Marvel instauró en el ideario colectivo que los superhéroes visten ropas ajustadas y de llamativos colores. Que por provenir del espacio exterior, ser seres mitológicos o haber sido expuestos a bizarros experimentos científicos, poseen facultades que van más allá de los límites humanos. Que pueden volar, incendiar cosas con la mirada, congelar lo que tienen a su alrededor y mil posibilidades más. Lo que nunca nos contaron es que los héroes, los de verdad, no llevan capa ni son distintos a nosotros.
La pandemia de la Covid-19 lo ha dejado meridianamente claro. Miles de personas, vecinos o familiares sin ningún rasgo que les haga distinto a los demás, abandonaban cada día sus casas para luchar en un frente invisible contra un enemigo mortal y escurridizo del que, en muchas ocasiones, sabían lo mismo que aquellos que no teníamos más remedio que quedarnos en casa a buen recaudo.
Agentes de la Guardia Civil, de la Policía Nacional o soldados de la UME –y otras unidades del Ejército– son sólo algunos ejemplos de los colectivos que encarnaron la lucha en primera persona contra el coronavirus. No fueron los únicos, claro. La lista es larga y seguro que nos dejaremos a muchos: reponedores, transportistas, funcionarios de limpieza, cajeros de supermercados… y, entre todos ellos, aquel colectivo vestido de blanco o de verde que se expuso, quizás, más que nadie: el personal sanitario.
Muchos sanitarios no tuvieron más remedio que poner a los suyos a salvo con la única medida disponible: la distancia
Del aplauso a la reclusión
Médicos, enfermeros, auxiliares… todos ellos se vieron, casi sin darse cuenta, en el ojo de un huracán sanitario, mediático y social que hizo aflorar lo mejor de ellos mismos. Su entrega se recompensó, cada tarde, con aplausos que, desde ventanas y balcones, pusieron la banda sonora a España durante semanas. Pero todo tiene un contrapunto. Un castigo, muchas veces autoimpuesto, que hacía que la situación fuese todavía más insoportable.
La sanidad española, a la que tantas veces se refirieron políticos de uno y otro bando como ‘la mejor del mundo’ mientras la condenaban a una pertinaz sequía de recursos, no estaba preparada para el golpe que se le vino encima. Sin recursos y, lo peor de todo, sin medios para proteger a sus héroes de la primera línea de batalla, las costuras del sistema se tensaron hasta tal situación que, en algunos puntos, estas saltaron por los aires.
Y cuando esto sucedió, se tradujo en miles de sanitarios infectados por ese enemigo invisible contra el que peleaban en jornadas interminables. Fue entonces cuando el miedo se instaló entre muchos de ellos que, dispuestos a seguir peleando por los demás, no tuvieron más remedio que poner a los suyos a salvo con la única medida disponible: la distancia y la reclusión en apartamentos y hoteles puestos a su servicio.
Profesionales de la Marina Baixa hicieron las maletas para, y esto es lo más terrible de todo, proteger a sus familias de ellos mismos
El miedo y la soledad
HOSBEC y el ayuntamiento de Benidorm se aliaron y pusieron a disposición de todos aquellos que lo necesitasen apartamentos turísticos y habitaciones de hotel para que, como explica el alcalde de la ciudad, Toni Pérez, “pudieran disponer de una alternativa de alojamiento segura, confortable y alejada de riesgos para ellos y sus familias”.
Cerca de 40 profesionales del Hospital Comarcal de La Vila Joiosa, los centros de salud de la capital turística, el Hospital Clínica Benidorm o IMED Levante hicieron entonces las maletas para, y esto es, quizás, lo más terrible de todo, proteger a sus familias de ellos mismos ante la incapacidad del propio sistema, ese que se vanagloriaba de ser ‘el mejor del mundo’, de protegerles a ellos.
Al miedo del contagio y la angustia de ver los estragos que la Covid-19 estaba provocando en los días más duros de la pandemia, cuando los muertos de contaban por centenares y los nuevos casos, por miles; a eso había que sumar ahora la insoportable e inmerecida losa de la soledad. De un confinamiento dentro del confinamiento. De un nuevo sacrificio.
Profesionales de la psicología advierten que es ahora cuando el riesgo de sufrir secuelas psicológicas aumenta
El lastre psicológico
Ahora, en plena fase de desescalada, todos ellos han vuelto ya a sus casas, con los suyos. Toni Pérez, alcalde de Benidorm, explica que “la mayor parte de los profesionales que han hecho uso de este servicio son enfermeras o auxiliares del Hospital Comarcal de La Vila Joiosa”. Además, el primer edil recordaba que “inicialmente dirigimos esta iniciativa a los profesionales sanitarios de Benidorm y del hospital comarcal, pero hemos podido atender también a personal de diversos puntos de la comarca e, incluso, que prestan servicio en departamentos de salud cercanos”.
Llegó ahora el momento de regresar a casa. Un momento complicado ya que, al lógico cansancio físico, se va a unir el mental. Profesionales de la psicología advierten que es ahora, cuando el ritmo de la emergencia sanitaria está bajando, cuando el riesgo de sufrir secuelas psicológicas aumenta para estos profesionales, especialmente aquellos que han estado alejados de sus familias.
Unas consecuencias que serán mayores y demoledoras, avisan, en caso de que estos mismos profesionales tengan que hacer frente a una nueva oleada del virus. Por ello, todos los involucrados en esta lucha desigual contra la Covid-19, insisten en que aquellos que sólo tuvimos que quedarnos en casa para echar una mano, no les volvamos a poner en riesgo con nuestras conductas.