Cuando escuchamos la palabra ‘cáncer’ lo que nos despierta de manera inmediata e inevitable en la mayoría de las personas es una sensación de miedo, angustia, incertidumbre, preocupación… y es que, aunque llevamos conviviendo muchísimos años con esta enfermedad y sabemos cada vez más sobre ella, aún hoy seguimos sin encontrar una cura real, lo que provoca que las cifras de muerte en España y en otros países europeos sean escalofriantes. Ante este panorama es totalmente normal y natural que la emoción del miedo nos invada.
Según un estudio llevado a cabo por sociedades científicas y en colaboración con la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) estamos sufriendo un descenso en el número de diagnósticos y una reducción en el inicio de tratamientos en la población con cáncer, como consecuencia de la llegada de la COVID-19 a nuestro mundo.
Y es que en la actualidad, y a pesar de la pandemia en España, sigue siendo muy importante y prioritario no olvidarnos de la necesidad del acompañamiento psicológico del paciente con cáncer y de su entorno y de las consecuencias y efectos beneficiosos de estas intervenciones psicológicas.
Porque en el momento presente, si comparamos con décadas anteriores, sí se ha mejorado muchísimo la calidad de vida de los pacientes con cáncer. De cara al tratamiento sabemos que el paciente diagnosticado, aún con este avance, en mayor o menor grado, va a sufrir gran malestar emocional, ciertos cambios bruscos y va a vivir momentos duros, complicados y muy difíciles que pueden incapacitar calidad de vida y hacer que viva su proceso desde la peor de las posiciones.
En relación con esto y gracias a la evidencia científica, sabemos de primera mano que el malestar emocional que sufren estos pacientes y también sus familiares (desde el inicio del diagnóstico hasta el final de los tratamientos practicados) es muy elevado [Hernández M, Antonio Cruzado J. ‘La atención psicológica a pacientes con cáncer: de la evaluación al tratamiento’. Clínica y Salud. 2013] y por tanto no olvidarnos de ellos y trabajar desde la psicología para minimizarlo, sigue siendo fundamental.
Elevados niveles de ansiedad y depresión son dos de las patologías que correlacionan de manera muy directa y que están presentes (entre el 5% y el 60% de la población) cuando el diagnóstico de “cáncer” irrumpe en su día a día. [Walker J, Hansen CH, Martin P, Symeonides S, Ramessur R, Murray G, et al. Articles ‘Prevalence, associations, and adequacy of treatment of majordepression in patientswithcancer: a cross-sectionalanalysis of routinelycollectedclinical data’. www.thelancet.com/psychiatry. 2014; 1(5):343–50.]
La psicología ayuda mucho, claro que ayuda, demostrado está que las terapias psicológicas y los tratamientos psicosociales influyen de manera positiva en la calidad de vida del enfermo oncológico.
Y no sólo acompañar desde la psicología de manera general, sino que trabajar más en particular desde la psicología positiva, poniendo el foco en las fortalezas del paciente, también nos da resultados esperanzadores. Y es que por ejemplo, en el caso de la fortaleza del optimismo, se ha asociado con una mayor calidad de vida en pacientes adolescentes con cáncer. (Optimism and health-relatedquality of life in adolescentswith cáncer. M. M. Mannix, Jonathan M. Feldman and Karen Moody)
También gracias a la psicología positiva se podría trabajar la fortaleza de la curiosidad, que como mostraron en Barcelona dos estudios del grupo de investigación liderado por Cristian Ochoa, psicooncólogo del ICO e investigador en el Institut d’Investigació Biomèdica de Bellvitge (Idibell), realizados conjuntamente con la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), ayuda a mejorar el estado de ánimo y reducir la angustia que sufren estos pacientes. De hecho, la Unidad de Psicooncología del ICO, desde que se dio cuenta de ello, hizo un giro en sus intervenciones, asumiendo e incorporando la terapia positiva como pieza clave en sus protocolos.
En relación a la capacidad de resiliencia y a la mejora del sistema inmune, las conclusiones a las que llegan diversos estudios son contradictorias, incoherentes y no concluyentes.
Pero sí coinciden en que la resiliencia juega un papel fundamental durante todo el proceso de la enfermedad, y sería más que conveniente fomentar modelos de resiliencia óptimos porque la manera en la que el paciente con cáncer afronte su enfermedad, influirá directamente en su estado de salud.
Aún queda mucho por hacer para que la palabra ‘cáncer’ despierte en nosotros emociones agradables diferentes a la del miedo (invertir muchos más fondos en investigación, trabajar desde los colegios con los más pequeños en la prevención, diagnosticar antes y mejor, educar y enfatizar la importancia de los hábitos de vida saludables…) pero personalmente no quiero dejar de pensar y de creer que sí estamos en el camino y es que según los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), el 53 % de las personas con cáncer sí se cura; esto es más de la mitad y sólo un 10 % del cáncer que se padece es hereditario. Quedémonos con esto por ahora.
Vamos a llevar a la práctica lo que sabemos que funciona y a dejar que los avances médicos, psicológicos, y que el personal cualificado siga trabajando y que de aquí a unos años ese 53 % se convierta en el 99 %.
Sonia Castro, psicóloga en el Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP)