ASAJA Alicante, junto con el resto del sector agrario de la Comunidad Valenciana, en una comitiva organizada por la Conselleria de Agricultura, con su titular, Elena Cebrián a la cabeza, nos desplazamos a la Unión Europea para tratar de frenar la compra de cítricos de Sudáfrica. Hecho que ha hundido los precios de nuestros cítricos por producirse una sobreinundación de producto, justo cuando empezaba nuestra cosecha, lo que se está traduciendo en pérdidas de más de 30 millones de euros en la provincia y está provocando una campaña absolutamente ruinosa de la que no todos se podrán recuperar.
Una vez allí, trabajamos en una jornada maratoniana de reuniones con comisarios europeos, europarlamentarios… y pudimos exponer el grave escenario que se está produciendo desde que en 2016 entrará en vigor el Tratado con Sudáfrica, el cual le permite importar naranjas y mandarinas a la UE con aranceles reducidos y regresivos en las fechas en las que comienza nuestra campaña.
Nuestro objetivo en Bruselas pasaba por solicitar la activación de la Cláusula de Salvaguardia que contempla el Tratado, un mecanismo de protección que está previsto para casos puntuales como el que nos afecta y que supondría la suspensión de las importaciones o el mantenimiento de los aranceles.
Pero nuestro gozo en un pozo. Una vez más, la Comisión Europea nos ha dado la espalda. Tanto el responsable de unidad de la Dirección General de Agricultura, Joao Onofre, como la Comisaria de Comercio en la Comisión Europea, Cecilia Malmström, se mostraron inflexibles y rechazaron que la crisis de las naranjas se deba al acuerdo con Sudáfrica, defendiendo que ésta la han originado las condiciones internas de producción de las zonas citrícolas españolas, como los factores climatológicos y de organización comercial. Por todo ello, los comisarios consideraron que, a su juicio, no hay motivos para pedir dicha Cláusula.
Es verdad que los problemas que estamos teniendo son varios y coinciden en una misma campaña: incremento de producción, retraso de la campaña, organización del sector, presión de una gran distribución cada vez más desleal… Pero no por ello debemos restarle importancia al impacto directo que está teniendo ya la política de la UE respecto a las producciones mediterráneas, en concreto los impactos económicos y de mercado que están teniendo los acuerdos comerciales que firma la UE con Sudáfrica, Egipto, Marruecos y Turquía.
La realidad es que el sector está completamente hundido desde que se activara dicho Acuerdo. Los precios han caído un 30%. El precio del kilo en campo no llega a 13 céntimos y a veces baja de 10 céntimos, cotizaciones que suponen una absoluta burla hacia nuestros agricultores, que se han pasado un año trabajando y que ahora, o no les compran el género, o si se lo compraron en su día se están produciendo incumplimiento de contratos o cientos de impagos. Cualquiera que se haya paseado por los campos de naranjas y mandarinas de la Vega Baja puede constatar el desastre con sus propios ojos. Hectáreas con árboles repletos de fruta sin recoger, pudriéndose en el árbol o en el suelo, en plena campaña de comercialización, porque al agricultor no le compensa económicamente hacer frente a los gastos para recoger la fruta y prefiere dejarla perder. Mientras, en Sudáfrica se han plantado diez millones de plantas nuevas en los últimos seis años y Egipto ha duplicado su exportación. No nos dejan crecer y esto está provocando que estemos perdiendo el mercado europeo.
Basta ya, no es de justicia que la UE se escude en factores colaterales que se producen en cualquier campaña y las aproveche para desvincularse de su responsabilidad. Es necesario exigir dos principios a la UE desde ya: uno, el de preferencia comunitaria, por el que las producciones importantes de los países miembro tengan una preferencia en el consumo de los 28 países; otro, el de reciprocidad, por el que, como mínimo, los productos que se importan a la Unión Europea cumplan las mismas medidas fitosanitarias, medioambientales y laborales que nos exigen en Europa ¿Bajo qué vara de medir están las producciones de terceros países que importan fruta tratada con productos fitosanitarios que llevan diez años prohibidos para los productores europeos? Es muy urgente un protocolo que regule el control fitosanitario en aduanas y ponga fin al coladero que son los puertos de entrada de Rotterdam y Marsella.
La UE debe aceptar que la agricultura no puede seguir siendo la moneda de cambio de todos sus tratados. El problema es de presente, pero es todavía más de futuro, porque de seguir así la citricultura en España va a desaparecer. Lo único que estamos pidiendo es un mercado con las mismas normas y reglas del juego para todos.
Eladio Aniorte Aparicio, presidente Jóvenes Agricultores ASAJA Alicante.