En esta sociedad hay que ser de algo para tener una sensación de protección, y nos olvidamos del verdadero valor, el individual. Es cierto que sumando muchos valores individuales se llega más lejos, pero no lo es menos que dependiendo de con quien se sume en lugar de avanzar puedes retroceder.
Refugio de vagos
De hecho ´el grupo` a veces es el refugio de los vagos, y el argumento óptimo para disimularlo protegiéndose entre la ´manada`. Parece que se valora a una persona más por el grupo al que pertenece que por su propio valor. Enseguida uno se siente a gusto con otro porque pertenezca a su grupo: aficionado de un mismo equipo de fútbol, amante de un estilo de música, usuario de un tipo de red social… todo vale para identificar y aceptar, como si eso fuese alguna garantía.
La identificación con otro para crear espacios de conjunto llega a todos los rincones. En el ámbito familiar es muy normal no llamar a nuestros seres queridos por el nombre sino decir mi mujer, mi marido, mi hijo… dando más importancia al término de pertenencia que a la persona en sí. Ya no digo en Estados Unidos donde la mujer se quita su propio apellido para pasar a ser la señora ´x`.
Corporativismo
En ese ambiente grupal se esconden acciones que nada aportan a los demás, pero que son como una especie de cupón regalo para los que están dentro del grupo. Me refiero a los corporativismos, esos que tapan los errores de otros solo porque son compañeros, sin pararse a pensar en el daño que pueden haber ocasionado a un tercero. Claro, que ese tercero no es ´de los suyos`.
Si un médico se equivoca eso va a quedar tapado, aunque su error haya acabado con la vida o la calidad de vida de un paciente. Pero pasa en todos los sectores de la sociedad y en todos los oficios, es como si proteger los errores del que se equivoca nos diera una ´vida extra` para gastar cuando nos equivoquemos nosotros, y en ese egoísmo lo protegemos y por lo tanto nos hacemos peores, porque nos convertimos en encubridores.
Rutinas
Esta necesidad de ir por el mismo camino que los demás se convierte en rutina. Un anuncio de las pasadas navidades sentaba a la mesa a familiares y les preguntaba sobre lo que sabían de famosos, redes sociales, etc. y sobre lo que sabían de su familiar más cercano, y si no acertaban sobre estos últimos se tenían que levantar. ¿Adivinan cuántas personas quedaron sentadas a la mesa?
Y es que podemos buscar escusas de que nos machacan por la tele o las redes sociales, pero lo cierto es que nadie obliga a verlas. Si uno quiere puede dedicar más tiempo a la gente cercana. Podemos no conocer bien a los que están en nuestro entorno, pero seguro que si les menciono Julen enseguida saben que ha sido un niño que cayó a un pozo en Málaga.
Encasillar como sea
Y podríamos seguir con todo en nuestra vida: si eres artista lo primero que preguntan es de que estilo (seas cantante, escritor, pintor, etc.), si hablas de fútbol de qué equipo, si hablas de política de qué tendencia… Y además no te puedes escapar, por mucho que intentes explicar que no eres de nada ni de nadie, que hay cosas que te pueden gustar de unos y otros, siempre están esperando algo en la conversación para decir: Ya, dices que no pero te gusta más el Madrid o el Barca, o eres más de izquierdas o de derechas… Es la necesidad de encasillar como sea.
Es como si la gente creyera que tiene más valor por pertenecer a algo, que por ser uno mismo. La única forma de escapar de esto es ir a temas que no sean tan grupales. Si dices que te gusta el ciclismo no serás tan popular, pero al menos no te preguntarán de que equipo eres cuando estés viendo una etapa simplemente porque te gusta ese deporte.
Encasillamiento
En esa necesidad de ´encarpetarlo` todo nos volvemos más reacios a los temas sin ni siquiera conocerlos. En una entrevista a la ingeniera Sara Gómez decía que solo el 25 por ciento de los estudiantes de ingeniería son mujeres. Añadía que se establece enseguida una relación de la persona que estudia algo con cómo es; preguntando a los chicos de 17 años sobre que pensaban de las chicas que estudiaban ingeniería la respuesta mayoritaria es que debían ser feas.
Y el sistema necesita esos encasillamientos para poder acercarse y lanzar mensajes de manera grupal, que es mucho más fácil que de manera individual. Si uno ve series de televisión con gran éxito como Modern Family o The Big Bang Theory, en ambos casos está claro que listo/a equivale a feo e indefenso y guapa a tontita pero que siempre se sale con la suya.
Simpatía no es empatía
Y en esos grupos es donde se esconde lo peor de la sociedad, aquellos que si tienen oficio es porque ´les ha tocado`. En sus malas acciones y en sus malos tratos, como por ejemplo con las personas de la tercera edad -ver reportaje en página 10-, se sienten protegidos por la ´manada`, porque las personas de un grupo no busca la calidad, se protege en la cantidad y en el de al lado, que le cubre sin pensar en el daño que provoca.
Y por cierto, me gustaría hacer una apreciación a médicos, policías, funcionarios, etc. Puede que sea cierto que no se debe empatizar con la gente que se atiende, porque eso influiría en el trabajo y en la vida personal de cada uno. Pero hay una cosa que se llama simpatía, que aunque suene fonéticamente parecido no es lo mismo, y que eso no cuesta nada ni produce ningún tipo de alergia.