Los caminos del crecimiento físico y demográfico a veces son inescrutables. Desde el 13 de abril al 3 de mayo de 1766 se desarrollará el motín de Elche, una rebelión antiseñorial, posible espejo del motín de Esquilache (en Madrid, en marzo), con importante tachón en el calendario: la toma del castillo de Santa Pola el 22 de abril. Los amotinados perdieron, pero el futuro municipio costero ganó un repoblamiento importante: en 1857 ya se alcanzaban las 2.759 personas.
Así, las primitivas cabañas de junco y esparto de ilicitanos turistas o pescadores (o ambas cosas), lejos aún del medio millar, aunque bajo reglamento para veraneantes desde 1810, empezaban a configurar una futura ciudad que iba a ir cambiando a rachas, a oleadas, cada una de ellas implementando más terreno urbanizado, creciendo hacia el sur y hacia el norte, conurbando con demarcaciones ilicitanas y acercándose a la capital provincial y a la urbe interior que la sembró.
Las primitivas cabañas configuraron la futura ciudad a oleadas
El despegue de los sesenta
Quizá la Historia, con mayúsculas, escarbe más allá. Puede que originalmente el Portus Ilicitanus no estuviera en la Santa Pola actual, sino más cercano a la hoy Alicante capital, por donde la Ciudad de la Luz, aquellos estudios de cine que ahora sirven para vacunaciones masivas. Así parecen mostrarlo algunos hallazgos arqueológicos, y así lo citan también, por ejemplo, los profesores Juan Carlos Márquez Villora y Jaime Molina Vidal en el libro ‘El comercio en el territorio de Ilici’ (2001).
Pero queda claro que cada uno de los traslados y sucesivas ampliaciones demográficas del poblamiento, villa y corte desde 1877 y con término municipal delimitado desde 1944, trae incrementos poblacionales. Está consensuado que serán los años sesenta los del primer gran despegue santapolero como ciudad. Aunque las cifras quizá nos puedan parecer hoy morigeradas, de 1960 a 1970 pasamos de 6.443 habitantes a 9.198 habitantes, 2.755 personas que se apuntan en el haber demográfico.
La década de 1960 aumentó mucho la superficie construida
Aumenta la superficie construida
La década de crecimiento anota también un considerable aumento de la superficie construida: desde el 0,56% en la anterior hasta un 10,28% en la iniciada en 1960. ¿Qué ocurría? El epicentro ladrillar se encuentra en Madrid, en el mismísimo palacio del Pardo. A finales de los cincuenta, la autarquía (yo me lo guiso, yo me lo como) impuesta por el general Franco y el bloqueo desde y ante el exterior han inmovilizado a la economía española.
La tabla de salvación llega de manos de un grupo de tecnócratas, pertenecientes mayoritariamente a la institución católica del Opus Dei, que con el Plan de Estabilización y Liberalización (17 de julio y 5 de agosto de 1959) inician el llamado ‘desarrollismo’, o sea crear una clase media que genere un fluido turismo interior, con sus infraestructuras hoteleras, de espectáculos y de restauración, y con vistas a soportar también un turismo de procedencia extranjera.
Arabismos costeros
La bonanza económica experimentada allende nuestras fronteras y el éxito de un plan de inspiración francesa, combinarán para que el litoral de la Costa Blanca empiece un primer alicatamiento que prefigurará la presencia actual de muchas localidades costeras, como en el caso de Santa Pola. Sembrarán los primeros ladrillos modernos por Playa Lisa y Santa Pola del Este, comenzarán a retreparse laderas, y de casas de dos y tres alturas comenzaremos a añadir pisos y pisos.
Santa Pola presentará ya una cara reconocible para el visitante actual, con el trazado básico de su centro urbano, y con la zona de Varadero abriéndose a futuros empadronados. El cantautor, escritor y político José Antonio Labordeta (1935-2010) alucinó en colores en 1993, cuando se rodó el capítulo correspondiente de ‘Un país en la mochila’, al pasearse por el interior de la señera urbanización arabizante del lugar, comprobando que el sitio, con gracia, no buscó raíces pasadas, sino dineros futuros.
Al comenzar el siglo se llegó al 35,79% de superficie construida
Década a década
La década siguiente, la iniciada en 1970, también vivirá una expansión urbanística importante, con un 13,26% de superficie construida; y no se quedará atrás la posterior, cuando se llega al 19,64% (en 1981 se alcanzaban los 12.022 habitantes). Pero se concatenaron las crisis, ralentizando el avance de grúas y hormigoneras, por lo que habrá que esperar hasta el arranque del siglo para encontrarnos con el 35,79% (18.922 habitantes en el 2000, 33.303 el pasado año).
Esto, por supuesto, ha ido cambiándole la faz a Santa Pola, aunque aún conserve ese núcleo gestado en los sesenta del pasado siglo. En 1984, semillaba Gran Alacant, y comenzaba a extenderse Santa Pola por el norte, urbanización tras urbanización, alternando mastodontes de hormigón, chalés y pareados, restaurantes y plazas junto al mar, y hasta un camino del Cabo de momento sólo apostillado por viviendas unifamiliares aquí o allá. La recuperación ecológica quizá atempere algo a lo previsible: ¿cuándo llegará la próxima racha poblacional?