Con el corazón todavía en un puño, después de unos días de vértigo que quedarán grabados en la memoria de todos los ciudadanos de la Vega Baja del Segura de Alicante, ahora toca reflexionar sobre lo que ha pasado a consecuencia de la peor gota fría que aquí se recuerda. Pero, sobre todo, toca reaccionar rápidamente y tomar medidas que den respuesta a las dimensiones de lo acontecido.
Si realizamos un ranking de los sectores peor parados por la catástrofe, el primer puesto se lo lleva el agroalimentario, motor económico de la Vega Baja, que presenta pérdidas de 550 millones. Como ha afirmado el presidente de la CEV, Salvador Navarro, el 80% de un total de 21.900 empresas censadas están afectadas. La otra cara de la moneda son los pequeños agricultores, cuyas historias personales sobrecogen. Familias enteras que lo han perdido todo. Que tocan a mi puerta para preguntarme que qué hacen, si ni siquiera pueden entrar a sus bancales ni saben cuándo podrán hacerlo, ya que siete días después del temporal buena parte de la Vega sigue sumergida bajo el agua y el lodo. Efecto derivado no sólo de la propia tromba caída del cielo, sino de la nefasta gestión que la Confederación Hidrográfica del Segura ha llevado a cabo durante más de 20 años en la limpieza del cauce, lo que ha provocado roturas, inundaciones y desbordamientos, haciendo que las dimensiones de esta catástrofe se hayan multiplicado por mil y sacado a relucir que, a pesar de los episodios de gota fría, aquí hay muchas cosas que solucionar. Pero al margen de este tema, que merece artículo aparte, hoy quiero centrarme en las personas, los verdaderos damnificados.
Hablo de unas familias que acaban de ver perder su medio de vida. Y no solo esto. Que llevan sufriendo y luchando mucho tiempo: por la sequía endémica que sufre esta zona, por la inestabilidad del trasvase Tajo-Segura, por la falta de infraestructuras hídricas, por los bajos precios, por la libre entrada de productos de terceros países, por la firma de acuerdos comerciales que les penalizan directamente (Sudáfrica, MERCOSUR…), por la burocracia, por la dejadez y mala gestión política…
Si el sector agrario estaba tocado, ahora podemos decir que está hundido, literalmente. Es responsabilidad de todos reflotarlo y ponerlo a salvo. Y hablo de responsabilidad porque esto no solo afecta y afectará a la Vega Baja. Por un lado, el lucro cesante por las cosechas perdidas tendrá un efecto dominó en otros sectores, enfrentándonos a pérdidas muy grandes de puestos de trabajo. Por otro, el daño de arbolado tendrá unas dimensiones que se verán en España y Europa cuando la falta de oferta de productos hortícolas o citrícolas producidos en esta zona, la huerta de Europa, disparen un precio que tendrá que pagar el consumidor.
Por ello, los primeros que tienen que ponerse las pilas son las Administraciones, tanto las autonómicas como el Gobierno central, porque el desastre viene por varios frentes. Estamos muy pendientes de cómo van a evolucionar los cítricos. De las hortalizas ya conocemos las cifras: el 100% de la cosecha de toda la comarca está perdida. Y es aquí donde viene el verdadero drama. Ya que los productos hortícolas son los que menos contratación del seguro presentan, menos de un 10% lo hacen. Esto es así no por dejadez del empresario, sino porque esta es una línea de seguros desastrosa, poco accesible por su elevado costo y sus pocas coberturas. Toca también reflexionar sobre este tema, ya que el seguro agrario, herramienta indispensable para el agricultor, se está convirtiendo en un artículo de lujo al alcance de pocos por el ánimo de lucro y la actitud mercantilista de Agroseguro, mientras que el Sistema Nacional de Seguros Agrarios se lo permite. Ahora, ¿qué le decimos al agricultor que no pudo contratar su póliza?
Así que, ante la situación insólita en la que nos encontramos, insistimos en que las ayudas tienen que publicarse urgentemente y tramitarse con máxima celeridad, llegando liquidez de forma directa a los titulares de explotaciones y empresas agrícolas antes de que termine el año. Unas ayudas que deben basarse en un Real Decreto Ley hecho “a medida” para esta situación excepcional. Entendemos que este episodio de gota fría sobrepasa el ámbito del seguro, por lo que necesitamos que atiendan a los que tenían seguro y contemplen una compensación para los que estaban fuera del sistema. De lo contrario, muchas explotaciones serán abandonadas, con lo que esto conllevaría para el tejido productivo de la zona.
Por supuesto, no puedo terminar este artículo sin agradecer la ayuda que hemos recibido de parte de voluntarios de toda la provincia, bomberos, militares de los tres cuerpos y de la UME, policías, Protección Civil, Guardia Civil… Habéis sido nuestros ángeles de la guarda.
Gracias porque en la adversidad no nos hemos sentido solos ni un segundo.
No sé cuánto tardaremos en recuperarnos, de lo que estoy seguro es de que antes de lo que pensamos el corazón de la Vega Baja volverá a latir, incluso más fuerte que antes. #FuerzaVegaBaja.