En nuestra querida España cuando nos llama la atención algo o alguna palabra la reiteramos hasta la saciedad, de forma que llegamos, muchas veces, a adulterarla. Esto podría ser lo que nos ocurre con la palabra máster, que si no me equivoco es un anglicismo pero sin acento y que se utiliza para todo, ya sea en gastronomía para demostrar las cualidades en la cocina de profesionales, niños o personajes etiquetados como celebridades.
Maestro
Sin embargo, máster, llevado a la enseñanza es algo más, ya que su aprobación con todos los requisitos como Dios manda, viene a ser uno de los escalones de los estudios universitarios. Aquí como estamos muy acostumbrados a copiar, lo llamamos así cuando en otros países de habla hispana, como México, le dan su verdadero nombre dentro del lenguaje cervantino imprimiéndole sumo respeto: maestro, que tiene su origen en el nombre latino ´magister`, como paso previo al doctorado.
Pero, situémonos en la Orihuela de 1770, en la que, por supuesto, el dichoso anglicismo no se conocía, ya que el término que se empleaba era el de maestro, tal vez para matizar aquello que nos dice el refrán: la experiencia es un grado. Y así llegábamos en la Universidad a dicho grado, tras el de bachiller, e incluso de esta manera era denominado lo máximo en los oficios. De estos últimos, vamos a referirnos a los conocido como ´oficios mecánicos` en esas fechas, dentro de los cuales localizamos a los herreros y cerrajeros.
Gobernabilidad
Nuestra ciudad en esa época estaba gobernada política y económicamente por un corregidor, un gobernador militar y político, un subdelegado de Reales Rentas, un alcalde mayor y diez regidores. Así como por cuatro diputados del Común, dos procuradores general, un síndico personero, un secretario de Ayuntamiento, dos alguaciles mayores, seis alguaciles ordinarios, dos alcaldes de la Hermandad (uno del Estado Noble y el otro del Estado Llano), doce escribanos numerarios, ocho Reales y de Diligencias, y ocho procuradores del Número.
De todos ellos, cuando se producía alguna reclamación de los oficios, la resolución del conflicto quedaba en manos del alcalde mayor. De esta forma, al dirigirse al mismo, Joseph y Antonio Gironés, maestros herreros y cerrajeros, junto a los maestros herreros Antonio Balls y Ramón Chicano, fueron atendidos en sus quejas.
De los dos primeros conocemos algunos de sus trabajos a través del padre Agustín Nieto. Concretamente, Antonio fabricó cuatro pechinas con un costo de 2 libras, para sostener a la imagen del Santo Cristo de José Puchol en su capilla de la iglesia de Santiago. Por otro lado de Joseph Gironés, el franciscano nos da noticia de trabajos suyos en las capillas de la Comunión de la anterior y de la catedral.
Aprendices
Regresando a las quejas de estos maestros de herreros y cerrajeros, cuyos oficios estaban refundidos en uno solo, estas estaban motivadas por la duración del tiempo de aprendizaje para poder acceder y examinarse como maestro.
De hecho, ante esta situación, la Junta del Oficio defendía que el tiempo que tenía que permanecer el aprendiz en casa del maestro que debía instruirlo era de seis años. Y en el caso de que un maestro, ya fuera herrero o cerrajero, desease adquirir la maestría en el otro oficio la duración sería de seis meses, ejecutando como examen las piezas que se indicaban en los capítulos de dicho oficio.
Al parecer, el cerrajero Joseph Peynado, y los herreros Juan Butí, Ramón Porcel y Salvador Clemente, habían intentado examinarse de maestros del otro oficio incumpliendo la norma referente a la temporalidad, lo que había creado malestar entre los vecinos y los otros maestros.
Ante esta situación se pedía que el clavario y el veedor de los oficios no asistieran al examen y aprobación de la maestría, salvo que los interesados hicieran constar fehacientemente el tiempo que había estado de aprendices. Y, de llevarse a cabo el examen sin este requerimiento, sería declarado como nulo.
Falta de celeridad
Los firmantes de la queja pidieron auxilio al alcalde mayor, el cual ordenó que se celebrase una junta el día 4 de abril a las tres de la tarde en las ´Casas de Audiencia y Morada` del mismo, estando él presente. En la citada junta se acordó que el tiempo fuera de los citados seis años más uno de anexo, debiendo anotarse en el Libro del Oficio la fecha del inicio en que el maestro comenzaba a tutelar el aprendizaje, dando cuenta al clavario y abonando diez reales y procediendo a informar sobre la limpieza de sangre del aspirante.
Pasan casi dos siglos y medio y vemos que todos estos asuntos de máster (master en inglés), magister (en latín) o maestro en nuestra lengua, se resolvían con más celeridad que ahora, estando todo atado y bien atado, sin necesidad de que quedasen lagunas de interpretación que pudieran generar equívocos.