La sed del campo, y esta huerta, como todas, la padece, ha obligado siempre al recurso de la ingeniería. No muy lejos del polígono industrial Garganta, a la vera del barranco del Bosch, huele a mucha agua. La que, por la época, pueda albergar el embalse de Crevillent, que destina a su valioso contenido 108 hectáreas, hasta 12,78 hectómetros cúbicos de capacidad posible y un perímetro ribereño cifrado en unos 14 kilómetros. Una balsa de riego ciertamente imponente.
El pantano se inauguraba en 1985 para poder irrigar ese casi 80% de suelo agrícola en una comarca donde, además de alfombras (industria que, como prácticamente todas, también precisa de agua) hoy la principal manufactura, germinan algarrobos, almendros, cítricos, granados, higueras, hortalizas o vides. Según los últimos datos registrados, prepandémicos (en muchos casos, tanto desde la Generalitat como la Diputación, referidos al 2013 e incluso al 2011), sólo un 25% de cultivo se produce en secano. Luego hace falta agua.
De retraso en retraso
La presa, oficialmente registrada como el ‘Depósito Regulador del Canal de Crevillente’, abre compuertas a su primera singularidad por el hecho de no tratarse de una presa dedicada, como resulta lo habitual, a remansar aguas procedentes de río o glaciar. En realidad, aprovechando el cauce del barranco del Bosch, de muy alto estiaje (el periodo mínimo o nulo con agua), se construye únicamente para, como si de un gigantesco azud se tratara, distribuir las aguas del trasvase Tajo-Segura.
Este trasiego acuoso, que tanta sed calma en las Vegas del Segura, se gestará en 1922, un año antes del golpe de Estado de Primo de Rivera. Las primeras líneas del proyecto, del ingeniero, fotógrafo y escritor madrileño Manuel Lorenzo Pardo (1881-1953), son de 1932. La Guerra Civil lo posterga, hasta la orden ministerial del 30 de julio de 1966, que pide un ‘Anteproyecto General del Aprovechamiento Conjunto de los Recursos Hidráulicos del Centro y Sureste de España, Complejo Tajo-Segura’.
El trasvase se gesta en 1922 y se concreta en 1979
Arriba el agua
El trasvase se concreta en 1979, en plena democracia. Manda Adolfo Suárez, se aprueban los primeros estatutos de autonomía (Cataluña y el País Vasco), hay un escape brutal en la central nuclear de Three Mile Island (Pensilvania) y las huertas murciana y alicantina comienzan a recibir ración extra de agua. En Crevillent, en realidad habían empezado a trabajar desde antes del comienzo de la que se consideró principal obra hidráulica en España, y aún hoy una de las más importantes.
En 1971 se presentaba el proyecto de un gran sifón
Ya en 1971 se presentó el proyecto de un sifón de 2,5 kilómetros de longitud que recogiese este excedente acuoso. Pero al revisar lo planificado, se ve insuficiente y se sugiere la construcción de un ‘depósito de regulación’ aprovechando el barranco del Bosch. Se necesita, pues, algo más ambicioso. En septiembre de 1974, lo presenta el ingeniero Alfonso Botía Pantoja, responsable también de la presa de Santomera (1965) y del embalse del Argos (1972), en Cehegín, ambos en Murcia.
Diseños según fuentes
La segunda singularidad estriba en su propio diseño. Puesto que no recoge directamente aguas de río, sino que reparte las que recibe de un trasvase, no es el tradicional embalse con el que nos encontramos, sean los ya citados de Santomera o del Argos, sea el cercano de Elx, del XVII, de mampostería y en forma de arco (posiblemente el primero en Europa de tal forma). Sí coincide con el ilicitano en tratarse también de una de las llamadas presas ‘de gravedad’.
De una manera muy simplista podríamos dividir las presas en aquéllas llamadas ‘de fábrica’ (o sea, de mampostería o de hormigón) y de materiales sueltos. Y dentro de la primera clase se suele incluir a las denominadas ‘de gravedad’ (también presas arco y de contrafuertes). Aunque la realidad es que las de gravedad pueden ser tanto de fábrica como de materiales sueltos. En este caso, aunque hay elementos de obra, tenemos sobre todo materiales sueltos con núcleo de arcilla.
El agua se traslada del trasvase al embalse principalmente a través del denominado canal de Crevillente
Alimento para presas
En realidad, Crevillent ya contaba, y cuenta, desde tiempos pretéritos con las aguas subterráneas procedentes de la sierra, para lo cual existe toda una infraestructura (que incluyó ampliación por sondeos en los años 50) a la que se sumó la del embalse, generando un activo riego ‘por gravedad’ canalizado a través de tuberías, con acequias como ‘redes secundarias’. Y entonces, ¿cómo hacemos para trasladar el agua del trasvase al embalse? Principalmente, a través del denominado canal de Crevillente.
El agua que lleva se deriva hacia una estación de bombeo, que directamente la eleva hasta el pantano: el ‘grifo’, por así llamarlo, proporciona otra singularidad visual a la presa, con la imagen habitual de los aliviaderos (que obviamente también posee ésta) pero aquí vertiendo agua ‘dentro’ del embalse. En cuanto a la infraestructura necesaria, es fácilmente observable desde la N-325, justo la carretera que discurre entre el polígono Garganta y la inmensa balsa de riego del embalse de Crevillent.