Y llegó el otoño con sus hojas caducas barridas por el viento inicuo, ese malogrado viento que tambalea nuestra existencia por lares insospechados e indeseables.
Tu vida al igual que esas hojas arrastradas y pisoteadas sufrió el menosprecio y el acoso de los que eran diferentes a ti, de los que nunca supieron que su obligación era ayudarte.
Quisiste tomar el vuelo desde lo alto de la azotea de tu casa cuando aún no entendías lo que te pasaba.
Una mano amiga te lo impidió y te quedaste por estos lares aguantando el ultraje y la injusticia de los guardianes de la educación, de la sanidad y de la justicia social.
¿Qué culpa tuviste de padecer enfermedades invisibles que muchas personas y algunos sanitarios desconocen?
La sociedad, la fibromialgia, la encefalomelitis mialgica y un desasosiego psicológico se cebaron contigo, te hicieron añicos. De niña guapa, inteligente, deportista te transfórmate en muñeca rota, abandonada y desatendida en una casa caótica dónde nadie te visitaba.
El dolor punzante de tu pecho se ramificó por todo tu cuerpo, como las raíces de un árbol, y no dejó ni una parcela de piel ajena al olor a muerte. Esa muerte que tanto anhelabas porque veías que te vetaban todas las salidas.
Sin dinero para costearte ciertos medicamentos, sin tratamiento de cura como tus tres millones de compañer@s en España, sin ningún medio social o hospitalario que te ofrecería una vida más o menos corriente.
Los grupos de enferm@s fuimos los que te rescatamos estos últimos cuatro últimos años cuanto tocabas fondo, cuando alcanzabas el final del pozo. Fueron llamadas diarias de una hora con cada cual que te pudiera escuchar y convencerte que algún día veríamos tod@s la luz.
Sin embargo, la luz se apagó y el poderoso viento de otoño seguía llevándose las páginas del calendario y las hojas pajizas de los árboles. Ya no quedaba nadie a tu lado para volver a encender ese fanal que te ayudó a sobrellevar las estaciones y el soplo tiránico del viento.
Oscuridad en tu vida y en tu alma. Preferiste dejarlo todo. Acabar con el sufrimiento físico y psíquico.
El viento sopla sobre tu cuerpo inerte de niña mujer, sobre tus ilusiones desvanecidas.
Para colofón beberán, comerán, bailarán, con tu plata y sobre tu tumba los cientos y miles de individuos que no hicieron nada para ayudarte como es debido. Y mientras tanto el viento soberano despejará de los caminos tortuosos las hojas amarillentas.
Adiós María Jesús.
Ya no sufres.
Tu muerte es el castigado que propinas a la humanidad por no ayudarte, tú, joven mujer enferma e indefensa.
BASTA YA DE INJUSTICIAS, NOS QUEREMOS VIV@S, NO MUERT@S.