Madrid, Barcelona y quizá Valencia. Son los principales centros editoriales españoles, los que acogen, en especial los dos primeros, una industria del libro que incluso anota en sus actividades el epígrafe ‘multinacional’. Pero esto no quiere decir que sean las únicas. Cada comunidad, incluso cada provincia, atesora también sus propios sellos editoriales (algunos, como la andaluza Algaida, insertos en un conglomerado internacional, en este caso Anaya-Lagardère).
La provincia de Alicante, al respecto, ha sido y continúa siendo especialmente activa en el apartado editorial, con abundancia, eso sí, del autor-editor o los editores independientes, sin desdeñar la existencia de sociedades empresariales, básicamente sociedades limitadas. Pero ahora todos estos sellos, al margen de su formulación empresarial, han tenido que hacer frente en este año terrible con el fantasma de un virus, el SARS-CoV-2, su correspondiente enfermedad, la covid-19, y cómo los poderes públicos se enfrentan y nos enfrentan a esta terrible anomalía.
«Creo que no existe una apuesta pública real por la cultura» J. Cervetto
De nuevo en marcha
Juanjo Cervetto, al frente de Eléctrico Romance, en Alicante capital, que arrancaba el 25 de noviembre con la presentación de la colección de poesía El Puente de los Espejos en la Casa de Cultura de Villena (el primer poemario era Inédita edición, del villenense Amalio Gran), se encontraba preparando novedades meses antes de la pandemia; novedades que han tenido que esperar.
¿Cómo ha llevado adelante la empresa cultural? “Te imaginas que todo sigue”, relata ahora, “pero, como en toda España, te has llevado el parón. Te queda pensar que lo gordo ha pasado, así que ahora estamos cerrando plazos, planteando posibilidades de nuevas publicaciones”.
Eléctrico Romance, normalmente, aparte de actividades culturales, edita una revista y los libros, encuadrados, “esencialmente, en dos colecciones”: la ya citada y, dedicada a los relatos, Todo era Junio. Cervetto procede del sector de las relaciones públicas, con especial dedicación a la cultura, por lo que ésta no deja de ser una muy especial apuesta personal. En la que sigue: “Antes del covid, el sector de la cultura suponía un porcentaje muy relevante del Producto Interior Bruto (PIB) en este país. Por desgracia, aquí la cultura tiene poco de industria, es sólo mi opinión, claro, pero creo que no existe una apuesta pública real por la cultura, y hay mucha gente que está trabajando por la cultura ahora”.
«Hay todavía mucho miedo» A. Beltrá
Sin temor al libro electrónico
Desde Novelda, Augusto Beltrá lleva desde 1995, según recuerda (1993 según algunas fuentes del baúl de los recortes), al frente de Edicions Locals. En su caso la aventura vino complementando a otra: la de crear y dirigir la librería La Farándula, que abría sus puertas el 16 de diciembre de 1988, en la calle Emilio Castelar (desde el 2007, en la calle San José), y que además continúa suponiendo un importante foco cultural en el entramado vivencial noveldense.
Obviamente, la pandemia le ha atacado principalmente por tres frentes (en el de promover actos culturales, por cierto, ha debido recurrir ahora a las videoconferencias). ¿Y cómo se vive la covid-19 como librero y como editor? “Hombre, hay todavía mucho miedo. Aquí hemos estado tres meses cerrados”, cuenta hoy. También tuvo que paralizar los proyectos editoriales, aunque Edicions Locals, por supuesto, sigue en marcha.
Beltrá no le teme ni como librero ni como editor (narrativa, publicaciones culturales, etc.) al libro electrónico, que en realidad todos los editores consultados parecen ver como un formato más, pero sí, al igual que sus colegas en tan cultural como difícil oficio, a la televenta (o a ciertas empresas de televenta). Pero sigue con su apuesta por una editorial pequeña.
«Las pequeñas editoriales son como sitios de confianza para los autores» O. Ferrero
Nueva línea de cómic
Coincide en mucho con Octavio Ferrero (con toda la profesión en realidad), de la editorial ibense Degomagom (el nombre viene de juntar las palabras de una expresión que significa “de bote en bote”, como señala Ferrero, y está especialmente dedicada al libro ilustrado, con autores como el aspense Miguel Calatayud o el alicantino Pablo Auladell), para quien las pequeñas editoriales son “como sitios de confianza para los autores”, donde en suma van a poder publicar en libertad.
A Degomagom, surgida a finales de 2018 con la intención de “educar a través de la imagen”, la pandemia les ha atrasado muchos planes, incluida la intención de iniciar una línea de cómic. “El primer año fue el de lanzar y consolidar el sello”, reflexiona Octavio Ferrero, “y este año era el de la remontada”. De todas formas, siguen adelante: “Ahora vamos a sacar dos libros nuevos, uno que se está imprimiendo”, pero, claro, se trata de proyectos, próximas realidades, que estaban previstas para antes.
Antes de la gran epidemia, se apuntalaban mucho en “las presentaciones y las actividades en los colegios”; ahora, además de continuar, han de encarar, como todos, casi un nuevo comienzo, con nuevos retos pero también renovados enfoques.
Las editoriales que se fueron
No todos los sellos editoriales alicantinos han aguantado el tirón (aunque aún no poseamos datos definitivos de que la covid-19 haya mandado definitivamente a la UCI o más allá a alguno de ellos); por contra, algunos habían ido diluyéndose ya, sellos y catálogos, en el baúl de las librerías de lance o los portales de coleccionismo de Internet.
Como la hoy mítica Aitana, sueño del también restaurador Pepe Navarro ‘Barranquí’ (El Cranc), que se dedicó tanto a los autores alteanos contemporáneos (y alicantinos en general, en formato reedición, tal que el hoy llorado Enrique Cerdán Tato o José Luis Ferris) como facsímiles de veteranos textos a propósito de Altea. Y que se le quejaba a este redactor a comienzos de la primera década del siglo del porcentaje de las distribuidoras, que llegaban a quedarse hasta el 60% del precio final del libro.
Otras, como Edicions de Ponent (desde 1998, aunque preexistió como Ediciones Joputa desde 1995), especializada en cómic, cayeron cuando nos dejaba su creador y máximo responsable, en este caso el alcoyano Paco Camarasa (1963-2016).
La veterana Marfil
Pero quizá el caso más paradigmático se haya dado con la veterana Editorial Marfil, fundada en Alcoy en 1947 y que el 1 de enero de 2014 pasaba a formar parte, junto a buena parte de su catálogo, del grupo editor radicado en Valencia Tabarca Llibres, creado en 1991 y también propietario, además del sello propio Tabarca, de la valenciana ECIR Editorial (adquirida el mismo año que Marfil, pero en junio).
Marfil, pues, sigue existiendo, pero no ya como aquella editorial alicantina que publicaba libros en castellano y valenciano y que planeaba por los cielos literarios con una autonomía de vuelo equiparable a los sellos madrileños o barceloneses. En 2001, por ejemplo, Marfil afianzaba, con su desembarco en Chile y Puerto Rico, su entonces fuerte presencia en el mercado hispanoamericano. La dirigía entonces, desde hacía 12 años, Verónica Cantó, también presidenta en aquel tiempo de la Asociación de Editores del País Valenciano (Associació d’Editors del País Valencià, en la actualidad presidida por Àfrica Ramírez, de la valenciana Balandra Edicions).
En declaraciones a este reportero, Verónica Cantó hablaba aquellos días con lógico optimismo en cuanto al futuro de Marfil, por más que denunciase el poco apoyo institucional para fomentar la lectura, cuando desde la Asociación se manejaban datos tan poco halagüeños como que la Comunidad Valenciana contaba con sólo un 44% de gente lectora.
Un panorama con esperanzas
Los datos no están tampoco hoy como para lanzar campanas al vuelo, pero al menos antes de la pandemia apuntaban ya más alto. Según la propia Asociación, “el sector editorial del Estado creció un 2,4% antes de la parada por la covid-19”. Además, “todos los segmentos de la edición registraron incrementos de la facturación durante 2019: ficción (1,8%), infantil y juvenil (2,9%), libros de texto (3,3%), no-ficción (1,8%) y cómic y novela gráfica (0,5%)”.
¿Y en la Comunidad Valenciana? En 2018, la Fundació pel Llibre y la Lectura (Fundación por el Libro y la Lectura o Fundació FULL, ‘hoja’), dependiente de la Asociación, el Gremio de Libreros de Valencia, la Asociación Profesional de Ilustradores de Valencia (APIV) y el Colegio Oficial de Bibliotecarios de la Comunidad Valenciana, encargó un estudio sobre ‘Hábitos de lectura y compra de libros en la Comunidad Valenciana’.
Los resultados empezaban a ilusionar: un 68,3% de lectores de libros en la Comunidad Valenciana (28,8% en formato digital, el resto en papel), en una encuesta a la ciudadanía a partir de los 14 años para arriba y que en la provincia alicantina se efectuó en las regiones ‘Alicante’ (comarcas del Bajo Vinalopó, l’Alacantí o Campo de Alicante, los Valles del Vinalopó y la Marina Baja) y ‘Alcoi-Gandía’ (la Marina Alta, el Comtat, l’Alcoià y, en Valencia, la Vall d’Albaida y la Safor).
Habrá que tener en cuenta que la encuesta, con un error muestral para el total de la Comunidad del +2,89%, se efectuó con miras al libro editado en valenciano y con un triaje muy basado en institutos de enseñanza. Según sus datos, de ese 68,3% de población lectora, un 95,9% se lo anota la zona de Alicante y un 98% Alcoi-Gandía.
Pero ¿responde a la realidad o, como reflexionaron ante este medio los editores, no aparece el panorama tan atractivo como se ve desde las instituciones?
Dudas razonables
El panorama provincial está lleno de editoriales que mantienen activa su ciberpágina, pero ni atienden desde los teléfonos o los correos electrónicos que señalan como de contacto al público, ni contestan desde los correos o teléfonos privados, por lo que acabas sospechando lo peor.
Es lo que ocurrió, por ejemplo, con la veterana Aguaclara, creada por el también escritor Luis T. Bonmatí en 1982, que sin embargo anunciaban desde su página, durante la confección de este artículo, jugoso lanzamiento para el 9 de octubre (sí, en pleno día de la Comunidad Valenciana, ‘Guía de supervivencia en UCI’). Está claro que si, desde las optimistas previsiones de la Associació d’Editors, la locomotora comenzaba a alimentar la caldera, en estos momentos quizá estemos cebando combustible día y noche.
«Hemos cambiado el sistema de trabajo e incluso he tenido que ampliar plantilla» J. A. López
Confianza en el presente
José Antonio López, al frente de un pequeño grupo empresarial que incluye Gamma, dedicada a impresión digital, multicopista, etc., y una veterana editorial provincial, ECU (Editorial Club Universitario), nacida en 1993, encara el asunto, sin embargo, con mayor optimismo.
Confiesa incluso que la covid-19 les ha servido para que crezca ECU: “Hemos cambiado el sistema de trabajo e incluso he tenido que ampliar plantilla. Las redes y la venta online han subido un 10%, la gente se ha volcado”. No le teme tampoco al libro electrónico: “En el ebook hubo una explosión al principio, como en Estados Unidos, que aumentó un 55%, pero ya ha bajado. El ebook está ahí para quedarse, pero ya ha bajado”. Aunque eso sí, como todos los editores, da un toque de atención a la venta online desarrollada por ciertas empresas: “Habría que regularizarla, si no queremos cargarnos el negocio. Al final, lo importante es el producto”.
ECU, que incluye desde edición propia hasta autoedición, toca prácticamente todos los géneros –“es que a mí me gusta leer de todo, y al final no tienes autores, tienes amigos”– pero posee una especial dedicación al libro de contenido universitario (sus oficinas, como las instalaciones de Gamma, se encuentran casi contiguas a la Universidad de Alicante).
Nació, desde Gamma (que a su vez la había creado López desde un establecimiento de electrónica, cuando vio que hacía falta una multicopista en el lugar), cuando López comprobó que desde el ámbito universitario había un mercado editorial a potenciar: “Siempre surgen las ideas de una necesidad”, señala el responsable de ECU. Después de todo, ¿qué aporta editar, incluso en tiempos de pandemia? “Esto te engancha, no lo puedes evitar”.