Playas de ensueño, altas temperaturas, arena dorada y cielos de cuento. La Comunidad Valenciana es el entorno ideal para disfrutar de las vacaciones y sobrellevar el calor. Unos parajes y altas temperaturas que, sin embargo, obligan a sus habitantes a aligerar su vestuario, especialmente para combatir la húmeda sensación térmica tan característica de esta zona de España. Por desgracia, no todos ellos lo llevan igual de bien y, de hecho y según los datos del comparador de seguros de salud Acierto.com, es precisamente durante la época estival -en especial al inicio y al final- cuando aumentan el número de casos atendidos de trastornos alimentarios en la Comunidad.
Lo hacen en hasta un 25% y, aunque se trata de cifras globales, la bulimia y la anorexia se postulan como las grandes protagonistas de los ingresos hospitalarios, sobre todo esta segunda, cuya incidencia es también mayor en núcleos rurales -versus núcleos urbanos-. En cifras globales, se estima que hasta 70 millones de personas en todo el mundo sufren patologías alimentarias, y que el 85% son mujeres. El perfil de afectado tipo, precisamente, es el de mujer joven entre los 13 y los 25 años, aunque el espectro (tal y como viene fraguándose los últimos años) se está ampliando y se ha apreciado un aumento del número de varones.
De hecho, más de la mitad de los encuestados por el comparador de seguros admitió que se apunta al gimnasio por estética, para “lucir tipazo”, en lugar de ir motivado por mejorar su salud. El culto al cuerpo y a la alimentación sana, la importancia de la imagen y la asociación de conceptos como la delgadez al éxito tienen mucho que ver, pero, por supuesto la autopercepción y disfunciones afectivas del propio paciente. Los trastornos de la alimentación más habituales en ellos son la vigorexia y la ortorexia.
Por otra parte, el estudio apunta que casi la mitad de los españoles aseguran haberse puesto a dieta alguna vez en la vida, y no solo eso, sino que hasta al 61,5% le preocupan las calorías que ingieren. Y si bien el 54% solo trata de llevar una alimentación equilibrada, un preocupante 7,5% cuenta las calorías que se lleva a la boca. Este comportamiento, por desgracia, podría acabar derivando en problemas mayores como los que nos ocupan.
En la antesala de su desarrollo solemos encontrar abusos sexuales, desestructuración familiar, dietas excesivamente estrictas y más. Los síntomas son variados y dependen de cada enfermedad concreta, pero en términos generales los pacientes emplean la comida como una forma de control o satisfacción. Las restricciones, ingestas compulsivas, vómitos, etcétera resultan frecuentes.
Para prevenirlos, la Conselleria de Salut de la Comunitat Valenciana cuenta con un programa de Salud DITCA (Detección e Intervención en Trastornos de la Conducta Alimentaria) dirigido a la población adolescente de la zona. Un ciclo preventivo que se imparte en los centros de Enseñanza Secundaria Obligatoria y cuyo desarrollo es online. En él, docentes y alumnado reciben formación específica al respecto sobre detección precoz, imagen corporal, autoestima y autoimagen, alimentación y nutrición, etcétera.
Otros trastornos alimentarios que van en aumento
Más allá de la anorexia y la bulimia, existen otros trastornos alimentarios poco conocidos como la ortorexia, la diabulimia, la pregorexia, drunkorexia, la ingesta compulsiva, etcétera. De hecho estos dos primeros se encuentran en pleno auge. Pero, ¿en qué consisten exactamente? ¿Cómo podemos tratarlos?
Respecto a la ortorexia, se trata de la fijación por “comer bien”. Los afectados controlan al milímetro la composición nutricional de lo que ingieren, memorizan calorías y tablas de forma compulsiva y llevan a cabo ciertos rituales (uno habitual es cortar los alimentos solo con cuchillos de cerámica. La consecuencia más inmediata tiene que ver con su sociabilidad -dejan de salir para llevar a rajatabla la dieta, y tienen a sentirse superiores por su forma de control-. A largo plazo pueden darse carencias nutricionales y otras parecidas a las que tienen los pacientes bulímicos y anoréxicos.
La potomanía, asimismo, resulta también muy frecuente. Consiste en la obsesión por hidratarse. Los pacientes lo hacen hasta tal extremo que acaban teniendo desequilibrios electrolíticos, es decir, que afectan a los minerales que necesita su cuerpo para funcionar con normalidad. Es también un trastorno de la ansiedad multicausal.
En cuanto a la drunkorexia, los pacientes dejan de comer para “poder beber” y “compensan” las calorías –incrementando las posibilidades de daño hepático-. Está muy ligado a la anorexia. La pregorexia la sufren aquellas embarazadas que tratan de no engordar durante la gestación por todos los medios, incluso a costa de poner a su hijo en peligro; y la diabulimia la sufren los diabéticos que deciden prescindir de la insulina para adelgazar.
El tratamiento de los trastornos alimentarios
Si bien un tratamiento temprano resulta primordial en la mayoría de enfermedades, todavía lo es más en aquellas que pueden alargarse en el tiempo y tienen implicaciones físicas y psicológicas devastadoras para el paciente. En el caso que nos ocupa, el reconocimiento del propio afectado será fundamental. De nada sirve decirle que tiene un problema, sino que se trata de hacérselo ver del modo más cariñoso y asertivo posible. Aquí hay que tener en cuenta que suelen ser perfiles con un nivel de autoexigencia muy alto.
El primer abordaje, además, deberá ser psicológico, pues los síntomas son solo eso: síntomas; la manifestación de que existe un problema más profundo se ha ido labrando, creando un trauma, desarrollo afectivo disfuncional, etcétera; que ha acabado afectando a la percepción de la propia imagen del enfermo.
Un punto en el que un seguro de salud privado nos resultará de gran ayuda, sobre todo si tenemos en cuenta las dificultades de acceso y tiempos de espera en algunas áreas con los que cuenta la Seguridad Social. No obstante, no todas las compañías aseguradoras están dispuestas a cubrir a pacientes con estos problemas y la mayoría cuentan con ciertas limitaciones en lo que se refiere al psicólogo en el seguro de salud. Habitualmente estas se refieren al número de consultas anuales a las que puede acceder el cliente. Pero las condiciones pueden variar mucho según la entidad.