lo que sus recursos son limitados. Las expediciones las costea de su propio bolsillo y, en ocasiones, gracias a aportaciones de empresas privadas e instituciones, como el Ayuntamiento de Crevillent o la Diputación Provincial de Alicante.
“Para pedir necesitas haber demostrado antes que eres serio y que tienes un buen currículum. Tienes que tener muchos miles encima”, resume el crevillentí, quien admite que no le resulta sencillo conciliar su pasión con su vida profesional. “Para afrontar un 7.500 necesitas al menos un mes de aclimatación. Nosotros para reducir costes nos vamos a Sierra Nevada. Tampoco contratamos guías ni porteadores, así nos obligamos a subirnos siempre el material nosotros mismos y eso también acelera la aclimatación”, argumenta.
Otra de las fuentes de financiación está en los documentales y exposiciones que suelen hacer de sus aventuras y que son expuestos en la Casa de Cultura de Crevillent. En esta ocasión, Eloy pretende llevar la experiencia a varias localidades para buscar una mayor publicidad y promoción.
«Este deporte es diferente, aquí hay solidaridad y no rivalidad”
El sufrimiento de los que se quedan
Admite que los que peor llevan sus aventuras son sus personas más cercanas, a los que deja con el corazón en un puño cuando inicia un nuevo reto. “Son los que más sufren, porque tampoco tienen información de todo en cada momento”, afirma el alpinista, quien admite que ha vivido momentos muy complicados en la montaña, como cuando se abrió el suelo a su paso en el Pico Lenin y quedó suspendido de una cuerda atada a otro compañero.
“Por eso este deporte es diferente. Porque dependes del otro. Hay solidaridad y nada de rivalidad. Si otro alpinista sube antes que tú te alegras por él. Hay casos en que gente que estaba delante se ha esperado para hacer cumbre juntos”, relata con devoción.
Alpinismo, no turismo
Por último, Eloy arremete contra la imagen turística que se está dando del alpinismo, como se pudo comprobar recientemente con unas famosas imágenes de gente haciendo cola para coronar al Everest.
“Que cada uno con su dinero haga lo que quiera, pero a mí me parece patético. Yo para ir a un 7.000 tengo que ahorrar año y medio pero luego ves que hay gente a la que por 120.000 euros la ascienden a 5.400 metros en un helicóptero y luego les ponen oxígeno para subir. Se ponen en la cola como si fueran al supermercado. Eso ni es deporte ni tiene mérito”, denuncia el crevillentí, quien también tiene un recuerdo emocionado para Francisco Antonio Candela Pastor, montañista de Crevillent fallecido el pasado año en una cumbre del Himalaya.
“Cuando estás ahí arriba siempre tienes un recuerdo para él y para toda la gente que se ha ido por cumplir un sueño. Nuestro deporte une mucho y para siempre”, concluye.