A mediados del siglo XVIII Europa se había acostumbrado, no sin perder el temor, a convivir con la peste negra. Aquello había comenzado siglos atrás en la Crimea ocupada por los tártaros y, como todo en aquella época, su dispersión estuvo marcada por las guerras y el comercio. Se cree que fueron los genoveses, activos comerciantes marítimos, los que llevaron la enfermedad de puerto en puerto, algo de lo que dieron buena fe en algunas de las dársenas más transitadas de la época.
Por ello, no es de extrañar que cuando los habitantes de Benidorm, tan relacionados con el mar a través de sus capitanes almadraberos, vieron llegar a sus costas un pequeño londro el 15 de marzo de 1740, su desconfianza fuera absoluta.
Antonio Bayona, Vicente Llorca y Miguel Llorca fueron los tres benidormenses que, a bordo de un laúd, se encargaron de salir a la bahía para dar auxilio a los tripulantes de aquel barco que, como comprobaron rápidamente, venía vacío y sin arboladura. A partir de ese momento, la leyenda se entrecruza con la realidad y nace la veneración de un pueblo por su Virgen del Sufragio.
La Virgen que se salvó del fuego
Temerosos de que los desaparecidos marineros de aquella embarcación hubieran muerto a causa de la peste y que, por lo tanto, la llegada de ese londro pudiera provocar un brote de la enfermedad en el pueblo, confiaron al fuego la labor de acabar con todo lo que trajera a bordo aquel cascarón de nuez.
El miedo a la peste hizo que los habitantes de Benidorm decidieran prender fuego al londro en el que llegó su patrona
Sin embargo, cuando extinguido ya el incendio los niños fueron a recuperar de entre sus restos clavos, metal y demás objetos de cierto valor, se encontraron con la imagen intacta de una Virgen con el Niño Jesús en brazos. Era lo único que se había salvado del fuego.
La representación del hallazgo de la virgen ostenta, desde 2009, la Declaración de Interés Turístico
Desde entonces, la Virgen del Sufragio comparte con San Jaime el fervor de los benidormenses y es celebrada cada mes de noviembre en las Fiestas Mayores Patronales de la capital turística. Unas celebraciones en las que hoy en día se siguen respetando las más antiguas y arraigadas tradiciones del que un día fue un pueblo marinero y que, a la vez, se han convertido en un reclamo más de su amplia oferta de ocio, habiendo obtenido la escenificación del hallazgo de la virgen la Declaración de Interés Turístico hace ahora diez años.
Alcaldesa perpetua
La Virgen del Sufragio es, desde 1980, alcaldesa perpetua de la ciudad y está muy presente en la vida diaria de los benidormenses, que esperan siempre con ansia la llegada del segundo domingo del mes de noviembre para echarse a la calle y celebrar a su patrona.
La Virgen del Sufragio es, desde 1980, alcaldesa perpetua de la ciudad de Benidorm
Pero las Fiestas Mayores Patronales de Benidorm no son sólo devoción y recogimiento. También son los días en los que las calles céntricas de la ciudad mutan su aspecto habitual, y se llenan de locales en los que las distintas ´penyas` hacen suyas las fiestas.
La música invade la calle, el olor de la rica gastronomía mediterránea lo ocupa todo, los blusones se convierten en la prenda más utilizada y, sobre todas las cosas, todo el mundo parece olvidarse, aunque sea sólo por unos días, de los problemas del día a día, de las rencillas vecinales, de las disputas políticas y de todo aquello que nos complica la existencia.
Unas fiestas con su propio remake británico
Y como no podía ser de otra manera en una ciudad que cuenta con su propio barrio inglés, los súbditos de Isabel II no han tardado en hacer también suyas las Fiestas Mayores Patronales de la ciudad que los acoge por periodos más o menos largos de tiempo.
Cada vez es más habitual encontrarse ´penyas` en la que la presencia de benidormenses nacidos muy lejos de sus playas dejó de ser anecdótica hace tiempo e, incluso, existen algunas agrupaciones festeras compuestas íntegramente por residentes extranjeros. A todo ello, hay que sumar que un buen puñado de turistas se reserva esos días de noviembre para visitar una ciudad que la mayoría de sus compatriotas únicamente relaciona con el sol estival y sus playas.
Tanto es así que el barrio inglés de Benidorm es ya, desde hace algunos años, una extensión más de la zona festera. El corazón de las Fiestas Mayores Patronales sigue estando ubicado en el centro histórico del municipio, pero comerciantes y hosteleros del Rincón de Loix llevan tiempo impulsando actividades paralelas en una especie de ´remake` británico que no sólo ha conseguido dar a conocer esta festividad a los turistas, sino también llevar el ambiente festivo hasta esa zona de la ciudad.
L’Alfàs del Pi, unas fiestas sin patrón
Pese a su coincidencia en fechas, la historia de las fiestas de l’Alfàs del Pi nada tienen que ver con las de su localidad vecina. Por curioso que resulte en dos municipios tan cercanos y en un país en el que la mayoría de las plazas mayores se visten de banderolas en el mes de agosto, lo único en lo que coinciden las fiestas de Benidorm y l’Alfàs del Pi es que ambas se celebran en el mes de noviembre.
El caso alfasino, además, tiene una particularidad en su nomenclatura. Contrariamente a lo que sucede en la mayor parte de los días grandes municipales, y aunque también tienen un trasfondo religioso, sus fiestas no son patronales. Es decir, no rinden culto a su patrón. En este caso, estamos ante las Fiestas del Jubileo y el Santísimo Cristo del Buen Acierto.
Tras la concesión de su independencia de la Baronía de Polop el 16 de abril de 1836, l’Alfàs del Pi, cuya iglesia contaba ya con Reservado propio desde 1784 y con una campana dedicada a San Francisco de Asís desde 1822, iniciaba su andadura como pueblo y, por lo tanto, su propia reafirmación identitaria.
El Papa Pío IX concedió la indulgencia plenaria y perpetua a l’Alfàs del Pi en 1857
El Jubileo concedido por Pío IX
Poco a poco, los habitantes del nuevo Alfaz del Pino fueron construyendo su propia cultura. Sus costumbres y sus quehaceres. Y para ello, para terminar de ´vestir` su parroquia, necesitaban la figura de un Cristo que presidiera su altar. Finalmente, el Santísimo Cristo del Buen Acierto llegó por mar y fue tal el fervor que generó entre aquellos primeros alfasinos que las noticias de su llegada no tardaron en ser oídas en el Vaticano.
Allí, el Papa Pío IX, conmovido por esas muestras de amor hacia Dios, decidió conceder a l’Alfàs del Pi una ´indulgentiae Plenariae lucrandae acl Decennium` o, lo que es lo mismo, la indulgencia plenaria y perpetua para los días 7, 8 y 9 de noviembre de cada año, es decir, el Jubileo.
Sólo Roma, Jerusalén, Santo Toribio de Liébana, Caravaca de la Cruz y Santiago de Compostela cuentan con un Jubileo perpetuo como el de l’Alfàs
Esta decisión, que es poco conocida, convierte a l’Alfàs del Pi en una de las seis ciudades del mundo (junto a Roma, Jerusalén, Santo Toribio de Liébana, Caravaca de la Cruz y Santiago de Compostela) con la concesión de ese tipo de indulgencia papal.
Un perdón en tres pasos
El jubileo, que para los cristianos es una indulgencia plenaria –a todos sus pecados–, de l’Alfàs del Pi se gana en tres pasos. Se debe recibir el Sacramento de la Confesión, participar en la exposición del Santísimo Sacramento y rezar ante el Santísimo Cristo del Buen Acierto.
Las fiestas de l’Alfàs del Pi, como sucede con las de su vecino Benidorm, han evolucionado con los años y hoy en día, junto al sentimiento religioso, son las distintas ´penyas` las que ostentan el protagonismo de los principales actos lúdicos de su programa.
Música, gastronomía y tradición se mezclan en las calles alfasinas en las que, fiel reflejo de su realidad social, vecinos de todas las nacionalidades celebran los días grandes de un municipio que, aunque no los vio nacer, sienten tan propio como aquellos alfasinos cuyas raíces se hunden ya varias generaciones en aquella tierra fértil por la que dejaron de ser parte de la Baronía de Polop.