Entrevista > José Luis Campos / Arquitecto (Alicante, 1971)
Como ya ocurrió en el año 2016 con la Extensión Administrativa, el equipo de arquitectos de Crystalzoo, encabezado por José Luis Campos, ha puesto a La Nucía en el mapa mundial de la arquitectura al haber conseguido el máximo galardón en los prestigiosos Architizer Awards, unos premios en los que no sólo han salido vencedores en la categoría del voto popular sino que, además, han sido los más destacados en opinión de un jurado conformado por las mejores firmas del mundo.
«Estos premios están planteados de la misma manera que los Oscar, con categorías técnicas y arquitectónicas»
Los Architizer Awards se han presentado como ‘los Oscar de la arquitectura’. ¿Quiere esto decir que, como ocurre con los premios cinematográficos, se premian distintas categorías y conceptos?
Así es. Estos premios están planteados de la misma manera que los Oscar. Tienen categorías técnicas y categorías arquitectónicas. Para que te hagas una idea, tienes categorías para edificios de hormigón, de piedra, de madera…
Para ayudar a comprender mejor el premio que se le ha otorgado por su trabajo en LabNucía, también se diferenciará el uso de los distintos edificios a concurso.
Efectivamente. Tienes viviendas residenciales, hoteles, museos, bibliotecas… Nosotros nos hemos presentado en la categoría de edificios públicos o lo que ellos, en Estados Unidos, llaman edificios gubernamentales y cívicos.
Esa traducción tan literal nos puede confundir un poco en tanto y cuanto nos lleva a pensar más en ayuntamientos, ministerios…
Creemos que era la que más nos encajaba. Es verdad que se trata de un edificio de oficinas y, a lo mejor, podríamos haber competido en esa categoría. Pero estaríamos compitiendo con una obra realizada para la administración en España, donde siempre se trabaja con presupuestos justitos; contra, por ejemplo, un edificio hecho por Google donde te dicen ‘que la pasta no sea impedimento’.
Por eso, nos inclinamos por la categoría de edificios públicos. Creemos, además, que es la que más se acerca a la tipología y uso del edificio.
«Una de las cosas más interesantes del premio es, precisamente, la calidad del jurado»
¿Cómo se otorgan estos premios?
Una de las cosas más interesantes del premio es, precisamente, la calidad del jurado. En realidad hay muchos concursos de este tipo, pero nosotros nos presentamos a este por ese jurado. Es, sencillamente, espectacular. Si coges las 25 mejores firmas de arquitectura del mundo, sólo faltan en ese jurado Foster y dos francesas.
¿Es, por lo tanto, un premio de arquitectos para arquitectos?
No. También hay figuras muy relevantes como los corresponsales de arquitectura del Wall Street Journal, del New York Times, editoriales como Taschen o Phaidon, el comisario de arquitectura del MoMa…
Y, sin embargo, los vecinos de La Nucía han podido votar por la candidatura del Lab.
El jurado hace una primera selección de cuatro o cinco proyectos por categoría y luego se abre ese plazo de unos 20 días para que vote todo aquel que lo desee. Una vez que se ha realizado esa votación popular, el jurado ya emite su veredicto. Nosotros hemos ganado los dos premios, el del público y el del jurado.
«La arquitectura contemporánea muchas veces está alejada del público. Existe una especie de divorcio latente entre los dos»
De nuevo, la similitud con los Oscar. Han conseguido poner de acuerdo a público y crítica.
Es importante. Nosotros siempre decimos que la arquitectura contemporánea muchas veces está alejada del público. Existe una especie de divorcio latente entre los dos. Es como si fuese una película de [Christopher] Nolan. Ha gustado al público y a la crítica.
¿Y cómo ponen de acuerdo a esos dos intereses aparentemente peleados?
Nos gusta pensar en el usuario final y en los gestores. Hace unos años vino la crítica de arquitectura de El País a Alicante y vio alguno de nuestros edificios. Ya nos dijo que no solía hablar más de dos veces sobre el mismo equipo de arquitectura y, sobre nosotros, ya lo había hecho en tres ocasiones y nos explicó el motivo.
Fuimos juntos a ver el Centro de Tecnificación que diseñó Miralles y preguntó a uno de los trabajadores cómo era trabajar allí. La respuesta fue que era un lugar donde hacía frío en invierno y calor en verano y que aquella persona se pasaba ocho horas al día viendo un muro de hormigón. Entonces nos dijo que esa misma pregunta la había hecho en nuestros edificios.
Imagino que con un resultado muy diferente.
Así es. Incluso ella luego dio una charla y lo comentó. Nosotros siempre hemos dado mucha importancia al hecho de pensar en los usuarios. Es algo que quedó bien reflejado en un libro monográfico que nos hizo la Diputación hace algunos años.
Conseguimos que aquel libro lo hicieran periodistas y ellos centraron el enfoque desde el punto de vista de los usuarios, y cuenta la historia de esos edificios a través de la gente que los habita o los usa y eso es algo muy chulo.
¿Nunca ha tenido la experiencia de terminar un edificio diciéndose a sí mismo ‘qué bien me ha quedado esto’, pero cuyos usuarios le hayan dicho que no es práctico?
He de reconocer que, desde hace mucho tiempo, me gusta trabajar de la forma que te he contado. Primero, reunirme con los gestores y con los usuarios y eso, a veces, nos ha hecho cambiar el proyecto del concurso. Básicamente decimos: ‘ahora que ya se nos ha adjudicado, vamos a haceros lo que realmente os hace falta’.
Esto, que es algo que te puede sonar a Perogrullo porque es la forma normal de trabajar, no lo hace nadie.
«Tenemos una trayectoria lo suficientemente importante en Alicante como para que se nos escuche»
¿Y es fácil convencer a un político que su proyecto no es el adecuado para aquello que quiere construir?
Es complicado, pero nosotros tenemos la suerte de que yo ya tengo 48 años y alcanzamos una trayectoria lo suficientemente importante en Alicante hasta llegar a un punto en que se nos escucha. Antes, es verdad, nos costaba más.
Tendrá anécdotas muy jugosas en ese sentido.
Mira, una vez me encontré en una reunión para hacer una biblioteca en un pueblo. En ella la concejala me dijo: ‘mira chiquito, tú lo que tienes que hacer es ir a Sant Vicent del Raspeig y ver la biblioteca que han hecho allí y cuando la hallas visto, hablamos’. Sólo pude responder que no hacía falta porque esa biblioteca la había hecho yo (ríe).
Ya que me pone ese ejemplo, ¿fue fácil hacer aquella biblioteca como usted quiso?
Era de nuestras primeras obras y me costó horrores convencer a la bibliotecaria de muchos de los aspectos que nosotros planteábamos.
«No tenemos un estilo concreto. Yo me defino como un arquitecto ecléctico»
Viendo las distintas obras que han realizado en la provincia me da la sensación de que sus influencias van desde Miralles al brutalismo y que, como ha dicho, prima la utilidad del espacio sobre otros conceptos. ¿Cómo definiría su propio estilo?
No tenemos un estilo definido. Yo me defino como un arquitecto ecléctico, es decir, acomodamos el estilo que tenemos en función de los usuarios finales.
¿Puede elaborar un poco más esa afirmación?
Si ves la SEU Universitaria, verás un edificio pensado para un público adulto y de alta formación académica. Tiene algunos elementos más nuestros, pero está hecho para ese público. Sin embargo, hemos hecho una gestoría que no tiene nada que ver porque ellos querían aspirar a un público de alto poder adquisitivo. También hemos hecho una autoescuela, que se enfoca más al público joven, y aquello parece una discoteca.
Usted ya recibió este mismo premio en 2016 por la Extensión Administrativa de La Nucía. ¿Cuál le ha hecho más ilusión?
Esto es como si me preguntas si quiero más a papá o a mamá (ríe). En el caso de la Extensión Administrativa, me pareció brutal que pudiéramos ganar con el edificio más pequeño, con diferencia, de cuantos se presentaron al concurso. Es una obra de 200 metros cuadrados y competíamos contra algunas que llegaban a los 15.000 metros cuadrados.
Pero en aquella ocasión no ganamos el premio del público. Creo que fue un proyecto muy escultórico y que quedó redondo; pero en esta ocasión hemos sumado los dos galardones y eso es algo que nos ha hecho mucha ilusión.
Cuando se celebre la gala de los Architizer Awards sólo habrá en ella dos españoles y ambos provenientes de la provincia de Alicante, eso habla muy bien de la salud de la arquitectura y de la formación de las universidades de la zona.
¡Claro que sí! Yo estudié en Valencia, pero posteriormente hice un Máster para reciclarme y lo hice en Alicante. Fue precisamente allí donde conocí al otro arquitecto premiado. Es curioso y creo que dice mucho de la arquitectura de Alicante y de la Comunitat Valenciana. Esto es muy bueno para todo el colectivo de arquitectos.
A mi me sale mucho la defensa del ‘cantón’ de Alicante, porque trabajo mucho para la Administración y veo los presupuestos que se gastan en Valencia y me pongo malo. Aquí estamos diciendo que no ha sido gente de Valencia, Madrid o Barcelona… hemos sido los de aquí y, además, con cuatro duros.
Me habla del buen momento de la arquitectura alicantina y, por lo tanto, valenciana. También, de la importancia que le da usted a la funcionalidad de sus obras. ¿Están ustedes devolviendo el esplendor que primero ganó y luego perdió su oficio a manos de Calatrava? Se lo pregunto de otra manera, a día de hoy, ¿Calatrava es más un activo o un lastre a la hora de ‘vender’ la arquitectura valenciana?
(Piensa) En primer lugar, Calatrava juega en otra liga. No es comparable a lo que hacemos. Dicho esto, nos guste más o menos, es el único arquitecto español al que el MoMa de Nueva York le ha hecho una exposición unipersonal. Él tiene una doble formación como arquitecto y como ingeniero de caminos, lo que hace que tenga un estilo muy personal. Su fallo es que se le disparan los presupuestos de mala manera.
Hubo una época en la que fui muy detractor de Calatrava por esa lesa funcionalidad, que para mi es importante. Creo que ser arquitecto no es sólo hacer cosas bonitas, sino que tiene que ser un todo. Deben ser funcionales, funcionar dentro del rango económico, que sea algo hermoso…
En su catálogo de proyectos encontramos una muy amplia variedad de edificios para todo tipo de usos, pero si yo le pudiese poner un cheque en blanco sobre la mesa y darle absoluta libertad de elección, ¿cuál sería su obra soñada?
¡Uf! Me quedo con un auditorio. Dentro de mi ‘colección de animales’ me faltan varias cosas, pero un auditorio es algo que me apetece. También un hospital y un aeropuerto, pero ahora mismo lo que más me gustaría, como te digo, es un auditorio. Es algo que me apetece horrores y estamos trabajando por conseguir uno.
«Un proyecto que me parece brutal para toda la provincia, aunque esté ubicado en la propia capital, es el desarrollo de ‘La Británica’»
Y, por último, ¿algo que le gustaría hacer en la provincia de Alicante que crea que serviría para revitalizar o mejorarla a nivel arquitectónico?
Un proyecto que me parece brutal para toda la provincia, aunque esté ubicado en la propia capital, es el desarrollo de ‘La Británica’. Cuando estalló la Guerra Civil, Alicante era mucho más importante de lo que nos imaginamos por muchos motivos. La vida cultural de la ciudad estaba a la par que Barcelona o Madrid. Además, tenía la refinería de petróleo y, por eso, es la última capital de la República. Teníamos todo el combustible del bando republicano.
Así, cuando estalla la Guerra se soterran todos los depósitos y eso nos ha dejado un conjunto de 16 bóvedas excavadas en la tierra y es algo impresionante. Es un espacio que te da cabida para todo. Yo haría un balneario o un palacio de congresos usando parte de las naves como zonas de reunión. Tendrías un palacio de congresos con vistas y salida al mar. Es algo tan potente que no hay nada así en todo el mundo.
¿Algo similar, salvando las distancias, a ese Centro Botín de Santander que se asoma al mar?
Claro. Imagínate ese Centro Botín, pero sólo tendrías que construir la sala grande porque todas las salas pequeñas que necesita un centro de este tipo ya las tendrías excavadas en las bóvedas. Sería, como he dicho, crear algo único porque, en primer lugar, no existe y, en segundo, porque nadie lo va a hacer. Nadie se va a poner a excavar una montaña para hacer una obra de este tipo.