Es el llamado ´arte urbano`. Los grafitis, los murales, las firmas… Tan admirado por algunos, tan despreciado por otros. Efímero, a veces apenas dura unas pocas horas hasta que es borrado para siempre. Constantemente en el centro de la polémica. ¿Arte o gamberrismo? ¿Se debería regular o perseguir? ¿Podría aprovecharse con fines turísticos o sólo ensucia las ciudades?
Hablamos con dos viejos grafiteros alicantinos para conocer sus puntos de vista. Decimos ‘viejos’ porque la mayoría empiezan a pintar en la adolescencia, y ellos ya rozan la treintena. Nos agradecen el interés, pero no nos quieren revelar sus pseudónimos con los que firman sus grafitis. “O te decimos el nombre real o el artístico”. Optamos por el real. Ellos se llaman Nico Barrios y Hugo Boncanca.
Las firmas
El grafiti moderno nace de la cultura del hip-hop, y difícilmente se puede entender sin este género musical. “Cuando yo era niño veía videoclips de mis artistas favoritos. Luego intentaba copiar sus bailes, el breakdance y las pintadas. Así entré en este mundo” nos cuenta Hugo.
“Me aficioné al hip-hop siendo un chiquillo. Estuve un año entero dibujando garabatos en un papel para ensayar mis primeras firmas, hasta que con catorce años al fin me atreví a coger un spray” nos relata Nico.
Normalmente el primer contacto de estos pre-adolescentes con el arte callejero son las llamadas ‘firmas’. Ellos adquieren un pseudónimo (a veces varios) y lo estampan en diferentes lugares de la ciudad como paredes, contenedores, buzones, papeleras… Es una manera de comunicarse entre ellos en su propio código, de marcar un territorio o de dejar constancia de donde han estado. Suelen ser unicolores, e incluso pueden estar pintadas con un simple rotulador. A veces incluso forman pandillas donde todos firman con el mismo nombre.
“Todo el mundo me suele decir lo mismo. Nos gustan los grafitis porque son artísticos, pero las firmas son muy feas y solo ensucian la ciudad. Puede ser cierto, pero es que una cosa lleva a la otra. Todos los grafiteros hemos empezado haciendo firmas” nos explica Nico Barrios.
“Entiendo que las firmas pueden resultar fastidiosas para la gente, quizás hay que estar dentro de este mundo para entender todo lo que significan. Yo puedo saber que un grafitero de Francia ha estado en Alicante porque veo su firma. Es como concebir que el mundo es un lienzo donde puedes dejar tu impronta en cualquier lugar” añade Hugo Boncanca.
«El buen grafitero siempre debe pintar donde menos moleste para que su obra perdure el máximo tiempo posible» H. Boncanca
Los grafitis
Muchos adolescentes se quedan en la firma y ya no pasan de ahí. Escriben su apodo callejero durante algún tiempo, hasta que se les termina esta etapa. Sin embargo, para algunos otros se convierte en algo más que una simple rebeldía juvenil. Son aquellos que se sienten embaucados por esta afición y evolucionan hasta atreverse a pintar sus primeros grafitis de colores y formas.
“Con catorce años aún no tienes mucho criterio, pero luego vas entendiendo que debes dibujar cosas con más valor artístico y en lugares donde fastidien lo menos posible. Yo rápidamente adquirí consciencia de no pintar en negocios particulares, casas, camiones… Me solía ir a obras abandonadas o muros solitarios” nos cuenta Nico.
“Al final entiendes que el grafitero debe intentar que su arte perdure el máximo tiempo. Para eso tienes que pintar en sitios donde moleste lo menos posible y que guste al mayor número de personas” señala Hugo.
«En Alicante el Ayuntamiento elimina los grafitis bonitos y deja las firmas para crearnos mala fama» N. Barrios
Alicante
Por ello, en muchas ciudades suele haber algunos lugares concretos donde la Policía Local hace la vista gorda y se les permite pintar de forma no oficial, pero sí oficiosa. “En Alicante teníamos algunos sitios como los muros del Benacantil. En Elche suelen utilizar las industrias abandonadas” nos indica Nico.
Alicante fue una de las primeras ciudades españolas en tener una unidad policial especializada
Sin embargo este difícil equilibrio a veces se rompe. En 2009 el Ayuntamiento de Alicante, entonces comandado por Sonia Castedo, creó una nueva unidad policial destinada a acabar con todo el movimiento local de grafitis. Aquellos dibujos más antiguos que aún sobrevivían desde los años 90 fueron borrados y los grafiteros fueron perseguidos y sancionados con altas multas. Dicho grupo policial es conocido como el ‘grafólogo’.
“Aquello fue terrible para la cultura callejera de la ciudad. Al lado del Panteón de Quijano había un Gernika precioso y un homenaje artístico a Kiz, uno de los pioneros alicantinos en el arte urbano que había fallecido recientemente. Lo encalaron todo. Ni siquiera fue para construir algo, solo pintaron encima del muro para borrar lo que había. Estábamos empezando a conseguir que los ciudadanos admirasen nuestro arte. Sin embargo, solo dejaron las firmas, que es lo que nos crea mala fama” nos cuenta Nico con tristeza.
“Alicante era una referencia en el movimiento hip-hop hasta aquel momento. El grafólogo lo echó todo a perder. Ellos tienen todo el poder de impartir su propia justicia. A mí me han llegado a multar por pintadas que ni siquiera eran mías. Estamos totalmente perseguidos desde entonces” se lamenta Hugo.
Según nos asegura el artista alicantino, el Ayuntamiento incluso habría organizado falsos concursos o talleres con el único objeto de identificarles. “Nos montaron un festival público de grafitis y ellos pusieron al ganador antes de empezar. También unas supuestas clases, y luego nos multaban por realizar lo que nos habían enseñado a hacer. Todo han sido trampas”.
Elche
Esta guerra entre Ayuntamiento y grafiteros no es ni mucho menos exclusiva de Alicante. Durante muchos años Elche ha estado considerada como el gran santuario del grafiti en la provincia. De aquí incluso han salido artistas urbanos que han llegado a adquirir fama internacional, como J. Demsky y Rosh333. Además también se han impulsado grandes iniciativas como el Proyecto Víbora celebrado en 1991 y otra vez en 2014, por el que se permitió que artistas callejeros pintaran los murales del cauce del río Vinalopó.
Sin embargo hace dos años el gobierno municipal impulsó una unidad policial para acabar con los grafiteros que hasta entonces pintaban con bastante impunidad, especialmente en las numerosas fábricas ubicadas por el Camp d’Elx.
Desde este periódico hemos querido contactar también con algún artista callejero ilicitano, pero todos han preferido no realizar declaraciones al respecto ni que su nombre figure en este reportaje.
En algunas ciudades han utilizado el arte urbano para hacer progresar los barrios más deprimidos
Reclamo turístico
A principios del siglo XXI la Comuna 13 de Medellín estaba considerada como uno de los barrios más peligrosos del mundo. Sin embargo, en los últimos años sus índices de criminalidad han caído en picado.
En gran parte, este fenómeno se explica gracias a que sucesivos alcaldes fomentaron la creación de grandes murales artísticos en sus calles. Ahora miles de personas procedentes de todo el mundo visitan cada día la Comuna 13 para admirar estas obras de arte. El barrio se ha convertido en una de los sitios más turísticos de Colombia.
Algo similar ha sucedido también en Berlín, donde varios proyectos municipales, para embellecer las zonas más deprimidas de la ciudad, han creado una auténtica cultura underground que hoy en día es día es una de las principales señas de identidad de la capital alemana.
En nuestra provincia
Para los grafiteros, éstos son los ejemplos a seguir. De hecho, en algunas ciudades de nuestra provincia se han impulsado pequeñas iniciativas similares como son el festival ‘La Tapia’ en San Juan, los murales de Teulada en Alicante, el ArtenBitrir de Petrer, el Concurso de Pintura Rápida en Orihuela, el Concurso de Embellecimiento Urbano de Torrevieja o los murales poéticos de Elda.
Aún así, también nos avisan del riesgo de estos fenómenos. “Por supuesto que es ideal dejar de perseguir el grafiti, entenderlo como arte y utilizarlo para mejorar los barrios. Sin embargo, no podemos dejar de olvidar que la mayoría de los grafiteros vienen de familias con pocos recursos. En Berlín está ocurriendo que estas zonas han aumentado tanto su valor, que ahora los propios artistas ya no pueden vivir allí y se están marchando. Hay que fomentar el arte, pero también controlar las especulaciones urbanísticas” nos indica Nico.
«El arte callejero es el único no se vende. Eso es lo que lo convierte en tan auténtico» H. Boncanca
Un arte sin mercado
Normalmente la vida activa de un grafitero nace en su adolescencia y cesa antes de cumplir los 30 años. Muchos de ellos acaban estudiando Bellas Artes como es el caso de Nico Barrios y Hugo Boncaca. Luego buscan formas de ganarse la vida con su talento artístico. Tal vez como pintores, escultores, diseñadores gráficos, tatuadores, etc.
Nico hoy en día es rotulador profesional, y recientemente diseñó la portada de una conocida librería que ha abierto sus puertas en Alicante. Hugo se dedica a decorar negocios por encargos. “Me suelen contratar en hamburgueserías, bares, guarderías… En estos trabajos legales firmó como Hugo Brown. Éste nombre sí lo podéis poner” nos indica entre risas.
Ambos nos confiesan que, aunque se hagan mayores, nunca han perdido del todo el gusanillo que aún les entra cuando cogen un spray. “Todos tenemos que vivir y vender nuestro talento, pero el arte urbano es el único que escapa totalmente al mercado. Los grafiteros arriesgamos nuestra economía, e incluso nuestra integridad, simplemente por una necesidad de embellecer la ciudad. Luego esas pintadas no se comercializan. Ni siquiera sabemos lo que van a durar. Por eso es tan auténtico, no obtenemos beneficio alguno, y aún así lo hacemos” sentencia Hugo.