En muchas acciones humanas a lo largo de la vida ha habido que echar mano de una recomendación. Recuerdo, incluso, cuando en los inicios de la automoción española, en la que se estaba superando el biscúter, aquel isetta con forma de huevo y del que se salía por una puerta delantera, o el PTV a modo de deportivo, para lograr un ´seiscientos`, que tardaban en servirlo meses, había que recurrir a una recomendación.
Diferencias entre unos y otros
Pero, a nivel humano, lógicamente hemos de distinguir entre el que recomienda o recomendante y el recomendado, en cuyo auxilio se hace dicha recomendación. A este respecto, recordando una película española de los años ochenta, dirigida por Mariano Ozores e interpretada por Fernando Esteso, Antonio Ozores y Rosa Valenty; el asunto quedaba claro pues el recomendado era un empleado de un despacho de detectives que es contratado para investigar a la esposa de un empresario que, presuntamente, engañaba a su marido.
Mujer ésta muy lista que compra al investigador y consigue que entre en la empresa de su esposo con una recomendación suya. Luego la trama continua, pero no es un asunto que nos interese más.
La recomendación
Sin embargo, la recomendación, y por tanto el recomendado y el recomendante, han existido siempre. Para ello, situémonos en la Universidad de Orihuela, en 1703, siendo rector el canónigo Thomás de Villafranca y canciller fray Severino Bodi. En el mes de marzo de dicho año, se recibió una carta dirigida al Claustro de la citada Universidad.
Para dar cuenta de ella, el rector convocó a la justicia y jurados, racional, abogados, síndico y secretario de la Ciudad, junto a todos los doctores y maestros universitarios, para las tres de la tarde del día 22, a fin de celebrar un claustro general con el único objeto de abrir y leer la citada carta. En ese día, reunidos en el aula mayor con la asistencia, entre otros, de los doctores Narciso Llovera (dominico), Josep Osorio y Pedro Alemán, y el maestro Marcelo Miravete; una vez informado el Claustro de la llegada de dicha misiva, el rector pidió al mismo autorización para abrirla y leerla.
«El obispo de Málaga solicitaba al Claustro de la Universidad de Orihuela para un abad el grado de doctor en Cánones ´por el morro`»
La carta
Resultó que el remitente de la epístola era ni más ni menos que el mismísimo obispo de Málaga, Bartolomé Espejo y Cisneros, que tras haber desempeñado los oficios de arcipreste de Calahorra, regente de Navarra, inquisidor de Zaragoza y presidente del Consejo de Hacienda, fue preconizado como obispo de la diócesis malacitana, en 1693. Sede que ocupó hasta su fallecimiento el 2 de marzo de 1704.
Este prelado, nacido en Alhama de Murcia, era tío de José Espejo y Cisneros, confesor de Felipe V, que fue obispo de Orihuela desde 1714 y hasta tres años después cuando que fue trasladado a la Diócesis calagurritana.
Pero, regresando a la dichosa carta, vemos que su contenido trataba de una recomendación por parte del prelado malagueño, elogiando a un ilustre canonista y solicitando al Claustro de la Universidad de Orihuela que se le concediera el grado de doctor en Cánones ´por el morro`. Así, en principio, estamos situados en el recomendante, y procede conocer quién era el recomendado que, indudablemente, estaba coronado con indudables méritos.
El recomendado
El sujeto en cuestión era Fernando Alphonso del Águila y Roxas, abad de la colegial del Salvador de Granada, “cuya literatura es notoria y acreditada por sus escritos”, según refería el obispo de Málaga en carta firmada el 12 de enero de 1703, el cual solicitaba que se le dispensase el “pase personalmente a su examen y a la recepción” debido a su edad “accidentes y suficiencia”, teniendo en consideración que muchos doctores le habían informado que ello se podía llevar a cabo lícitamente.
En conclusión, lo que pretendía el prelado era que se le graduara como doctor, atendiendo a su currículum y sin hacer acto de presencia ni examinándose.
«La respuesta fue coherente con los estatutos de la Universidad diciendo que dicha petición no podía llevarse a efecto»
La respuesta
El Claustro de la Universidad de Orihuela fue coherente con sus estatutos y no dudó en dar respuesta al prelado en el sentido que su petición de recomendación, hacia su recomendado, no podía llevarse a efecto por oponerse a dichos estatutos. A fin de contestarle, se confirió al doctor Domingo Ruiz que redactase la respuesta y que en nombre del Claustro la firmasen el canciller, el rector, un jurado y dos doctores.
En la contestación que se remitió al obispo de Málaga se detallaba más el acuerdo del Claustro, en el sentido de que según dichos Estatutos dados por el Rey a la Universidad de Orihuela quedaba muy claro que, para graduarse como doctor en cualquiera de las facultades, debía el doctorando defender los puntos elegidos veinticuatro horas antes y responder a los argumentos de los examinadores. Así mismo, defendía el prestigio que había alcanzado la Universidad de Orihuela y que era necesaria la presencia física del interesado.
Todo un ejemplo
Así, con un escrito datado el 27 de marzo de 1703, se resolvía este asunto que, indudablemente, de haberlo atendido por venir de quien venía la petición se habría obrado en contra de los propios estatutos de nuestra Universidad. Dicho escrito, como indicábamos, era rubricado por el canciller y rector ya citados, así como por Francisco Ruiz de Ábalos (jurado) y los doctores, José Roca de Togores y Domingo Ruiz.
¿Qué hubiera ocurrido, con todo lo sucedido actualmente en algunas universidades, si se hubiera sido más escrupuloso por parte de los recomendados y de los recomendantes? La respuesta en bien sencilla: se habrían soslayados algunos problemas políticos.