Elche y el calzado son dos términos absolutamente inseparables. La ciudad de hoy en día no se entendería sin su enorme historia zapatera. Del mismo modo, es innegable la influencia ilicitana en esta industria incluso a nivel mundial.
Para entender los inicios de este largo matrimonio es necesario remontarse a un origen tan remoto, que realmente perdemos la pista. Ya desde la época musulmana hay indicios de una cierta tradición alpargatera, utilizando materiales propios del campo y las cosechas.
A finales del siglo XIX varios agrícolas dan el salto a la industrialización, aprovechando la tradición alpargatera de Elche
Industrialización
A mediados del siglo XIX la Revolución Industrial seguía sin haber llegado prácticamente a Elche. Todavía era una ciudad agrícola, cuyas tierras tampoco destacaban por ser demasiado fértiles y productivas. Por esto, algunos pequeños propietarios decidieron invertir en desarrollar esta vieja tradición alpargatera.
Hacia 1875 José María Buck compró la primera máquina para fabricar alpargatas, importada desde Inglaterra. Podemos considerar este hecho como el pistoletazo de salida hacia la industrialización.
A Buck se le fueron uniendo otros terratenientes agrícolas menores como Ripoll o Ferrández. Irónicamente, la industria ilicitana comenzó a raíz de la poca productividad de la agricultura, pero con dinero procedente de la propia agricultura.
Los primeros trabajadores eran sobre todo mujeres y niños. Las condiciones eran muy precarias, por lo que surgió un fuerte movimiento sindical
Lucha sindicalista
La mayoría de los que trabajaban en aquellos primeros talleres eran mujeres y niños, con salarios muy reducidos y en condiciones bastante precarias. Surgió entonces un boyante movimiento obrero, que alcanzará enorme importancia en Elche.
Una prueba de ello fue la gran huelga convocada en 1903, a raíz del despido de un trabajador de la fábrica de Heliodoro Vidal. En solidaridad, la UGT organizó un parón que fue seguido por la gran mayoría de los trabajadores y que se prolongó hasta los nueve meses.
Toda esta lucha obrera incluso provocó que algunos empresarios decidieran trasladar sus fábricas a zonas más ´tranquilas`, como por ejemplo la Vega Baja.
Elche se especializó en el zapato masculino y a precio económico. Elda fabricaba calzado caro para mujeres y Villena para niños
Zapato para el hombre medio
Si hubo un acontecimiento clave para la industria ilicitana, sin duda ese fue la Primera Guerra Mundial. Gran parte de la producción extranjera quedó paralizada durante cuatro años. Las fábricas de Elche se aprovecharon de esta situación, y les llovieron los encargos. El ejército francés llegó a demandar 40.000 botas militares en un solo pedido.
Esta época sirvió para que nuestras empresas se abrieran a otros productos y mercados, más allá de las tradicionales alpargatas. No obstante, esto suponía competir con otros puntos de España donde también estaba floreciendo una pujante industria zapatera como Cataluña, Mallorca o Elda.
La solución fue optar por la especialización. En Elche los fabricantes se decantaron sobre todo por el zapato masculino y productos a medio precio. En Elda y Mallorca, por su parte, apostaron por el calzado para mujeres, normalmente más glamuroso y caro. Respecto a Villena, aquí exploraron el mercado infantil.
La Guerra Civil convirtió las fábricas zapateras en una industria militar. La mayor parte fueron intervenidas
Guerra Civil
Para el año 1936 ya funcionaban sobre un centenar de fábricas en Elche, la mitad de alpargatas y otras tantas de calzado. Aunque los primeros talleres se habían instalado en el centro de la ciudad, los nuevos buscaban la periferia. Lugares como Matola, la carretera a Alicante, El León, etc.
De nuevo estallaría un conflicto militar que lo cambiaría todo. Pero esta vez no fue en el extranjero, sino en nuestro propio país. La Guerra Civil, casi de la noche a la mañana, transformó al calzado en una industria militar.
La mayor parte de las fábricas fueron intervenidas para producir armas. Algunos empresarios mantuvieron su propiedad con severas condiciones. Por ejemplo, Ripoll pasó a fabricar cinturones, mochilas y otros utensilios para el frente de batalla.
Elche fue un capital punto de suministros para el bando republicano. La otra gran ciudad industrial de la provincia era Alcoy, pero se daba la circunstancia de que el gobierno no se fiaba demasiado de fabricar armas allí, dado a la fuerte presencia del anarquismo en su sociedad.
Durante algunos años la mitad de la población activa ilicitana llegó a trabajar en la industria zapatera
Años de gran esplendor
La Posguerra fue dura, pero el calzado ilicitano supo seguir creciendo. Los esfuerzos de aquellos industriales de la época lograron levantar las fábricas, a pesar de que incluso tenían los materiales restringidos por las famosas cartillas de racionamiento de la época.
Bonastre, La Viuda de Pérez, Ripoll, Ferrández y demás se van recuperando para alcanzar en los años 50 incluso un nivel de trabajadores superior al anterior de la Guerra. Cabe destacar también el progreso de FACASA, una empresa de caucho aglomerado creada precisamente para abastecer a las fábricas ilicitanas de calzado.
Tras superar la Posguerra, Elche multiplicó sus habitantes gracias al calzado hasta consolidarse como la segunda ciudad de la provincia
La ciudad crece
La población de la ciudad se multiplica. En los años 30 Elche apenas contaba con unos 40.000 habitantes, una cifra similar a Alcoy u Orihuela. Sin embargo, la industria ilicitana atrae a muchos inmigrantes de otras zonas de España donde estaban aún sufriendo las consecuencias de la Posguerra.
Trabajadores venidos de Albacete, Granada, Almería, Murcia, Extremadura, etc. La mayor parte fueron a vivir a nuevos barrios construidos alrededor de fábricas, como Carrús, Altabix o El Toscar.
El calzado ilicitano incluso comenzó a conquistar el mercado internacional en la década de los 60. Fueron años de gran expansión, por Europa y América. El Marqués de Carrús llegó a abrir una oficina de su empresa zapatera en Nueva York.
La crisis del petróleo y la competencia con Asia mermaron la industria, que tuvo que reinventarse
Deslocalización
Precisamente los americanos vieron en Elche una inmejorable oportunidad donde invertir. Una gran tradición en calzado y mano de obra barata. Un escenario perfecto para deslocalizar sus fábricas. Así llega, por ejemplo, la estadounidense Uniroyal.
Sin embargo, irónicamente, con el paso de los años la ciudad ilicitana acabaría sufriendo este fenómeno a la inversa. Algunos de los principales empresarios como Martínez Valero trasladarían sus fábricas a países de sureste asiático en busca de reducir costes.
Este proceso sucedió a raíz de la crisis del petróleo, que azotó duramente la economía española durante los años 70. Además, esta época coincidió con la jubilación o fallecimiento de algunos de los más antiguos magnates del calzado, caso de Ripoll o Ferrández. Sus herederos no fueron capaces de lidiar con las vacas flacas, y aquellas históricas fábricas acabarían cerrando.
Nuevos tiempos
Surge entonces una nueva generación de emprendedores, que logran construir grandes compañías como Pikolinos, Kelme, Mustang o Panama Jack. Conscientes de que ya es imposible competir con los asiáticos en cuanto a precio, se apuesta por construir una imagen de marca que sean reconocidas a nivel mundial.
Hacia finales de los años 90 el Ayuntamiento habilita un nuevo polígono industrial en Torrellano, con el fin de que se instalen aquí las nuevas fábricas modernas. Se intenta incluso que el calzado ilicitano sea reconocido como denominación de origen por parte de la Unión Europea.
Sin embargo, la feroz competencia con la industria oriental no cesa, hasta el punto que muchos empresarios chinos vienen a Elche para instalar aquí sus propios talleres. Reciben numerosas denuncias por competencia desleal, siendo acusados de ofrecer trabajos precarios o ilegales y saltarse las leyes españolas.
Talleres clandestinos
El punto más álgido de esta rivalidad se alcanza en 2004, cuando se producen varios asaltos e incendios sobre algunas de estas fábricas asiáticas. Las denuncias han continuado produciéndose desde entonces (también hacia fábricas ilicitanas). Actualmente sigue siendo habitual que cada cierto tiempo la policía desmantele algún taller clandestino.
Los tiempos de mayor esplendor quedaron ya definitivamente atrás. En su día, la mitad de la ciudad trabajaba en el calzado. Pero si bien estos porcentajes se han caído considerablemente desde los años 70, aún hoy sigue siendo una muy importante fuente de empleo de la ciudad.
Por incomprensible que parezca, a día de hoy Elche sigue sin contar con un museo municipal del calzado donde se ponga en valor su enorme tradición zapatera. Aquellos interesados en aprender más sobre este apasionante tema, sí pueden visitar el museo de la fábrica de Pikolinos o el que está ubicado en Elda.