La provincia de Alicante ha sufrido graves epidemias a lo largo de nuestra historia que causaron bastantes más estragos que el coronavirus, sobre todo dado que los medios sanitarios eran infinitamente inferiores a los actuales.
La peste, la viruela, la fiebre amarilla, el cólera o la gripe se llevaron miles de vidas durante los siglos pasados; aunque también dejaron multitud de héroes (la mayoría anónimos) que lucharon para paliar los efectos de estas enfermedades. Este recorrido histórico es sobre todo un homenaje a todos ellos.
Durante la peste bubónica de 1648 huyeron de Orihuela hasta los enterradores
La peste
Durante la Edad Media y la Edad Moderna la peste fue la enfermedad más temida pues segó millones de vidas. Probablemente ninguna otra epidemia haya sido tan dura en la historia de Europa como aquella peste negra del siglo XIV que si bien tuvo de epicentro a Italia y Alemania, también llegó a nuestras tierras. De hecho Denia, un importante puerto comercial en la época, fue uno de los lugares más afectados.
Unos cuantos siglos más tarde, en 1648, la provincia vivió otra dura peste bubónica que se centró sobre todo en la Vega Baja. Se nombraron incluso unos ‘guardias de la peste’ que se dedicaban a analizar cada mercancía que entraba o salía de la ciudad de Orihuela.
Las crónicas cuentan que multitud de políticos, sacerdotes y médicos abandonaron despavoridos la ciudad oriolana huyendo hacia el campo; dejando desamparados a muchos infectados. Incluso los enterradores escaparon, lo cual contribuyó a agravar todavía más el contagio pues los cuerpos amontonados en las calles seguían transmitiendo el virus incluso después de fallecidos.
La peste de 1648 fue además especialmente dura en Elche, hasta el punto que perdió sobre un cuarto de su población. También en Elda, donde los ciudadanos se encomendaron a rezar a la imagen de una virgen (por aquel entonces innominada) a la que, tras terminar la pandemia, la denominaron Virgen de la Salud. Hoy en día continúa siendo la patrona de la localidad.
La Armada España hundía a cañonazos los barcos que trataban de hacer contrabando en Alicante durante la fiebre amarilla de 1804
Fiebre amarilla
A partir del siglo XVIII el Puerto de Alicante experimentó una época de gran esplendor de su comercio marítimo, por lo cual esta ciudad se convertiría en la principal puerta de entrada para las pandemias que acecharon nuestra provincia.
Así ocurrió en 1804, cuando el ejército tuvo que organizar todo un cordón sanitario alrededor de la ciudad, para que no se extendiera la epidemia de fiebre amarilla, e incluso la Armada hundió a cañonazos varios barcos que traían sospechosas mercancías de contrabando. En aquella epidemia fue necesario incluso que los reclusos arrimasen el hombro para convertirse en improvisados enfermeros que ayudaran a los médicos.
En la fiebre amarilla de 1811 Elche no suspendió las Fiestas Patronales, lo cual fue desastroso
Apenas siete años más tarde volvió a asolarnos otro brote de fiebre amarilla, pero esta vez afectó a Elche. En plena Guerra de la Independencia contra los franceses, un regimiento de soldados catalanes llegó a la ciudad ilicitana con el fin de descansar unos días durante las Fiestas Patronales.
Desoyendo las recomendaciones sanitarias, el Ayuntamiento de Elche decidió abrirles las puertas de la localidad. El resultado fue nefasto, más aún teniendo en cuenta que las autoridades municipales no quisieron suspender las festividades para no perder los ingresos propios de las mismas. Se estima que fallecieron más de la mitad de los ciudadanos.
En 1834 la fiebre amarilla llegó de nuevo a la ciudad alicantina a través de su Puerto, si bien esta vez las autoridades ya estaban mejor preparadas que en la anterior. El Ayuntamiento puso en marcha una importante campaña publicitaria dirigida a la población sobre medidas para evitar el contagio, similar a las actuales pero con los medios de entonces.
El cólera
Veinte años más tarde arribó el cólera a Alicante, posiblemente la peor epidemia que se haya vivido en la historia reciente de esta ciudad. El gobernador civil Trino Quijano se convirtió en el gran héroe de la crisis, decretando la suspensión de impuestos en los alimentos y organizando guardias sanitarias para atender a los enfermos las 24 horas.
Quijano incluso se desplazó a otras poblaciones cercanas donde el cólera también había hecho mella como Alcoy, Cocentaina y Monforte para llevar comida pagada de su propio bolsillo. El gobernador civil acabó contagiándose también de esta mortal enfermedad, si bien murió con la satisfacción de saberse como uno de los últimos fallecidos. La ciudad de Alicante construyó un parque y un panteón en su honor, que todavía hoy existen.
El cólera volvería a golpear en 1885, en este caso propagándose todavía más por casi toda la provincia. En Elda, siguiendo la tradición de otras épocas, organizaron procesiones religiosas para rogar piedad que (dicen) surgieron cierto efecto.
La gripe ´española`
La última gran epidemia que azotó a nuestra provincia fue la llamada ‘gripe española’ de 1918. En realidad esta enfermedad se propagó por toda Europa, pero dicho nombre se debe a que solo la prensa de España informaba de ella. Ocurría que entonces se estaba librando la Primera Guerra Mundial en los demás países europeos, y sus gobiernos censuraron este tipo de noticias pensando que fomentaban el desánimo entre la población.
A principios del siglo XX los medios sanitarios ya habían mejorado bastante, por lo que la epidemia no fue tan nociva como las anteriores relatadas. Uno de los lugares donde más estragos causó fue en Crevillent, pues el Ayuntamiento de la época no tuvo a bien suspender los Moros y Cristianos.
Lo cierto es que en las épocas pasadas las epidemias solían estar más concentradas. Los medios de transporte eran bastante arcaicos y se necesitaban horas para viajar de una localidad a otra, lo cual reducía la movilidad y con ello la propagación de los virus. A veces un pueblo sufría una brutal mortandad, mientras que otra localidad no muy lejana podía pasar de refilón.
Ahora hemos mejorado muchísimo los medios médicos desde los tiempos de la peste, el cólera o la fiebre amarilla; pero sin embargo sufrimos la gran desventaja antes impensable de encontrarnos en España con un virus procedente de China en apenas unas semanas.